domingo, 30 de junio de 2013

RELIGION QUE NO HA SIDO PUESTA A PRUEBA

En setiembre de 1961, cuando yo tenía 22 años, me embarqué en un viaje que ocuparía una gran parte de mi tiempo durante los siguientes 50 años: me contrataron como maestro matutino en el programa de Seminarios de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y me pagaban $700 dólares anuales. En realidad eso no era un sueldo, sino un estipendio para costear los gastos de los materiales que se usarían durante el año.

Fui asignado a enseñar a los alumnos del Barrio Westminster del condado de Orange en California, y teníamos las clases detrás de una lavandería automática. Este espacio se convirtió en un buen lugar cundo lo amoblaron con un pupitre para el maestro, algunas mesas, sillas y un piano. Teníamos también una pizarra portátil, y me dieron tizas (gis) con una mota (borrador). Me enseñaron como hacer folletos con una hoja de gelatina y el reverso del papel carbón. Fue un año fantástico y supe que había descubierto mi carrera. ¿Quién hubiera creído que firmaría mi último contrato en el 2005 y que luego enseñaría como voluntario hasta que cumplí 73 años de vida?

Durante ese primer año me visitó varias veces el hermano Doug Orgill, quien era el supervisor de las clases de Seminario matutino del condado de Orange. Él siempre tuvo sugerencias importantes y usualmente nos reuníamos un rato después que los alumnos partían para la escuela. Fue durante una de esas visitas que me contó la siguiente historia para ayudarme a comprender que muchas veces los jóvenes luchaban con problemas de los cuales no siempre nos dábamos cuenta:

Una madre soltera que hacía su mayor esfuerzo por proteger a su hija, la cual ya se encontraba en los primeros años de adolescencia, le dijo a ésta que tenía prohibido traer amigos, especialmente varones, a su casa desde la escuela mientras ella todavía se encontrase en el trabajo. Un día esta niña, cediendo a las presiones de los flirteos amorosos juveniles y de su necesidad de sentirse querida, invitó a dos jóvenes hermanos a comer unos bocadillos, sintiéndose segura creyendo que ellos se habrían ido mucho antes de que su madre llegase a casa del trabajo.

Como siempre parece ocurrir cuando tomamos decisiones como esa, ese día precisamente su madre había vuelto temprano a casa con el fin de recoger algo que necesitaba en el trabajo. Al encontrar a los tres jóvenes comiendo y oyendo música, y sintiendo que su hija había quebrantado una regla absoluta del hogar, la frustrada madre perdió el temperamento. Echó a los jóvenes de su casa y les prohibió tener ningún tipo de relación con su hija. Luego castigó a su hija con el encierro hasta que cumpliese 26 años y la mandó a su cuarto.

Esa noche la hija salió de la casa, encontró a sus dos amigos y los tres, de 13, 14 y 15 años de edad decidieron escapar. Empezaron a caminar fuera del pueblo en la oscuridad de la noche, pero poco después se sintieron cansados y decidieron hurtar un auto. Pronto encontraron un auto con las puertas sin llave y, puesto que en esos días los autos podían encenderse rápidamente poniendo una moneda en los cables que estaban detrás del encendido del auto, consiguieron hacer que el motor se pudiera a andar. Ya que el muchacho de 15 años era el mayor, éste se puso al volante y en un instante su escape estaba llegando al clímax.

En algún lugar cerca de Riverside, California, se quedaron sin gasolina. El empleado de la estación de servicio estaba muy contento de recibir como pago por unos cuantos galones de combustible el reloj del hermano mayor. Puesto que el galón de gasolina sólo costaba 19 centavos, el empleado/ladrón les sacó la mayor ventaja posible a los fugitivos y engañándolos hizo suyo un reloj muy fino.

Cuando llegaron a Yermo y se encontraban muy internados en el desierto, ocurrió lo esperado: como resultado de la tortura propinada al auto debido a los esfuerzos de un conductor sin experiencia se forzó la transmisión, el automóvil comenzó a sobrecalentarse y comenzó a salir vapor debajo del capot, así que abandonaron el auto, caminando por los rieles del tren que se encontraban cerca de la autopista, dirigiéndose hacia el desierto.

Al promediar las 11 de la mañana el sol brillaba con toda su fuerza, abatiendo al pequeño grupo que no había llevado agua. Entonces, el hermano menor de 13 años se desmayó por la insolación, por lo que sus compañeros lo arrastraron hasta la sombra de una piedra y decidieron que por su propia seguridad deberían volver por el camino tomado y buscar ayuda.

A medida que recorrían de regreso los rieles vieron un auto de policía estacionado detrás del auto que habían hurtado. Cuando el oficial los saludo los dos niños mayores soltaron al hermano menor, al que venían arrastrando por el camino, y empezaron a correr. No pudieron ir muy lejos, ya que el oficial los atrapó y los devolvió a la seguridad del lugar en el que la decisión de tomar este largo camino había comenzado.

El hermano Orgill me contó esta historia como una anécdota relacionada a una escritura que yo había usado en clase ese día, la cual José Smith había recibido cuando los primeros miembros de la Iglesia restaurada tenían dificultades para vivir los principios y las doctrinas del evangelio. El Señor le dijo a él, así como le había dicho antes a Moisés, que la persecución que estaban sufriendo era responsabilidad de ellos porque [andaban] en tinieblas al mediodía. (Doctrina y Convenios 95:6)

El viaje de esta vida me ha enseñado a saber que el fulgor del sol de medio día brilla muy claramente a través de los lentes de la luz, la vida y las enseñanzas de Jesús el Cristo.

Para aquellos que han llegado a la conclusión de que muchos de los problemas del mundo, las guerras y las persecuciones, han sido engendrados en las entrañas de la religión, me apresuro a citar una de mis frases favoritas de Mark Twain: “No es que haya fallado el cristianismo, simplemente no se le ha puesto a prueba”.

Sospecho en gran manera, refiriéndose de aquellos cuyos viajes han ido por caminos diferentes al mío, que Mark Twain también concluiría que el islamismo, el sintoísmo, el budismo, etc., tampoco han fallado, sino que simplemente no han sido probados.

Hablando en general, tomamos decisiones erradas no porque nos falte instrucción correcta y verdadera o porque no haya guías que no sean ciegos: tropezamos y encontramos dificultades porque no nos esforzamos en buscar los caminos verdaderos o porque deliberadamente escogemos cruzar en medio de desiertos inexplorados.

En la parábola de la Perla el Salvador nos cuenta de un hombre que, habiendo encontrado la Perla de Gran Precio, vende todo lo que tiene y a compra.

Se nos ha contado únicamente de un solo buscador de la Perla de Gran Precio, pero en el camino de la vida parece que interpretamos el papel de muchos buscadores diferentes.

Hay oportunidades en las que somos los buscadores autosuficientes: los que, habiéndonos desviado unos cuantos grados del lugar en donde podemos encontrar la Perla, le damos la espalda a la ayuda que se nos ofrece, y pronto nos hallamos con que estamos perdidos, sin nunca percibir siquiera un atisbo de la Perla.

Otras veces somos como los buscadores de medio camino: los que, habiendo recibido un mapa bastante claro, elegimos a veces seguir por alguna senda llamativa, sin embargo, ésta nos hace deambular por territorio que no está señalizado, y quedamos sin fuerzas para continuar buscando la Perla.

Tristemente algunos de nosotros terminamos pareciéndonos a los buscadores de señales: los que, cumpliendo fielmente todo lo que se nos ha mostrado que debemos hacer, cuando nos enfrentamos a la realidad de hacer el más grande sacrificio, le damos la espalda a la Perla y nos echamos para atrás.

¡O, qué podamos convertirnos en buscadores sabios!: los que, luego de buscar diligentemente a un guía que conoce bien el camino, se esfuerzan con todas sus fuerzas de mantener sus pies firmemente en el camino bien trazado y señalizado, y cuando hallan la Perla dan hasta su última moneda para hacerla suya.

En el capítulo 58 de Isaías él explica por qué los hijos de Israel tenían problemas y sufrían. Isaías reconoce los esfuerzos diarios para cumplir con las funciones exteriores de la religión, pero les llama la atención para que se percaten de los actos de la vida que los santificaría interiormente y que habían descuidado.

¡El apóstol Pablo fue tajante al afirmar que no todos alcanzan el objetivo! La Verdad Eterna todavía no ha sido puesta a prueba. Tropezamos al seguir a guías ciegos y que no conocen el camino, los cuales nos guían a desiertos lúgubres.

Mi oración por cada uno es que todos podamos oír un poco más atentamente y seamos más diligentes en nuestros esfuerzos hasta lograr hallar la Perla de gran Precio y podamos comprarla con todo lo que poseemos.

domingo, 23 de junio de 2013

BUENOS PADRES

Nefi, el hijo de Lehi y Saríah, comienza escribiendo El Libro de Mormón con éstas palabras: “Yo, Nefi, nací de buenos padres”.

No estoy seguro de cuándo fui consciente de la bendición de “[haber nacido] de buenos padres”, pero de cierto que cuando entré en la etapa de abuelo, y ahora que estoy convirtiéndome en bisabuelo en mi estado terrenal, siento que aún me falta mucho, y creo que comprendo mucho más sobre este tema que cuando era un muchacho joven en el hogar de mis “buenos padres”.

Al hacer un recuento de las décadas pasadas a través del milagroso proceso de la memoria, llego rápidamente a una serie de comparaciones:

Egoísmo versus altruismo,

Finalización versus estar incompleto,

Dedicación versus dejadez,

Cuidado versus despreocupación,

Inclusión versus exclusión,

Amor versus indiferencia,

Gentileza versus rudeza,

Albedrío versus injusto dominio.

Todos estos contrastes y muchos más inundan la mente al repasar las experiencias de los niños que fueron criados por “buenos padres” versus aquellos que solo estuvieron relacionados negativamente o ni siquiera tuvieron relación con los adultos que los trajeron biológicamente al mundo.

La persona que se ha convertido en padre por azar y actúa despreocupadamente en su mayordomía debería comenzar a considerar las palabras del Salvador que se encuentran registradas en Mateo: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiese en lo profundo del mar.” (Mateo 18:6)

Benjamín, el rey/profeta que ministró a su familia y a su nación como un ‘buen padre’ incluyó las siguientes responsabilidades como parte de la mayordomía de la paternidad: (Mosíah 4:14, 15)

No permitir que los niños anden hambrientos o desnudos,

No permitir que quebranten las leyes,

No permitir que contiendan unos contra otros,

Enseñarles a andar por las vías de la verdad y la seriedad,

Enseñarles a amarse mutuamente,

Enseñarles a servirse el uno al otro.

El meditar en las experiencias gozosas o tristes de nuestro pasado y escudriñar las escrituras, aunque puedan ser ejercicios beneficiosos, usualmente traen como resultado una solución limitada a los problemas. Únicamente el pagar el precio necesario para purgar el comportamiento negativo de nuestras relaciones padre/hijo, y el reforzar el modelo de ‘buena paternidad’ puede traer soluciones concretas a nuestras malas actitudes en ella.

Si logramos que el convertirse en “buenos padres” sea una prioridad en nuestra mayordomía dada desde los cielos, con seguridad hará que las futuras generaciones hablen bien de nosotros, pero lo más importante será que las lecciones enseñadas por medio del ejemplo y la sabiduría propuesta harán mucho más bien y contribuirán en el hecho de preparar a nuestra posteridad para que puedan vivir en la tan profetizada sociedad de Sión.

Una de las cosas que vemos en común en los “buenos padres” es un compromiso continuo a la mayordomía que eligieron. Una vez que están comprometidos con la majestuosidad del camino elegido y de la responsabilidad comisionada que ha recaído como consecuencia sobre ellos, todo los pasos subsecuentes parecen ser una serie de aprendizaje y aplicación de los infinitos atributos que los ayudarán en la mayordomía sobre sus hijos en la medida en la que estén practicando el ser “buenos padres”.

Es por eso que, al continuar leyendo el registro de Nefi, encontramos que aún cuando Lehi se preparaba para seguir el camino de toda la tierra, teniendo sobre sí adicionalmente el papel de abuelo y bisabuelo en su mayordomía de ‘buen padre’, y luego de haber pasado su vida luchando para hacer que sus hijos lleguen a comprender a Dios y Su Plan de Salvación, él llama a su posteridad a su lado con el fin de poderles impartir una última bendición y dar unas palabras de guía adicional para todos ellos. (2 Nefi 1-4)

Con justicia, Lehi declara al final de sus días esas palabras que todos deseamos ser dignos de repetir cuando lleguemos al fin de nuestra mayordomía mortal, al habernos esforzado por seguir el modelo de ‘buen padre’: “Y no tengo ninguna otra intención sino el eterno bienestar de [las] almas [de mis hijos].” (2 Nefi 2:30)

Solo toma un pequeño momento el darnos cuenta que al reflexionar sobre el ejemplo de Lehi y Saríah y también por medio de las observaciones hechas mientras andamos con cuidado en la mortalidad que:

En verdad, ser un ‘buen padre’ involucra cuidar de las necesidades físicas presentes y futuras de esos preciosos seres que se nos han concedido como un don, y que están a nuestro cargo.

Pero el ‘buen padre’ también debe ver más allá de las necesidades temporales de sus hijos y debe procurar el Eterno bienestar de sus almas Inmortales.

Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guarda la ciudad, en vano vela la guardia.

Por demás es que os levantéis de madrugada y vayáis tarde a reposar, que comáis pan de dolores, porque a su amado dará Dios el sueño.

He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.

Como saetas en manos del valiente, así son los hijos tenidos en la juventud.

Bienaventurado el hombre que ha llenado su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hable con los enemigos en la puerta.
(Salmo 127)

domingo, 16 de junio de 2013

LOS ULTIMOS RECUERDOS DE PAPA

A pesar de que hoy aquellos acontecimientos parecen triviales, durante mi juventud a menudo creía que el mundo conspiraba contra mí, aunque éste era un sentimiento siempre breve, el cual se desvanecía rápidamente cada vez que me encontraba bateando o sacaba notas más altas en algún examen de álgebra. Un error era rápidamente reemplazado por el éxito cuando iba detrás de la siguiente emocionante aventura. Parecía como si aquellos bofetones de la vida fueran muy frecuentes durante esos tumultuosos años de adolescencia, pero en retrospectiva ahora sé que fueron muy pocos y no tuvieron un efecto perdurable.

En cambio, la tristeza con la que dejé Saint George, Utah, fue muy diferente. Al unirme a los otros automóviles que iban por la autopista hacia Las Vegas, ese sobrecogedor sentimiento no se disipaba. Es más, la carga pareció aumentar cuando abordé el avión de retorno a Reno, Nevada. Tampoco el tocar tierra y encontrarme con mi esposa pudo hacer mucho para aliviar la pesadumbre que apretaba mi corazón. Pasarían varios días antes que la “lección que necesitaba aprender” hiciera el milagro de dar alivio a mi alma agonizante.

Precisamente antes de dejar Saint George fui a visitar a mi padre, quien se encontraba en una casa de reposo recobrándose de una operación reciente. Las palabras de advertencia que me dio mi madre fueron insuficientes para prepararme completamente para lo que sucedió al entrar en la habitación de papá. Fue obvio que se notaba el costo de vivir más de 85 años y haber pasado por varias operaciones recientes, pero lo que más me impactaría estaba oculto profundamente dentro de la mente quebrada de este hombre, quien había sido una parte muy importante e influyente en mi vida durante los últimos 45 años.

Al inclinarme para darle un abrazo a mi padre y saludarlo con un beso instantáneamente se hizo claro que sus brillantes ojos se habían opacado por el tiempo, que sus oídos solo percibían silencio, y que su mente estaba entenebrecida. No existía aquella conexión padre-hijo. ¿Dónde estaban todos los recuerdos de los juegos de mi niñez? ¿Dónde estaban todas las maravillosas palabras de consejo? ¿En dónde se encontraba aquel amor que intercambiamos? Todo se había ido, rodeado de un efecto anestésico, y a su vez había en mí ese asfixiante sentimiento de pesar que comenzó a llenar mi alma al darme cuenta de que mi padre no me reconocía. Todo se había borrado y yo me había convertido en un extraño para él.

Había pasado casi un mes cuando se dieron las circunstancias que me permitieron volver a Saint George para visitar de nuevo a mis padres. Todavía estaba presente y vivo en mí el trauma de mi última visita, lo que hizo que un gran temor me acompañara cuando mi madre, mi hijo Troy y yo entramos en el pequeño cubículo de esa casa de reposo en el que mi padre había dormido la mayor parte del tiempo durante el último mes. Cuando entramos la habitación estaba vacía, lo que hizo que mi corazón diera un vuelco y me inundase una clase diferente de sentimiento.

Buscamos a papá y lo encontramos sentado solo, muy tranquilo, en el área de recreación, la cual había sido convertida en una capilla para los servicios de adoración que se habían llevado a cabo aquella mañana. Fue reconfortante ver como mi padre sostuvo la mano de mamá cuando ella lo saludó. Entonces sus todavía opacos ojos se levantaron para encontrarse con los míos. Sus oídos, que habían estado sordos, se estremecieron al oír mis palabras y allí estaba – aquella maravillosa sonrisa – y las palabras salieron de sus labios: “Bill, estoy muy contento de que hayas venido”. ¡Otra vez me conocía! Aunque los recuerdos de muchos años compartidos no regresaron, la densa niebla había vuelto a sus ojos y su mundo había entrado de nuevo en el silencio, por un maravilloso último segundo el calor de aquel amor se sintió de nuevo, y padre e hijo se encontraron una vez más.

Frederick William Riley solo vivió un poco más, pero la lección que aprendí hizo que su muerte fuera más fácil de aceptar.

El tiempo puede entorpecer nuestros sentidos y bloquear nuestra habilidad para recordar, pero dentro de nuestras almas están indeleblemente registrados todas nuestras relaciones y todas nuestras experiencias e intercambios ocurridos a lo largo de nuestra vida.

La realidad nos dice que para cada uno de nosotros ha de llegar el día en el que olvidaremos aún nuestras más grandes tristezas, con la seguridad de que avanzaremos y tendremos mas emocionantes y maravillosas aventuras.

Estoy agradecido eternamente de que la mayoría de las relaciones, experiencias e intercambios entre mi padre y yo fueron gozosas y positivas. Estoy tan agradecido porque sé que cuando nos volvamos a encontrar tanto su mente como la mía habrán sido vivificadas y las partes corruptibles de nuestro ser se habrán vuelto incorruptibles. Cuan maravilloso será el día en el que, en el fulgor de esa maravillosa y perfecta luz, otra vez veré la sonrisa de papá y oiré aquellas palabras de sus labios: “Bill, estoy muy contento de que hayas venido”.

domingo, 9 de junio de 2013

ENTRE QUIENES SOY CONTADO

Durante los días finales de su viaje mortal el antiguo profeta Lehi puso sus debilitadas manos sobre la cabeza de Zoram, quien durante los primeros años de su vida había sido el sirviente/esclavo de inicuo gobernador de Jerusalén llamado Labán, y bendijo a este leal amigo de su hijo Nefi con la adopción dentro de su familia y, por lo tanto, como miembro de la Casa de Israel.

Aunque muy pocos de entre nosotros somos capaces de apreciar la inconmensurable trascendencia de esta bendición, podemos vislumbrar el significado de ella para la posteridad de Zoram. Al ser contado entre la simiente de Nefi fueron hechos libres de los lazos de la servidumbre, convirtiéndose en co-herederos del sacerdocio real y disfrutando eternamente en sus corazones del gozo que acarrea la libertad.

Zoram recibió del padre Lehi una herencia que no solo tuvo gran importancia con respecto a las cosas mortales, las cuales se llenan de moho y perecen, sino que recibió un don que pertenecía a las cosas que tienen significado sempiterno e inextinguible.

La relectura de este acontecimiento me da siempre la oportunidad de hacer una pausa y meditar en la influencia que pueden tener sobre mi vida mortal y eterna los grupos entre los cuales soy contado.

¿El objetivo del grupo con el que me mezclo es obtener más riquezas con el fin de continuar con su comodidad y sus placeres, o más bien está preocupado en mejorar la calidad de vida del débil y elevar el nivel de vida del pobre y necesitado?

¿Me he unido a los que manipulan a sus semejantes, seduciéndolos sutilmente con el fin de que éstos crean en su propia interpretación de lo que es “correcto”, o más bien, estoy con aquellos que entienden que todos nos encontramos en la búsqueda de aquella luz en las tinieblas, y que necesitamos de guías que puedan ver más allá?

¿Estoy rodeado de aquellos que estiran el dedo señalando las debilidades de sus vecinos o soy bendecido con la compañía de los que se preocupan con evaluarse a sí mismos y hacen una constante introspección?

¿Corro para estar con el grupo que vive la vida como si ésta fuera un parque de diversiones, haciendo fila perpetuamente en la entrada del siguiente juego, buscando alcanzar un placer ineludible, o disfruto de la compañía de aquellos que tienen sus corazones llenos de gozo a causa de su dedicación al Señor y a Su obra de amor?

¿Estoy rodeado constantemente por quienes creen que tienen el derecho de reinar mediante la muerte y la destrucción con el fin de obtener lo que desean, o estoy con aquellos amigos que constantemente hablan de cómo hacer para traer la paz mediante su bondad y su amor?

¿Aquellos entre los cuáles soy contado eligen estar constantemente bajo las cadenas del cautiverio, o soy contado entre los que toman decisiones basadas en las verdades que los hacen libres?

¿Están mis días llenos de comentarios negativos por todos los males del mundo que son arrojados de la boca de aquellos que me rodean, o los que me acompañan en mí andar diario constantemente me recuerdan muchas cosas positivas y muchas condiciones benditas de la vida?

¿Están mis compañeros errantes de aquí allá, a la deriva, por cualquier viento que sopla, o camino con quienes tienen sus pies firmemente plantados en el sendero del evangelio de Cristo?

Los hombres han sido y siempre serán tanto un reflejo como un reflector de los grupos que ellos han heredado o de los que han elegido, y entre los cuales son contados.

El pasar de los años altera la constitución de nuestros grupos, pero muchas veces la compañía actual es el resultado de nuestras relaciones pasadas, así como una sombra de quienes serán los que en un futuro nos acompañen.

El comprender que estamos a la vez bendecidos y malditos con las personas que nos rodean, ya sea que disfrutemos o no de ellas, debería hacer que hagamos una inspección genuina de quienes al presente nos rodean, y de entre quienes somos contados.

Además, la realidad de que a quienes nos alleguemos en esta vida se convierten en una determinante preordinación de nuestros compañeros eternos debe ser razón suficiente para motivarnos a escoger bien hoy a aquellos entre quienes somos contados.

Si vamos a hacer una pausa para considerar el efecto que nuestra elección en cuanto a aquellos entre quienes somos contados tendrá en el legado que recaerá sobre nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, entonces creo que no sólo debemos escoger mucho más cuidadosamente a nuestros compañeros terrenales, sino que debemos buscar anhelosamente la guía divina con el propósito de estar alineados con aquellos entre quienes seremos eternamente contados. Puede que no solo nos salvemos por lo que creemos, sino también por aquellos con los que nos mezclemos y con los que compartimos creencias.

domingo, 2 de junio de 2013

EL COMIENZO

Al igual que me ocurre con muchas de las cosas que he aprendido en la vida, me es imposible recordar cuando entró en mi banco de conocimiento la significativa y hermosa historia escrita por Trina Paulus. En “Esperanza para las flores” aprendemos de la vida de dos orugas, la una llamada Raya y la otra Amarilla; de las luchas que enfrentaron durante sus vidas que al final las conducen a experimentar los eventos necesarios para permitirles cumplir con el propósito de su existencia.

Leemos que Raya se aburría de comer las mismas hojas del mismo árbol, cuando decide salir a explorar y entonces descubre una columna de orugas arrastrándose unas sobre otras en su deseo de alcanzar la cima sin saber qué era lo que irían a encontrar una vez que la alcanzaran. El toparse con Amarilla le da a Raya un breve descanso de la columna de orugas, pero al final es arrastrada de regreso a ese laberinto que se retorcía, dejando atrás a Amarilla a pesar de los ruegos de ésta.

Mientras que Raya pasaba sus días en medio de empellones, arrastrándose y empujando con el fin de alcanzar la cima, Amarilla se lamentaba de la pérdida de su amiga, cuando de pronto encontró a una oruga gris que tejía para sí un capullo. En la conversación con aquella arrugada oruga, Amarilla descubre que la meta que Raya y ella buscan sólo puede hallarse abandonando la búsqueda inútil del pilar de orugas. Con esto en mente, ella va en búsqueda de Raya e intenta convencerla, pero cuando se da cuenta que su misión no tiene éxito vuelve a su árbol en donde comienza a tejer su propio capullo.

Cuando Amarilla emerge del capullo en la forma de una hermosa mariposa amarilla, forma a la que había sido destinada por la naturaleza, alza vuelo y se dirige a la columna. Luego de un rato convence a Raya de que estar en la columna no es la manera de encontrar la realización. Entonces Raya vuelve a su árbol y comienza a tejer su propio capullo.

En este encantador y significativo cuento Trina nos da una razón para hacer una pausa en medio de nuestra propia apabullante vida con el fin de reflexionar en cuanto a la columna que frenéticamente nos esforzamos por escalar.

¿Cómo considero a aquella multitud que está en la columna conmigo?

¿Son sólo peldaños a quienes debo pisar para lograr mi objetivo?

¿Hay algo que yo pueda decir o hacer para justificar mi indiferencia hacia ellos con el fin de poder lograr mi propósito?

¿Desconfío de todo lo que ellos me dicen y veo todo con suspicacia?

¿Califico como “buenos” a los demás en base al color de su piel, sus preferencias políticas y su estatus social?

¿Estoy tan concentrado en aquella aprehensiva multitud que la voz de la razón es solo un distante e irreconocible eco?

O

¿Veo en aquella multitud oportunidades sin número para servir?

¿Sopeso cada uno de mis actos y cada una de mis palabras en la balanza de las verdades eternas?

¿Confío en mis compañeros de viaje a pesar de sus debilidades, reconociendo que ellos también están luchando por encontrar su propósito en la vida?

¿Aprecio el espectro del arcoíris, la variedad de comprensión y la riqueza de los climas culturales?

¿Busco saber y prestar oído a aquellos que ya partieron pero que tal vez sabían más de cómo hacer las cosas mejor?

¿Cuál es el instrumento que uso para examinar la vida: un telescopio, un microscopio o lentes eternos?

¿Pierdo el tiempo mirando a la distancia que no logro ver la belleza de mi inexplorado presente?

¿Pierdo el tiempo examinando las tenues esquinas oscuras de mi cubículo llamado hoy que no veo los brillantes mañanas que están delante?

¿Estoy tan ocupado corriendo de mi telescopio a mi microscopio que mis lentes eternos se han opacado por años de duda y escepticismo?

¿Acaso los publicistas de telescopios y microscopios han hecho tan bien su trabajo que han quitado de mi vista la realidad del próximo glorioso estado de existencia?

O

¿Hago un balance entre mis observaciones de larga distancia y mis obtusas perspectivas, y las comparo con la vista exaltada que me brinda los cielos?

¿Me aseguro de que entre mis correrías de aquí para allá haya tiempo para refrescar mi vida con fe y esperanza?

¿Estoy seguro de mantener en perspectiva la propaganda del presente al volver a leer o escuchar los mensajes de quienes compartieron sus experiencias de vida manteniendo vivas las visiones de la eternidad?

El mensaje de Trina Paulus en “Esperanza para las flores” es especial por su simpleza y abundancia de bienaventuranzas, y cuando lo entendemos nos ayuda a darnos cuenta que el tira y jale de la vida, el estar en medio de empujones y empellones, no es el propósito de nuestro vivir, sino simplemente el preludio del comienzo de nuestra verdadera existencia. Oro para que hoy todos comencemos a tejer el capullo que a la larga nos libere a ese glorioso comienzo.