domingo, 11 de marzo de 2012

ORACIÓN – FE – ALBEDRIO

He meditado, yo medito y parece que durante todo el tiempo previsible de mi futuro seguiré meditando sobre cómo vamos a integrar correctamente los principios de la oración, la fe y el albedrio en nuestras vidas.

El primer recuerdo que tengo de la lucha con la adecuada coordinación de estos principios se produjo cuando siendo un chaparro aspirante a jugador de baloncesto de 12 años de edad, me uní a mis compañeros de equipo y el entrenador para orar antes del juego, y oí al joven aun mas maduro de 14 años cuya voz pedia un final triunfante a nuestros esfuerzos en la cancha esa noche. No era lo que yo llamaría verdadera meditación, pero la idea pasó por mi mente, ¿por qué el Señor debería favorecernos más que al otro equipo, cuyos miembros eran amigos de la escuela que iban a la misma iglesia que nosotros? Sé que debió haber tenido un efecto en mí, porque cada vez que se me pedia orar antes de los partidos, siempre pedia por seguridad y que tratáramos de jugar con un buen espíritu deportivo. Tristemente tengo que informar que la primera parte de la oración fue contestada en su mayoría, pero el espíritu deportivo se vio a menudo empañado por jóvenes mentes inmaduras, indisciplinadas y de mal genio.

El proceso inicial del cortejo viene a la mente como un estímulo que me hace preguntar sobre la relación de estos principios. Recuerdo a un compañero que me decía que antes de llamar a una chica para invitarla a salir, ofrecía una oración para que el corazón de ella se ablandara y estuviera dispuesta a aceptar su invitación. Para esta fecha mi capacidad de concentrarme en un pensamiento se había expandido más allá del solo 'pasar por mi mente', así que diré que si lo que hice no fue meditar fue por lo menos una profunda meditación. Me preguntaba si un joven luchando contra los estragos de los granos en la cara, podría realmente ejercer la fe mediante una oración lo suficiente para reprimir el albedrio de una bella joven. Debo admitir que nunca resolví eso antes de graduarme del bachillerato.

Cuando estaba sirviendo mis seis meses de servicio activo como reservista del ejército, recuerdo que oraba fervientemente para que pudiera encontrar algún alivio a los abusos del sargento de entrenamiento, o de tener la fortaleza para soportarlo. Cuando se hizo un llamado, después de la tercera semana de entrenamiento básico, por un lanzador de softball para el Grupo Batalla del que era parte, estaba seguro de que el Señor había alterado el universo sólo para mí, al pasar la mayor parte de las semanas que quedaban de entrenamiento doblando servilletas en el comedor y lanzando para el Grupo Batalla en el torneo de la base. Realmente nunca he estado exactamente opuesto a la guerra, pero ore para que nunca estuviera en una situación en la que tendría que tomar la vida de otro. Cuando fui asignado para ser entrenado como mecanógrafo en lugar de un entrenamiento militar avanzado, una vez más, sabía que todas las estrellas habían sido realineadas para dar cabida a mí y mis deseos. Los eventos en Fort Ord, California, han sido la base de muchos pensamientos sobre cuan grandemente la fe de nuestras oraciones trabaja en el alineamiento de las vidas de otros para satisfacer nuestros deseos personales.

Al servir como misionero en México, cuando todavía era muy joven, recuerdo que nos arrodillábamos, con mi compañero mañana, tarde y noche rogando al Señor que nos ayudara a encontrar a aquellos que estaban dispuestos a escuchar nuestro mensaje, o que nos diera el poder de ser instrumentos para convencer a los que estaban dispuestos a escuchar nuestras palabras. No estoy seguro de si era una meditación diaria, pero lo que recuerdo era una muy seria y continua meditación durante este tiempo. Si no diariamente pero casi a diario, fue difícil para mi el como las fieles oraciones podrían influir en el albedrio de la maravillosa gente de México, y hacer que ellos hicieran los sacrificios que les brindarían tan dramático cambio social a sus vidas.

Al regresar a casa después de mi misión, dos influencias me impactaron grandemente. La primera fue la necesidad de obtener una educación tanto como fuera posible, y la segunda era encontrar a alguien que entrara en el convenio del matrimonio eterno conmigo. La primera se resolvió fácilmente al inscribirme en lo que entonces se llamaba Santa Ana Junior College. El uso indebido del albedrio durante mis días de la escuela secundaria y la realidad de mi situación económica limito mis opciones del dónde iba a continuar mi búsqueda de una educación avanzada. Para esta época, y debido a la extensa reflexión sobre el asunto en mi misión, yo sabía que la oración sería inútil para tratar de ablandar lo suficiente los corazones de los administradores de las universidades, para superar mis deficiencias. En el segundo asunto sin embargo, aún persistía en mi mente la posibilidad de que mi fe y mis oraciones pudieran ser suficientes para superar la duda y el temor que la joven que cortejara pudiera tener, y que su albedrio pudiera ser cambiado a mi favor.

Voy a añadir uno experiencia más para ilustra el por qué el llegar a un entendimiento de cómo la oración, la fe y el albedrio, con el pasar de los anos, han ocupado un lugar tan destacado en mis reflexiones. No mucho tiempo después de que Kathleen aceptara mi invitación de matrimonio eterno, nuestro equipo de softball de la iglesia en Garden Grove, California, estaba a punto de ganar el Torneo Regional de Softball, y en camino a participar en el Torneo General de la Iglesia en Salt Lake City, Utah. Kathleen y yo utilizamos esto como una excusa para tomar por primera vez nuestras primeras y verdaderas vacaciones de casados junto a nuestro hijito Cevin. Sucedió entonces que perdimos el último partido del Torneo Regional. Kathleen y yo decidimos tomar las vacaciones de todos modos. También habíamos considerado ensenar Seminario como un trabajo de tiempo completo ya que estaríamos en Provo, Utah, donde las oficinas de la administración del Sistema de Educación Iglesia se encontraban en ese momento. Estas vacaciones se llevaron a cabo el verano después de que yo había estado enseñando Seminario temprano en la mañana en el sur de California durante los últimos cuatro años. Resumiendo los acontecimientos de nuestras vacaciones, salimos de Utah como empleados del Sistema Educativo de la Iglesia, con dos semanas para volver a Garden Grove, renunciar a mi trabajo, vender nuestra casa, encontrar un lugar para vivir cerca de mi primera asignación en el instituto de Seminario del colegio Kearns, y empezar nuestra vida en una carrera que ocuparía una gran parte de los próximos 50 años de nuestras vidas. Curiosamente, tal como lo recuerdo, aparte de nuestras oraciones normales de gratitud y de protección, no recuerdo haber pedido cualquier tipo de alteración especial o ablandecimiento de las mentes y las voluntades de otros durante esa semana que altero nuestra vida.

Conclusiones que siempre cambian y limitado entendimiento le siguen a este pensamiento.

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