domingo, 13 de marzo de 2011

CAMINANDO LA MILLA DE MÍ HERMANO

Se ha dicho en muchas tierras, en muchos idiomas, se ha escrito en poemas y cantado en canciones, pero la primera vez que recuerdo haber escuchado la frase fue en la escena del juicio de la película ' Matar un Ruiseñor'. Si cierro mis hijos aun puedo escuchar las palabras de Gregory Peck haciendo eco en mis oídos con sus resonantes tonos; "no se puede juzgar a un hombre hasta que se haya caminado una milla en sus zapatos."


Mientras crecía me parecía que siempre estaba recibiendo señales mezcladas del asunto de juzgar. Se me dijo que juzgara donde y con quien iría.

Yo juzgaría entre eso que edificaría y aquello que destruiría. Parecía que donde quiera que girara escuchaba gente diciendo que tomara buenas y apropiadas decisiones de casi todo.


Hubieron dias cuando regresaba a casa después de la Escuela Dominical, donde había recibido una clase animada acerca del envolvimiento del demonio al hacer juicios.


No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con medís, se os volverá a medir. (Mateo 7:1, 2)


Cuando salía con mis amigos y estos estaban a punto de inmiscuirse en una actividad que yo consideraba contraria al mejoramiento de todos, ellos me recordaban que no era mi deber juzgar. Creo recordar el haber usado esa línea una o dos veces como excusa al meterme en unas pocas cosas que sabía que no estaban bien.


No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. (Lucas 6:37)


Fueron muy raras las veces, estando con adultos, cuando ellos no escupían juicios por cada cosa que veían. Parecían criticar especialmente a la gente, o las decisiones y los esfuerzos que las personas estaban haciendo. Condenaban desde los políticos hasta los predicadores, desde los servidores públicos hasta los pobres, desde constructores hasta demoledores, desde el vecino hasta el desconocido. Si uno escuchaba lo suficiente, cada talento y negocio, cada pensamiento y acción, todas las cosas en movimiento o no fueron criticadas con el juicio de sus venenosas lenguas.


Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano, y juzga a su hermano, murmura de la ley, y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. (Santiago 4:11)


Fue reconfortante cuando mi entendimiento del evangelio aumento un poco y mi entendimiento del juzgar se expandió un tanto. Siempre será verdad, que un poco de conocimiento es una cosa peligrosa. Passé algun tiempo reflexionando acerca de pasajes tales como:


¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? (1 Corintios 6:2)


No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio. (Juan 7:24)


Por tanto, hijo mío, procura ser misericordioso con tus hermanos; trata con justicia, juzga con rectitud, y haz lo bueno sin cesar; y si haces todas estas cosas, entonces recibirás tu galardón; sí, la misericordia te será restablecida de nuevo; la justicia te será restaurada otra vez; se te restituirá un justo juicio nuevamente; y se te recompensará de nuevo con lo bueno. Porque lo que de ti salga, volverá otra vez a ti, y te será restituido; por tanto, la palabra restauración condena al pecador más plenamente, y en nada lo justifica. (Alma 41:14, 15)


Fue especialmente gratificante cuando me mostraron la Traducción Inspirada de José Smith de los versos al comienzo del capítulo 7 de Mateo.


Ahora estas son las palabras que Jesús enseno que sus discípulos deberían decir a la gente. No juzguéis injustamente, para que no seáis juzgados; sino juzgad con justo juicio. (JST Mateo 7:1, 2)


Ahí estaba! La confusión había terminado. De hecho podríamos hacer juicios, pero estos deberían ser hechos con rectitud. Yo iba a juzgar pero solo con rectitud.


Sin repetir demasiado este concepto, llegue a la conclusión de que si yo iba a juzgar rectamente, yo iba a necesitar mucha ayuda de una fuente con mayor entendimiento del que poseía.


La necesidad de la guía del Espíritu Santo nunca se sintió con tanta fuerza. La necesidad de obtener un mayor entendimiento de la vida de mi vecino nunca antes se necesitó tanto.


La solución parecía tener dos pliegues. Yo tenía que vivir para obtener mayor ayuda del Espíritu Santo y tenía que aplicar con más diligencia que la que todavía suena en mis oídos cuando cierro mis ojos y pienso en esa escena de la película Matar a un Ruiseñor, " "no se puede juzgar a un hombre hasta que se haya caminado una milla en sus zapatos."


CONTINUARA…

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