domingo, 30 de marzo de 2014

DECIDIR O NO DECIDIR

En la vida hay decisiones que nosotros tomamos, y otras que la vida toma por nosotros.

Podemos convertirnos en víctimas de las decisiones que la vida toma por nosotros o podemos decidir salir victoriosos de lo que la vida haya decidido por nosotros.

Hay ocasiones en la que nos ponemos metas y priorizamos nuestros horarios, y también hay momentos en los que las prioridades y las metas se ven drásticamente alteradas por situaciones imprevistas.

Muy pocas decisiones permanecen sin cambios y algunas veces necesitan una completa revisión.

Desde hace mucho me di cuenta que la mayoría de cosas que pienso y digo también lo han pensado y dicho muchos otros, por lo que estoy convencido de que las declaraciones con las que he dado apertura a los pensamientos de esta semana de seguro han sido dichas por alguien de alguna otra manera. Sin embargo, las situaciones imprevistas de las últimas dos semanas (la apendicetomía de Kathleen) me han hecho pensar sobre cuánto es lo que controlamos de nuestra vida y cuánto lo que cambia como parte del flujo de la vida.


NIÑEZ:

En realidad no tomé una decisión en cuanto al lugar en donde viví, pero tuve control sobre cuánto de mi entorno pude disfrutar.

En realidad no pude decidir sobre la comida que se ponía sobre la mesa, pero sí pude elegir cuánto de estos alimentos comería.

En realidad no pude dar mi opinión en cuanto a en qué escuelas iba a recibir mi educación básica, pero sí tuve bastante control sobre cuanta educación obtendría de esas escuelas.

En realidad no tuve mucho que decir en cuanto a mi afiliación religiosa, pero si pude decidir cuanta fe tendría en sus principios.

ADOLESCENCIA:

No siempre puedo controlar las turbas y las masas que empiezan a rodearme, pero puedo seleccionar a varios que de entre ellos serán parte de los que influyan en mi vida.

No siempre puedo controlar qué y cómo enseña un maestro, pero puedo controlar lo que escojo aprender.

No siempre puedo controlar el nivel del lenguaje que invade mi espacio, pero puedo controlar el lenguaje que ocupa mi mente y sale de mi boca.

No siempre tengo control de las decisiones que aún mis mejores amigos hacen, pero puedo controlar el grado de participación que yo tenga en esas decisiones.

ADULTEZ:

Tal vez no sea posible que pueda determinar las declaraciones de los gobiernos, pero soy capaz de decidir mis reacciones a dichas declaraciones.

Tal vez no sea capaz de evitar las consecuencias de las maneras en las que otros usen su albedrío, pero soy capaz de controlar el nivel de amargura y enojo que me producen esas situaciones.

Tal vez no pueda ser capaz de alcanzar todos mis sueños y ambiciones, pero soy capaz de controlar la cantidad de realización que logre en los papeles que la vida me ha hecho interpretar.

Tal vez no sea capaz de controlar el tamaño de las montañas o de las minucias a mi antojo, pero puedo estar contento con lo que tengo.

EXPERIENCIA:

No podré decidir en cuanto a las adaptaciones que hace mi cuerpo a medida que pasa el tiempo, pero puedo convertir el ajuste en una aventura.

No tendré mucho que decir sobre los amigos de mi juventud que siguen el camino de toda la tierra, pero todavía puedo disfrutar de aquellos que aún caminan sobre el jardín.

No podré opinar mucho en cuanto a la inversión de los roles de padre e hijo, pero puedo apoyar a los que se esfuerzan por cumplir sus nuevos papeles.

No podré comentar mucho en cuanto a la repetición de los errores generacionales, pero puedo esforzarme por no convertirme en una carga para nadie.

EN GENERAL:

Sólo porque todo el mundo parezca estar corriendo hacia la decadencia no significa que yo no pueda elegir mantener mi pequeño espacio de existencia limpio, bien nutrido y vivo.

Sólo porque algunos recién sientan la necesidad de orar cuando el avión cae en picada no significa que no pueda escoger mantener una comunicación continua con mi Padre.

Sólo porque otros encuentren difícil testificar de la realidad de las Verdades Eternas no significa que no pueda convertirme en alguien que publica la paz.

Sólo porque otros escogen un estilo de vida miope y egoísta no significa que no pueda dedicar mi vida a alegrar y hacer felices a otros.

¡¡Después de todo lo dicho – que el albedrío es un principio supremo – todos tenemos la última palabra en cuanto a lo decidido en nuestras vidas!!

domingo, 23 de marzo de 2014

DESTRUCCIÓN Y CONSTRUCCIÓN

Durante mis años trabajando con el Sistema Educativo de la Iglesia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, fui también bendecido al estar involucrado con el desarrollo y la construcción de tres edificios diferentes. El primero de ellos fue un nuevo edificio de Seminario contiguo a la escuela secundaria de Tooele en Utah. El segundo, fue un nuevo edificio de Instituto, que sirvió a los estudiantes y jóvenes de la zona de Reno, Nevada. El tercero, en el que sólo tuve la oportunidad de participar en los largos procesos preliminares, llevó eventualmente a la construcción del edificio de Instituto contiguo a Saddleback College en Mission Viejo, California.

Aunque cada uno de estos edificios tiene una historia y me trae muchos recuerdos, tanto agradables como no tan agradables, es un recuerdo que vino a causa de mi participación en el Instituto de Reno, durante la destrucción del "viejo" edificio y la construcción del "nuevo", el que se convirtió en un trampolín para el pensamiento de esta semana.

Durante la aventura de la demolición del antiguo edificio, que fue cayendo rápidamente por su propia cuenta, y la construcción del nuevo edificio, llevamos a cabo nuestras clases y tuvimos nuestras oficinas en una casa que anteriormente había servido para albergar mujeres que pertenecían a la hermandad de mujeres SUD adjunta a la Universidad de Nevada. Los recuerdos de un año de aventura en esa casa, mientras el antiguo edificio era destruido y la construcción de las nuevas instalaciones se llevaba a cabo, parecen caer en la categoría de recuerdos desagradables. Sin embargo, ahora que hago una pausa y escudriño mis recuerdos con más cuidado, hubo un montón de buenos momentos creados por la singularidad de la situación... estoy divagando... Los recuerdos parecen hacer que la mente divague.

No sé el porcentaje del tiempo que use ese año como superintendente de la acera, pero estoy seguro de que fue igual al tiempo que pasé trabajando con el CES, el cual estaba contratado para hacer. Vi como el antiguo edificio se convirtió rápidamente en escombros y luego casi inmediatamente todos los rastros de su existencia sólo se encontraron en álbumes de fotografías antiguas, y en los recuerdos de los estudiantes que rápidamente enumeramos como aquellos que "ya no están entre nosotros.

Tan rápidamente como el viejo edificio se quitaba, la construcción del nuevo edificio se ponía en marcha. A pesar de que el trabajo parecía siempre seguir el horario acordado, también este parecía rezagarse y estirarse mientras el nuevo edificio se levantaba muy lentamente sobre el polvo del viejo, mientras tratábamos de llevar a cabo las clases y disfrutar de las actividades en condiciones muy incomodas.

Finalmente recibimos las llaves del contratista, el edificio fue dedicado, los restos de los refrescos de la casa abierta fueron recogidos, y después todo empezó. El primer día no llego como una avalancha de personas entrando a nuestra hermosa nueva instalación, sino a medida que pasaban las semanas a lo largo del año inaugural del nuevo edificio. Muchos de los que vinieron para asistir a las clases o simplemente para ver cuál era todo el alboroto, en lugar de comentar sobre las maravillas y la grandeza del nuevo edificio, vagaban por los pasillos lamentando la pérdida de la singularidad del que había sido destruido. La amada evidencia física que podría fácilmente traer los recuerdos de noviazgos, amaneceres espirituales, aprendizajes, y de días y noches alegres, se había ido para siempre.

Traté de tener empatía con su tristeza, pero era difícil para mí, mientras sentía la alegría del ser capaz de enseñar en un aula moderna y de alistarme en una oficina maravillosa, tener empatía con su pérdida. De hecho, sus palabras hacen a menudo que me pregunte por qué no podían por lo menos tratar de compartir un poco de la felicidad que llenaba mi vida.

A menudo me sorprendió mi reacción y el dramático cambio de estado de ánimo que yo experimentaba cuando sólo unas pocas palabras contrarias a mi opinión personal explotaron en mi ensoñación.

Del mismo modo:

Muchas veces, mientras veía a nuestros hijos jugar, me maravillé de cómo solo unas pocas palabras no muy amables, o un acto desconsiderado transformo una tarde entera de diversión en ira y amargura.

Lamentablemente, hemos sido testigos de la reputación de enteras familias y organizaciones cambiar para siempre por las acciones o palabras desconsideradas de una persona.

¿Cuán a menudo hemos visto la divulgación de una sagrada confidencia, o el incumplimiento de un acuerdo verbal causar estragos entre las amistades que se forjaron durante décadas.

Nos maravillamos que la confianza acumulada durante largos años de fidelidad, podría romperse con sólo una pequeña mentira o un solo desconsiderado momento.

Casi parece ser una verdad universal:

Existe en los edificios.

Existe en los individuos.

Existe en los grupos.

Toma muchas horas, días y décadas de amor y esfuerzo construir edificios hermosos, establecer relaciones y llevar a buen término las reuniones comunales, pero sólo unos segundos de acciones o palabras equivocadas pueden hacer que se desmorone, y a veces que no existan de nuevo.

¿La astucia justifica realmente la crueldad?

¿Estar en lo correcto realmente justificar el rebajar otro?

La existencia de una memoria maravillosa justifica realmente el enfriar el entusiasmo que otro puede actualmente estar disfrutando.

Sólo el pensar que tal vez la próxima vez que esté a punto de hacer o decir algo desagradable, feo e innecesario, que tome un respiro, vacile un momento y contemple cuánto tiempo, si es que lo hay, se tomará el volver a construir esta relación que estoy a punto a desintegrar con este martillo de demolición que sale de mi boca.

domingo, 16 de marzo de 2014

UNA FAMILIA (tercera parte)

Es largo y tortuoso el camino que nos conduce a quien sabe dónde.

Pero soy fuerte, lo suficiente como para llevarlo. Él no es un peso sobre mí porque él es mi hermano.

Por eso, a donde vaya, él es mi prioridad. Él no es una carga para mí. Juntos llegaremos.

Porque sé que él no es un estorbo. Él no es un peso sobre mí porque él es mi hermano

Este es un largo, muy largo camino, del cual no hay retorno.

Mientras esté yendo hacia allá, ¿por qué no he de compartir?

Y el cargamento no me pesa en lo absoluto, él no es un peso para mí porque él es mi hermano.


Y si llevo un peso es el peso de la tristeza, al ver que el corazón de todo el mundo no está lleno de regocijo y amor los unos por los otros.

La primera vez que me encontré con éstas palabras, las cuales fueron puestas en una canción por Bobby Scott y Bob Russel fue cuando la escuché cantada por Neil Diamond en 1970

Como podrán intuir de las primeras dos partes de este Pensamiento, esta canción comenzó inmediatamente a resonar en mi alma y me recordó cuantos pasos he dado en mi camino hacia la Unidad Universal, y también me hizo recordar que todavía queda por recorrer un gran trecho de este largo y tortuoso camino.

Al escribir hoy estos Pensamientos todavía estoy pasmado por la cantidad de camino que aún me queda por recorrer en mi búsqueda personal de lograr abrazar a todos los miembros de la raza humana como mis hermanos y hermanas.

Aunque no es exhaustiva, esta es una lista de todos los obstáculos que he hallado al intentar ampliar mi círculo de personas a quienes llevo en mi corazón y a quienes amo:

· Luchar con los prejuicios influidos por la sociedad debido a las visibles diferencias que tenemos y por los temores y sospechas que nacen de estos prejuicios, y al mismo tiempo esforzarme más por orar a nuestro Padre para que me permita encontrar la manera de ser el guarda de mi hermano.

· Luchar para vencer las barreras construidas por las naciones, que ensanchan sus fronteras y agrandan sus ejércitos para protegerse ellos de nosotros y nosotros de ellos, y al mismo tiempo apoyar y sostener a los Profetas Vivientes en sus actuales esfuerzos de ser siervos eficaces en llevar a cabo la obra y la gloria de nuestro Padre Celestial, la cual lleva a cabo la inmortalidad y la vida eterna de todos Sus hijos.

· Evaluar las opiniones dogmáticas de las generaciones previas que tratan de separar el trigo de la paja, mientras aprendemos a distinguir entre el folklore y las verdades eternas, para poder juzgar con justicia el valor individual de aquellos con quienes nos topamos día a día.

· Poner los deseos mortales de desear tener continuamente y cada vez una más grande montaña de cosas en la debida perspectiva de la vida, y a la vez utilizar muchas más nuestras limitadas horas publicando la paz y convirtiéndonos en publicadores de la paz.

· Reconocer la importancia de mantener inviolable el principio del albedrío, y mientras, tratar de no sucumbir a la siempre presente urgencia de abandonar a mi hermano a causa de su aparente rechazo de aquellos que queremos elevarle y abrazarle.

· Mantener viva la llama de aquella misión que el Padre Celestial nos envió a cumplir, y mientras tanto, enfrentar la soledad que llega cuando la familia y los amigos encuentran a menudo caminos más fáciles para andar y obstáculos más sencillos que vencer.

Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y bendecid a los que os maldijeren; haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen… porque si amáis a quienes os aman, ¿qué recompensa tenéis? (Mateo 5:44, 46)

Al inicio de la segunda mitad de nuestro periplo mortal Kathleen y yo fuimos llamados a servir a la maravillosa gente de Colombia y presidir sobre la misión Colombia Bogotá. Poco sospechaba yo que sería impactado con la realidad de ver que apenas había andado unos pocos pasos en el largo y tortuoso camino en el que mi hermano no era una carga. El resultado de servir fue que logré acercarme más al triunfo personal de vivir una vida de Unidad Universal.

Ante mi vista se desplegó una parte más gozosa de mi transitar: la parte del camino en la que dejamos de sentir la carga de los obstáculos del sendero y comenzamos a andar en una vía mejor; en dónde nos concentramos en convertir los atributos de la Unidad Universal nuestros.

1. Buscar lo bueno y hermosos en todo lo que vemos y en todo con lo que nos topamos.
2. Oír y decir las palabras que fortalecen y edifican.
3. Estar anhelosamente consagrados en la buena obra de alumbrar el camino para aquellos que luchan en las tinieblas.
4. Llevar alegría a los corazones que tienen pesadas cargas.
5. Ser amable en todas aquellas relaciones con las que somos bendecidos.
6. Comprender que cada uno con quienes nos topamos cada día es un hijo o una hija de Dios.

Es largo y tortuoso el camino que nos conduce a quien sabe dónde.

Pero soy fuerte, lo suficiente como para llevarlo. Él no es un peso sobre mí porque él es mi hermano.

Por eso, a donde vaya, él es mi prioridad. Él no es una carga para mí. Juntos llegaremos.

Porque sé que él no es un estorbo. El no es un peso sobre mí porque él es mi hermano

Este es un largo, muy largo camino, del cual no hay retorno.

Mientras esté yendo hacia allá, ¿por qué no he de compartir?

Y el cargamento no me pesa en lo absoluto, él no es un peso para mí porque él es mi hermano.

Y si llevo un peso es el peso de la tristeza, al ver que el corazón de todo el mundo no está lleno de regocijo y amor los unos por los otros.


Por consiguiente, amados hermanos míos, pedid al Padre con todas las energías de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo; para que lleguéis a ser hijos de Dios… (Moroni 7:48)

domingo, 9 de marzo de 2014

UNA FAMILIA (segunda parte)

Mientras tratamos un poco más de ser más respetuosos con aquellos que nos rodean, el sueño de la Unidad Universal parece continuar eludiéndose misteriosamente y se mantiene encerrado en un lugar eterno y fantasmal. Ahora mismo practicamos la verdadera bondad en un nudo muy apretado, formado por aquellos que se unen dentro de nuestras comunidades personales y restringidas.

Mi hermana Geraldine tenía, lo que siempre consideré ser, un espíritu creyente. Los principios y las doctrinas del Evangelio de Jesucristo, siempre fueron absolutos y nunca parecía estar angustiada por la lucha del tener que obtener un testimonio de las nuevas verdades que le eran presentadas.

En cuanto a mí, siempre parecía ser el lado opuesto de ella. Todas las nuevas ideas fueron recibidas con duda y escepticismo, a los que siguieron, lo que pareció, una lucha prolongada por estar de acuerdo con el principio.

Siempre estuve agradecido de que rara vez tenía que volver a arar los campos que yo había plantado y luchado hasta que dieran fruto. Afortunadamente, una vez que mi corazón se había ablandado sobre un tema, fui capaz de disfrutar de su dulzura a partir de ese momento, y sin más juicio.

Hay algunos principios del Evangelio de Jesucristo con los que parece, al igual que mi hermana, haber sido bendecido, como un paso en el camino desde mi existencia pre -mortal hacia la vida terrenal. El principio de la Unidad Universal de los habitantes de la tierra es una de esas verdades, que me conmovió con un poder que va más allá de mis capacidades mortales y que le susurró a mi alma que es verdad, y que con gratitud fue un campo que nunca tuve que desyerbar.

Durante mis días asistiendo a la Primaria en American Falls, Idaho, y Long Beach, California, nunca cantamos 'Soy un hijo de Dios' el cual se ha convertido en el himno de la Primaria. Las palabras de esta encantadora canción son de un poema escrito por Naomi Ward Randall. De alguna manera siempre supe que cuando oraba al Padre Celestial no estaba usando una frase pegadiza para alguna deidad desconocida. Este hermoso título tenía un tono familiar. Por lo tanto, cuando escuché por primera vez estas hermosas palabras cantadas, vinieron a mí como una voz del recuerdo, no de revelación. (Romanos 8:16, 17)

Yo soy un hijo de Dios, Él me envió aquí, me ha dado un hogar y padres buenos para mí.

Yo soy un hijo de Dios, me deben ayudar, a entender su voluntad, no puedo demorar.

Yo soy un hijo de Dios, El me bendecirá, yo obedeceré Su ley, hare Su voluntad

Guíenme, ensénenme la senda a seguir, para que algún dia yo con Él pueda vivir.


Del mismo modo, en algún momento durante los años formativos de mi vida las palabras de la canción ' Oh mi Padre ', escrito por Elisa R. Snow llenaron mi alma y enviaron escalofríos a mis brazos y a través de mis hombros, y empañaron mis ojos como testimonio seguro de la verdad que siempre había conocido

Oh mi Padre, Tu que moras en el celestial hogar, cuando volveré a verte y Tu santa faz mirar?

Tu morada antes era de mi alma el hogar, en mi juventud primera fue Tu lado mi altar?

Pues, por Tu gloriosa mira vine el mundo a morar, olvidando los recuerdos de mi vida premortal.

Pero algo a menudo dice: "Tu errante vas"; siento que un peregrino soy, de donde Tu estas.

Antes te llamaba Padre, sin saber por qué lo fue, más la luz del evangelio aclárame el porqué.

Hay en los cielos padres solos? Clara la verdad esta; la verdad eterna muestra: madre hay tambien allá.

Cuando deje esta vida, y deseche lo mortal, Padre, Madre quiero veros en la corte celestial.

Si, después que yo acabe cuanto tenga que cumplir, permitidme ir al cielo con vosotros a vivir.

¿Cómo podría haber tenido un Padre Celestial sin también haber tenido una Madre Celestial? (Talk – Gordon B. Hinckley – Conferencia – octubre de 1991)

¿Cómo podría Eva haber sido creada a la imagen de la Deidad sin un modelo glorificado? (Génesis 1:27)

¿Cómo puede haber un niño sin que haya primero existido un Padre y una Madre? (Hechos 17:22, 23)

Lamentablemente, pasaron muchos años antes de haber sido capaz de conectar los puntos del saber que yo era un hijo de Padres Celestiales y la unidad universal de la humanidad. (Ephesians 4:06)

Siempre voy a estar agradecido el haber sido llamado como un misionero en el norte de México cuando era joven. Fue allí, cuando comenzaba la fase de mi vida en que aumentaba lentamente y con alegría el tamaño de mi círculo personal de aceptar a los demás, que mi creencia en el cumplimiento de ese sueño de un lugar eterno de Unidad Universal adquirió una tonalidad de esperanza más brillante.

(Continuará)

domingo, 2 de marzo de 2014

UNA FAMILIA

Tengo que confesar que no soy tan fanático de ver las competencias en los Juegos Olímpicos como lo fui en mis años mozos. Sin embargo, Kathleen y yo hemos visto siempre las ceremonias de apertura. Sospecho que durante mi vida televisiva, por decirlo así, he visto en blanco y negro, a colores, y ahora en alta definición poco más de 30 de estas presentaciones.

Todos tendríamos que maravillarnos de cómo la tecnología no solo ha mejorado la visualización de estos eventos en nuestras salas, sino que también ha aumentado la grandiosidad del espectáculo. La estructura que se utilizó este año en Sochi, en donde se realizó la ceremonia inaugural de los juegos de invierno, bien puede calificarse como el escenario más elaborado que alguna vez se haya construido. No tengo idea de cómo este lugar pueda ser usado en otro momento, pero fue una maravilla de ingeniería a nivel artístico y técnico esa noche de entretenimiento.

A medida que los artistas volvían a bastidores y se llevaba a cabo el acto inaugural de los juegos en sí, mi mente rápidamente se enfocó en algo más al oír al presidente de los Juegos Olímpicos repasar una vez más ante el público que la juventud del mundo se había reunido en el espíritu universal de la unidad de la humanidad.

La llama de la antorcha no había comenzado a iluminar la noche, ni los juegos artificiales habían terminado de emitir su último destello cuando los cantos del nacionalismo comenzaron a llenar el vacío que había dejado el arsenal utilizado.

Alrededor del mundo el conteo de medallas llegó a su máxima expresión, convirtiéndose en un símbolo de superioridad de las naciones que reunían la mayor cantidad de oros, platas y bronces.

Las revistas de moda apresuraban a sus imprentas para ser los primeros en criticar los uniformes de los participantes. Los expertos en propaganda política se apresuraban en publicar sus encomios o sus críticas referidos a la nación que hacía posible esta reunión unificadora.

Ni bien había terminado el espectáculo de los atletas marchando por el estadio en sus uniformes con los colores de sus países y ondeando las banderas de sus naciones; cuando en nuestra mente aparecían los cientos de miles de sus compatriotas que usaban otros uniformes. No uniformes para esquiar o hacer skating, sino uniformes que se hicieron para participar en una contienda mortal.

Aunque aplaudo y estoy agradecido de que cada dos años podamos recordar que somos un solo pueblo, no parece ser que estas reuniones hayan aumentado la unidad de la humanidad desde el día en el que los espartanos y los atenienses se juntaban por razones similares.

En la navidad pasada Kathleen me compró un calendario con citas diarias de la sabiduría del Dalai Lama. La del 7 de febrero dice: “Una de las más poderosas visiones que haya experimentado fue ver la primera fotografía de la tierra tomada del espacio exterior. La imagen de un planeta azul flotando en la profundidad del espacio, brillando como la luna llena en una noche clara, hizo que se grabara poderosamente en mí el reconocimiento de que en verdad todos somos miembros de una familia que comparte una pequeña casa.”

No obstante que existen muchas virtudes que deberíamos estar buscando ansiosamente y muchos vicios contra los que deberíamos estar luchando constantemente, sospecho que ningún cambio en nuestra naturaleza será de mayor importancia para nuestra existencia eterna que el aceptar y actuar bajo la creencia de que todos somos parte de una misma familia.

Y aunque comúnmente estamos limitados en nuestra capacidad de cambiar los prejuicios y las influencias divisorias que luchan contra el sueño de la unidad universal de la humanidad, todos podemos intentar más constantemente elevar a nuestro hermano, amar a nuestro prójimo y menguar la intensidad de las fuerzas que nos dividen.

(Continuará)