domingo, 25 de agosto de 2013

NUNCA MAS

Poco pudimos haber imaginado cuando hicimos ese gran trato por aquella primera casa que tuvimos, la cual necesitaba muchas reparaciones, cuánto tiempo de nuestras vidas usaríamos en renovar aquel gueto de 130 m2 y el jardín de 2,000m2 sobre el cual fue construido.

La memoria es amable y hace que las desafiantes experiencias de la vida se conviertan en recuerdos soportables. Sin embargo, si me lo permito, aún puedo visualizar el jardín trasero en dónde había una pila de tablones partidos de lo que una vez fueron cercas para caballos, los agujeros para las fogatas, veinte y pico de viejos y destartalados olmos que tuvieron que ser talados para retirarlos, y un espacio desierto en el que no podíamos dejar jugar a nuestros hijos porque estaba lleno de vidrios rotos. Recuerdo haber tenido que clausurar todo menos 92 m2 de la casa. Pasamos unos cuantos años haciendo una clase de campamento dentro de la casa, la cual constaba de una habitación, un decrépito baño que parecía de estación de servicio, un área a la que llamábamos el dormitorio en dónde dormían nuestros seis hijos, una cocina que podría haber sido clausurada por un inspector de seguridad, y un área de estar en la que pasamos la mayoría de nuestro tiempo de hogar, mientras yo demolía el resto de la casa y la reconstruía habitación por habitación.

Al final, parado en el jardín delantero y mirando el recién pintado y refaccionado techo de nuestra casa, la cual tuvimos por 14 años, a la cual llamábamos hogar y de broma ‘el gueto’, en un suspiro audible dije: ‘Nunca más’.

Si aprendemos de nuestros errores y dificultades estoy seguro que hubo suficiente aprendizaje en ese lugar durante aquellos 14 años, el cual durará toda mi vida mortal y aún más allá.

En varias oportunidades en ese período de 14 años en el que nos enredamos en la reconstrucción de nuestra casa, en lo que fue el sueño de ‘Nunca Más’, me encontré envuelto en la reconstrucción de la vida de varias personas, tanto de la mía como de la de otras importantes personas que componían mi familia, y de los contactos que tenía en la iglesia y en el trabajo. Innumerables veces he estado sentado en reuniones en las que se discutían las decisiones que habían desordenado vidas temporalmente, o a veces de manera permanente. Al presenciar esto, casi siempre he rememorado el gozo de comenzar de nuevo y cómo se podía apresurar el acabado si tan sólo nos hacíamos el firme compromiso de permanecer en un estado de ‘Nunca Más’.

¿Cuánto tiempo, dinero y dolor se ahorraría el adicto si tomara la férrea decisión y viviese una vida determinada a un ‘Nunca Más’?

¿Cuántas familias serían capaces de disfrutar de innumerables horas de armoniosa felicidad juntas si los miembros conflictivos de éstas decidieran en actitud humilde y de perdón ‘Nunca Más’?

¿Cuánto más fuertes serían nuestros vecindarios, nuestras comunidades y nuestras naciones si las partes beligerantes decidieran al fin buscar una solución a sus conflictos haciendo lo que es correcto en vez de buscar sus propios intereses, y tomaran la determinación de vivir una vida de ‘Nunca Más’?

¿Cuántas escenas de sangre y horror desaparecerían si las naciones honorablemente decidieran y vivieran una vida determinados a seguir el credo de ‘Nunca Más’?

Desafortunadamente, y por procurar paz mental, hace mucho que me he dado cuenta que es poco lo que puede hacer una influencia externa para cambiar las decisiones y las actividades de los habitantes de nuestro mundo.

Pero, gracias al cielo, también sé que es mucho lo que cada uno de nosotros puede hacer para mejorar la calidad de nuestras propias vidas.

La clave para pasar de la tristeza al gozo en nuestras vidas y transformar lo negativo en positivo puede que esté basada en nuestra capacidad para llegar a ser practicantes de la filosofía del ‘Nunca Más’.

domingo, 11 de agosto de 2013

VIENDO MAS ALLA DE LAS PAREDES Y LAS BARRERAS DE LA VIDA

El otro día salía del templo después de haber pasado una mañana irregular y maravillosa. Fue irregular porque tuve un descanso de cuatro horas entre mis dos sellamientos asignados, y fue maravillosa porque no sólo tenía asignados los dos sellamientos, sino que también tuve la oportunidad de hacer el segundo sellamiento en español.

De todos modos, cuando salía del templo, empecé a girar hacia mi derecha para bajar hacia el estacionamiento. Vi que la maravillosa familia latina que acababa de sellar por la eternidad, y que consistía de la madre, el padre y sus hermosos tres hijos, bloqueaban el camino mientras grababan digitalmente su día especial. Rápidamente gire a la derecha y comencé a bajar las escaleras de la entrada del Templo, y la vista de un perfecto angelito llamó mi atención. Tal vez había celebrado su tercer cumpleaños, pero realmente lo dudo. Ella estaba tratando de ser valiente mientras sollozaba preguntándose como es que no podía entrar al templo porque no tenía un vestido blanco, y porque no sabía dónde estaba su padre y su hermana y sus hermanos.

Al volver a subir las escaleras me di cuenta inmediatamente de su problema. Las hermosas flores y los muros de contención de los terrenos del templo eran barreras y paredes desde su diminuto punto de vista. A pesar de que nunca me he catalogado como una persona muy alta (con la posible excepción del tiempo en que fui bendecido al estar en México y Colombia) mi acrecentado punto de vista me dio la ventaja de casi inmediatamente espiar a su hermana mayor y a su hermano corriendo por todas las partes de la fuente y los caminos, recorriendo el bello jardín.

Ellos estaban obviamente en la misión de buscar a su hermanita perdida, pero ya que la hermana mayor parecía tener unos 10 y su hermano unos 7, la búsqueda y el rescate se interrumpía con frecuencia mientras recolectaban conchas de caracoles y otros tesoros.

Rápidamente junte a los hermanos, y cuando di vuelta para dirigirme a mi carro, me saludó el padre del pequeño ángel, llevando a su pequeño hermanito. El rostro ansioso del padre fue reemplazado rápidamente con una sonrisa de gratitud.

Eche un último vistazo y fui enternecido por la escena en la que el padre decía: "Apuesto a que estabas muy asustada", mientras que su hija se aferraba a su pierna con todas sus fuerzas.

Mientras manejaba agradecía la calidez que continuaba brillando en mi alma. Durante los subsiguientes dias que han pasado, he recordado con cariño el encuentro con mi pequeña amiga.

Durante los días de resplandor, iluminado por la experiencia memorable de aquel sábado por la mañana, he utilizado la memoria para estimular el reflexionar sobre cuán a menudo en mi vida he sido ayudado en mis viajes por alguien que tenía un punto de vista más alto, o por otro que estaba dispuesto a levantarme un poco, para que yo pudiera ver lo que ellos estaban viendo.

Las Escrituras nos recuerdan la importancia de las torres que nos permiten ver a lo lejos. A menudo nos recuerdan la importancia de ver a aquellos que nos destruirían mientras están todavía a cierta distancia. Muchas veces me he imaginado que los de las torres también serían capaces de indicar cuándo es seguro aventurarse afuera de nuestro entorno protector. Por estas razones y las siguientes estoy agradecido de haber tenido en mi vida, espectadores desde las torres.

Adán, que al mantener un libro de memorias de las enseñanzas que recibió de su Padre, nos ayudó a ver más allá del ciego egoísmo de las barreras que nosotros mismos plantamos y nos damos cuenta que somos de hecho guardianes de nuestros hermanos.

Moisés, al que desde lo alto del Monte Sinaí se le dio la visión de dirigir al neófito Israel a la tierra prometida, y dar las leyes y procedimientos fundamentales necesarios para la continuidad de las sociedades.

Abraham, quien fue capaz de ver más allá de los valles de la tierra prometida, y nos dio la visión de que no es suficiente salvarnos a nosotros, pero hay que ir al desierto y estar dispuestos a bendecir a todas las naciones.

Isaías, que desde su alta torre no sólo dio la visión a los de su generación, sino también a aquellos que viven en el meridiano de los tiempos y para los que vivimos en los últimos días; visión que nos ayuda a ver el panorama grandioso del propósito de la vida y de la importancia que el Señor tendría al convertirse en el hilo que une a todas las generaciones.

Aquellos que lucharon por ver a través de la oscuridad de los tiempos, como Mohammed, Justin Maître, Martin Luther, CS Lewis y muchos otros que mantuvieron la llama de la esperanza del evangelio viva, cuando el ver desde lejos era imposible para la mayoría, y cuya luz aún puede orientar y fortalecernos a todos en nuestros nublados días.

Joseph Smith Jr., quien fue inspirado a construir una torre para aquellos que vivirían en la última dispensación, para que pudieran ver por encima de las paredes y las cercas que las filosofías de los hombres y el secularismo continuamente levantarían para amurallarnos.

Añadiendo a esta lista de los nobles, están parados sobre las torres los grandes que llenan nuestro diario vivir; padres, maestros, familiares, amigos y ángeles que vienen a nosotros desprevenidamente. A veces encienden la suficiente luz para que seamos capaces de aventurarnos con seguridad sólo un paso más. A veces nos elevan lo suficiente para que podamos ver los peligros más allá de la pared, o encienden una luz en el camino que nos conduce en la dirección correcta. Sea cual sea la magnitud que su ver o levantar pueda tomar, con su sabiduría acrecentada, nuestros caminos se hacen más cálidos y más brillantes debido a las ventajas de su acrecentada visión.

Por todo esto estoy agradecido, y continuaré estando siendo agradecido mientras ellos me guían hacia ese día en que pueda caminar por última vez en la Casa Eterna del Señor vestido de blanco inmaculado.

domingo, 4 de agosto de 2013

ZAPATOS ITALIANOS HECHOS A MANO

Es interesante notar que pensamientos vienen a tu mente cuando te sientas frente al computador. No creo que me haya molestado en pensar en zapatos italianos hechos a mano en los últimos 40 y pico de años, pero aquí estoy meditando en la gran expectativa que tenía cuando paseaba en la tienda de ropa de hombres de la esquina del boulevard de Garden Grove con la avenida Euclides, en Garden Grove, California, cuando recién llegué de la misión, sabiendo que tenía suficiente dinero en mi billetera de segunda mano para al fin comprarme los largamente anhelados zapatos italianos hechos a mano.

¡Qué sentimiento de lujo maravilloso destiló sobre mis piernas en el momento en el que deslicé los pies entre aquellas capas de suave cuero! Me saqué mis bastante desgastados zapatos de misionero y los puse en la caja de aquellos zapatos italianos hechos a mano, y salí de la tienda usando aquellos hermosos zapatos. Estaba completamente seguro que todo el mundo estaba consciente de que mis pies estaban adornados con zapatos que únicamente los ricos y famosos podían usar.

Ni aún durante mis días de entrenamiento básico en el ejército, cuando cada una de mis acciones estaban bajo el cuidadoso escrutinio de los ojos de mi sargento entrenador, tuve tan devoto cuidado de mis zapatos. Lustrador, el uso de hormas, cubiertas contra el polvo, nada era suficiente para cuidar aquellos zapatos italianos hechos a mano tan especiales.

Pero desafortunadamente, demasiado pronto, y debido a sus muy delgadas suelas, llegó el día en el que de pronto me desperté y me percaté que mis zapatos italianos hechos a mano tenían una cubierta brillante, pero su base había sido puro oropel. Ahora se podían ver mis medias a través de los agujeros de las invaluables suelas de cuero.

O, que día tan triste fue aquel en el que me quedé de una pieza frente al sonriente zapatero, quien regodeándose con nerviosismo, me informaba que debido a la composición única de los zapatos, no se les podía cambiar la suela. En cuestión de unos cegadores segundos mi era entre los ricos y famosos llegó a un desastroso final.

Los zapatos italianos hechos a mano permanecieron en mi armario durante varios años entre otros trofeos de pasados triunfos imaginados, pero con el tiempo los deseché con lo que fue el comienzo de una revisión significativa de la realidad.

Hoy, al rememorar este suceso, lo veo como algo jocoso por la desmedida importancia que le había puesto a aquel par de zapatos italianos hechos a mano, y al ver como las prioridades de mi vida han cambiado dramáticamente, me pregunto:

¿Qué clase de esposo sería si tratara esa sublime relación y mayordomía con tal celo?

¿Qué clase de padre sería si enfrentase tan gran responsabilidad con el mismo cuidado dedicación?

¿Qué clase de vecino sería si yo los considerara a ellos con el mismo valor y nivel de prioridad?

¿Qué clase de hijo de Dios sería si yo me esforzara por emular las características de la deidad con el mismo grado de fidelidad?

El Elder Neal A. Maxwell ha expresado elocuentemente lo que trato de decir con las siguientes palabras: “Algún día, cuando veamos atrás a nuestra mortalidad, veremos que muchas de las cosas que parecían tan importantes en ese momento no tendrán ninguna importancia, y que las cosas eternas tendrán una importancia muy superior a la que cualquiera de los más fieles santos haya imaginado.”

Puedo testificar con entusiasmo que existe una vida aún después de que los zapatos hechos a mano se hayan agujereado y el polvo haya cubierto su lustre. También puedo testificar con cierto grado de conocimiento que el ser un esposo digno requiere de muchas lustradas para que mantenga su brillo; que el ser padre necesita mucho apoyo para mantener las cosas en forma; que el ser un buen vecino tiene valor únicamente si va acompañado de bondad. También estoy agradecido a nuestro amoroso Padre, quien cuando nosotros le hacemos agujeros a nuestras almas, Él se convierte en el Zapatero Lleno de Gracia, quien por siempre nos proporciona la forma en la que podemos remendar nuestras almas.