domingo, 6 de mayo de 2012

AGRADECIDO POR UNA MADRE ASI

Dudo que alguna vez tendré una relación tan duradera en la mortalidad como la que tuve con mi madre, que pasó a la inmortalidad en mayo del 2011. Viajamos simultáneamente en esta esfera 72 años, un mes y algunos días.

Hubo intervalos en los que la interacción era diaria, la mayoría de las veces era semanal y con poca frecuencia nuestras relaciones personales eran escasas, pero la unidad de un hijo a su madre fue siempre constante.

Yo sé que mi experiencia familiar fue más o menos a la antigua, habiendo tenido padres que fueron compañeros hasta la muerte de mi padre en 1984, y una familia grande que tuvo sólo períodos cortos de algo de discordia. Tuve un acontecimiento inusual con mi madre, en el que tuve la experiencia de llevar a cabo la ceremonia de su matrimonio, cuando se unió a un segundo compañero por un poco más de una década de sus últimos anos.

Lo más constante en mi relación con mi madre fue el agradecimiento que tenía por ser su hijo durante todos estos años mortales.

Agradecido por una madre, quien a través del amor, la paciencia y la ternura enseño el gozo de la unión, que hace la interdependencia en las relaciones una cosa positiva, dejando a su descendencia con la capacidad y el deseo de entregarse totalmente a otro sin temor de perder la propia individualidad.

Agradecido por una madre, que ha demostrado a través del ejemplo que la felicidad se puede disfrutar mas constantemente por aquellos que viven para servir a los demás.

Agradecido por una madre, que inculcó en los corazones de sus hijos, que no importa lo lejos que pueden apartarse de su camino preferido, siempre tendría los brazos perpetuamente preparados para un abrazo de bienvenida.

Agradecido por una madre, que tanto amó a su compañero eterno, que fue fácil aprender que la verdadera fusión de dos vidas en unidad, se produce debido a que cada uno desinteresadamente se esfuerza por ayudar a su otra mitad a llegar a ser todo lo que puede ser.

Agradecido por una madre, que mostró que las cosas realmente valiosas en la vida no tienen precio, mientras que las cosas realmente caras en el mundo por lo general terminan siendo de poco valor.

Agradecido por una madre, que sabía que los demás no tienen los mismos intereses, pero que el variar las actividades de uno añade a la vida sin restarle a las preferencias personales.

Agradecido por una madre, que cuando llegó el momento de cambiar la relación diaria con el niño a una menos frecuente para que otra unidad familiar llegara a existir, confío en sus largas horas de entrenamiento permitiéndole dejar a sus hijos seguir hacia su próxima fase en la vida.

Agradecido por una madre, que sabía que en última instancia, cada uno de los hijos de nuestro Padre Celestial es responsable de sus propias decisiones, errores y éxitos, y recibirá las consecuencias de sus pensamientos, palabras y acciones.

Agradecidos por una madre, quien demostró que las relaciones adicionales no tenían que causar una división de amor, pero podrían convertirse en el medio que le ayudaría a uno a multiplicar su capacidad de amar.

Agradecidos por una madre, que creía en la fraternidad universal de la humanidad y enseñó que tenemos que buscar continuamente los puntos en común que compartimos, y valorar la fuerza que viene como resultado de nuestras diferencias compartidas.

Agradecido por una madre, que ha demostrado, a través de la práctica y el precepto, que la vida tiene sentido y que el gozo pleno prometido es alcanzable.

Agradecido por una madre, que vivió en tal forma que perseverar hasta el fin paso de ser un principio a una realidad.

Mientras las décadas se han desplegado en mi vida, he sido testigo de los cambios evolutivos de la idea de que constituye una familia. Sé que hoy en día hay niños que son criados con éxito en diferentes tipos de familias, pero en cuanto a mi sé que mi agradecimiento se extenderá a las eternidades porque tuve el privilegio de pasar mis días de prueba perpetuado en una familia a la antigua con una madre amorosa que siempre estuvo ahí.

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