domingo, 4 de agosto de 2013

ZAPATOS ITALIANOS HECHOS A MANO

Es interesante notar que pensamientos vienen a tu mente cuando te sientas frente al computador. No creo que me haya molestado en pensar en zapatos italianos hechos a mano en los últimos 40 y pico de años, pero aquí estoy meditando en la gran expectativa que tenía cuando paseaba en la tienda de ropa de hombres de la esquina del boulevard de Garden Grove con la avenida Euclides, en Garden Grove, California, cuando recién llegué de la misión, sabiendo que tenía suficiente dinero en mi billetera de segunda mano para al fin comprarme los largamente anhelados zapatos italianos hechos a mano.

¡Qué sentimiento de lujo maravilloso destiló sobre mis piernas en el momento en el que deslicé los pies entre aquellas capas de suave cuero! Me saqué mis bastante desgastados zapatos de misionero y los puse en la caja de aquellos zapatos italianos hechos a mano, y salí de la tienda usando aquellos hermosos zapatos. Estaba completamente seguro que todo el mundo estaba consciente de que mis pies estaban adornados con zapatos que únicamente los ricos y famosos podían usar.

Ni aún durante mis días de entrenamiento básico en el ejército, cuando cada una de mis acciones estaban bajo el cuidadoso escrutinio de los ojos de mi sargento entrenador, tuve tan devoto cuidado de mis zapatos. Lustrador, el uso de hormas, cubiertas contra el polvo, nada era suficiente para cuidar aquellos zapatos italianos hechos a mano tan especiales.

Pero desafortunadamente, demasiado pronto, y debido a sus muy delgadas suelas, llegó el día en el que de pronto me desperté y me percaté que mis zapatos italianos hechos a mano tenían una cubierta brillante, pero su base había sido puro oropel. Ahora se podían ver mis medias a través de los agujeros de las invaluables suelas de cuero.

O, que día tan triste fue aquel en el que me quedé de una pieza frente al sonriente zapatero, quien regodeándose con nerviosismo, me informaba que debido a la composición única de los zapatos, no se les podía cambiar la suela. En cuestión de unos cegadores segundos mi era entre los ricos y famosos llegó a un desastroso final.

Los zapatos italianos hechos a mano permanecieron en mi armario durante varios años entre otros trofeos de pasados triunfos imaginados, pero con el tiempo los deseché con lo que fue el comienzo de una revisión significativa de la realidad.

Hoy, al rememorar este suceso, lo veo como algo jocoso por la desmedida importancia que le había puesto a aquel par de zapatos italianos hechos a mano, y al ver como las prioridades de mi vida han cambiado dramáticamente, me pregunto:

¿Qué clase de esposo sería si tratara esa sublime relación y mayordomía con tal celo?

¿Qué clase de padre sería si enfrentase tan gran responsabilidad con el mismo cuidado dedicación?

¿Qué clase de vecino sería si yo los considerara a ellos con el mismo valor y nivel de prioridad?

¿Qué clase de hijo de Dios sería si yo me esforzara por emular las características de la deidad con el mismo grado de fidelidad?

El Elder Neal A. Maxwell ha expresado elocuentemente lo que trato de decir con las siguientes palabras: “Algún día, cuando veamos atrás a nuestra mortalidad, veremos que muchas de las cosas que parecían tan importantes en ese momento no tendrán ninguna importancia, y que las cosas eternas tendrán una importancia muy superior a la que cualquiera de los más fieles santos haya imaginado.”

Puedo testificar con entusiasmo que existe una vida aún después de que los zapatos hechos a mano se hayan agujereado y el polvo haya cubierto su lustre. También puedo testificar con cierto grado de conocimiento que el ser un esposo digno requiere de muchas lustradas para que mantenga su brillo; que el ser padre necesita mucho apoyo para mantener las cosas en forma; que el ser un buen vecino tiene valor únicamente si va acompañado de bondad. También estoy agradecido a nuestro amoroso Padre, quien cuando nosotros le hacemos agujeros a nuestras almas, Él se convierte en el Zapatero Lleno de Gracia, quien por siempre nos proporciona la forma en la que podemos remendar nuestras almas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario