domingo, 9 de agosto de 2020

LAS ENSEÑANZAS DE SAMUEL EL PROFETA LAMANITA 1

En los capítulos 13 a 15 del Libro de Helamán en El Libro de Mormón Otro Testamento de Jesucristo leemos acerca de un profeta lamanita llamado Samuel que viene entre los nefitas y, entre otras enseñanzas, profetiza de su destrucción final. Aunque las maneras de evitar la destrucción total son el tema primordial de sus enseñanzas, encuentro muchos de sus pensamientos dignos de meditar seriamente para nosotros que vivimos durante la tercera década del siglo XXI.

Y he aquí, un ángel del Señor me lo ha declarado, y él impartió alegres nuevas a mi alma. Y he aquí, fui enviado a vosotros para declarároslo también, a fin de que recibieseis buenas nuevas; pero he aquí, no quisisteis recibirme. (Helamán 13:7)

Aunque podemos ser entrenados en hablar en público y hemos pasado años aprendiendo cómo y practicando la enseñanza no hay mayor manera de asegurar que nuestras palabras tengan un efecto poderoso en una audiencia que haberlas escrito por un ángel.

Sospecho que pocos de nosotros tendremos escritores fantasma sindicales que compongan nuestros discursos para nosotros durante nuestra vida terrenal, pero agradecidamente los susurros del Espíritu Santo están disponibles para todos los que buscarán esa ayuda.

Además de que un orador o maestro se inspire a pronunciar palabras reveladoras, todos nosotros también necesitamos buscar la ayuda de la inspiración celestial para entender y saber cómo aplicar las palabras que nos llegan de aquellos que las han recibido.

Nunca debemos dejarnos llegar a ser víctimas de las consecuencias negativas de no prestar las instrucciones reveladoras de quien las ha recibido, de la manera que el Señor haya visto apropiada para otorgarlas.

Sí, ¡ay de esta gran ciudad de Zarahemla, porque he aquí, es por causa de los que son justos que se ha salvado! Sí, ¡ay de esta gran ciudad, porque yo percibo, dice el Señor, que hay muchos, sí, la mayor parte de los de esta gran ciudad, que endurecerán su corazón contra mí, dice el Señor!

Pero benditos son los que se arrepientan, porque a ellos los salvaré. Pues he aquí, si no fuera por los justos que hay en esta gran ciudad, he aquí, yo haría que descendiera fuego del cielo y la destruyera.

Mas he aquí, es por el bien de los justos que es perdonada. Pero he aquí, viene el tiempo, dice el Señor, que cuando echéis a los justos de entre vosotros, entonces os hallaréis maduros para la destrucción. Sí, ¡ay de esta gran ciudad por motivo de la iniquidad y abominaciones que hay en ella!
(Helamán 13:12–14)

Las nubes que vienen a bloquear los detalles en mi memoria no me permiten recordar la hora exacta ni qué profeta de la Dispensación de la Plenitud del Tiempo lo pronunció, pero recuerdo el impacto que tuvo en mi mente más joven cuando dio el mismo pronunciamiento que Samuel que hay ocasiones en que la destrucción no sucede debido a los justos que permanecen entre un pueblo.

Vienen dos pensamientos: En primer lugar, es que esta es una manera más en que podemos servir a nuestras hermanas y hermanos que permanecen con nosotros simultáneamente en la tierra. En segundo lugar, que parece que esta protección tiene sus límites.

El único límite que Samuel menciona es que cuando los inicuos comiencen a intimidar a los justos es que se eliminará el paraguas salvador. Sospecho que incluso si la matanza no tiene lugar el grado de iniquidad puede llegar a un punto donde la destrucción es la única solución para el Señor.

Sí, ¡ay de todas las ciudades que se hallan en la tierra circunvecina, que están en posesión de los nefitas, por causa de la iniquidad y abominaciones que hay en ellas!

Y he aquí, vendrá una maldición sobre la tierra, dice el Señor de los Ejércitos, por causa del pueblo que se halla sobre la tierra; sí, por motivo de sus iniquidades y sus abominaciones.

Y acontecerá, dice el Señor de los Ejércitos, sí, nuestro grande y verdadero Dios, que quienes oculten sus tesoros en la tierra no los encontrarán más, por causa de la gran maldición de la tierra, a menos que sea un hombre justo y los esconda para los fines del Señor.

Porque yo dispongo, dice el Señor, que escondan sus tesoros para mis fines; y malditos sean aquellos que no los escondan para mis propósitos; porque nadie esconde sus tesoros para mí, a menos que sean los justos; y aquel que no oculte su tesoro para mí, maldito es, y también el tesoro; y nadie lo redimirá a causa de la maldición de la tierra.

Y llegará el día en que ocultarán sus tesoros, porque han puesto sus corazones en las riquezas; y porque tienen puesto el corazón en sus riquezas, y ocultarán sus tesoros cuando huyan de sus enemigos; y porque no los ocultarán para mis fines, malditos serán ellos y también sus tesoros; y en aquel día serán heridos, dice el Señor.

He aquí, vosotros, los habitantes de esta gran ciudad, escuchad mis palabras; sí, escuchad las palabras que el Señor habla; porque he aquí, él dice que sois malditos por motivo de vuestras riquezas, y vuestras riquezas son malditas también, porque habéis puesto vuestro corazón en ellas, y no habéis escuchado las palabras de aquel que os las dio.

No os acordáis del Señor vuestro Dios en las cosas con que os ha bendecido, mas siempre recordáis vuestras riquezas, no para dar gracias al Señor vuestro Dios por ellas; sí, vuestros corazones no se allegan al Señor, sino que se hinchan con desmedido orgullo hasta la jactancia, y la mucha vanidad, envidias, riñas, malicia, persecuciones, asesinatos, y toda clase de iniquidades.
(Helamán 13:16-22)

Antes de agregar cualquiera de mis propios pensamientos a los de Samuel, me impresiona agregar las enseñanzas de Jacob hijo de Lehi, que nació en el desierto y sucedió a Nefi hijo de Lehi como profeta de los nefitas. Una búsqueda rápida de las Escrituras nos dará a conocer que esta preocupación acerca de los peligros que acompañan la acumulación de riquezas fue compartida por los profetas cuyas palabras se encuentran en el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y Doctrina y Convenios, así como el Libro de Mormón Otro Testamento de Jesucristo.

¡Oh, si os librara de esta iniquidad y abominación! ¡Oh, si escuchaseis la palabra de sus mandamientos, y no permitieseis que este orgullo de vuestros corazones destruyera vuestras almas!

Considerad a vuestros hermanos como a vosotros mismos; y sed afables con todos y liberales con vuestros bienes, para que bellos sean ricos como vosotros.

Pero antes de buscar riquezas, buscad el reino de Dios.

Y después de haber logrado una esperanza en Cristo obtendréis riquezas, si las buscáis; y las buscaréis con el fin de hacer bien: para vestir al desnudo, alimentar al hambriento, libertar al cautivo y suministrar auxilio al enfermo y al afligido.

Y ahora bien, hermanos míos, os he hablado acerca del orgullo; y aquellos de vosotros que habéis afligido a vuestro prójimo, y lo habéis perseguido a causa del orgullo de vuestros corazones por las cosas que Dios os dio, ¿qué tenéis que decir de esto?
(Jacob 2:16-20)

Aquellos que han hecho incluso un seguimiento casual de mis Pensamientos seguramente recordarán con qué frecuencia he hablado de la carga adicional que los que nacen en la pobreza llevan durante su probación mortal, pero de los escritos de los profetas también aprendemos que aquellos que son bendecidos con un exceso de las riquezas del mundo, de la misma manera, pueden ser cargados con pruebas excepcionales que pueden restringir su justo progreso. Sospecho que hay quienes en ambos extremos del continuo cambiarían de posición. Se pregunta si en los párrafos del Plan del Padre Celestial que se aplican a nosotros individualmente si todo nuestro Padre consciente ordenó previamente dónde en el espectro de las riquezas debemos permanecer durante la vida terrenal para proporcionarnos la prueba más grande de nuestra fe.

Los profetas a través de los siglos han conectado lo que está en nuestro corazón acerca de las riquezas como la prueba más importante que debemos pasar. Incluso a aquellos que tienen muy poco de las recompensas del mundo, el Señor les ha amonestado acerca de dónde deben estar sus corazones.

Y además, digo a los pobres, vosotros que no tenéis, y sin embargo, tenéis suficiente para pasar de un día al otro; me refiero a todos vosotros que rehusáis al mendigo porque no tenéis; quisiera que en vuestros corazones dijeseis: No doy porque no tengo, mas si tuviera, daría.

Ahora bien, si decís esto en vuestros corazones, quedáis sin culpa; de otro modo, sois condenados; y vuestra condenación es justa, pues codiciáis lo que no habéis recibido.

Y ahora bien, por causa de estas cosas que os he hablado —es decir, a fin de retener la remisión de vuestros pecados de día en día, para que andéis sin culpa ante Dios— quisiera que de vuestros bienes dieseis al pobre, cada cual según lo que tuviere, tal como alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo, y ministrar para su alivio, tanto espiritual como temporalmente, según sus necesidades.
(Mosíah 4:24-26)

Entonces, ¿qué es lo que nos dicen estas enseñanzas de las Escrituras debe estar en nuestro corazón con respecto a las riquezas o la falta de riquezas?

Las Escrituras nos enseñan que siempre debemos recordar la tierra y todo lo que hay allí son del Señor, no de los nuestros. Sería maravilloso que algunas de las enseñanzas de las antiguas culturas que habitaban las tierras de las Américas, el continente africano y las islas del mar en cuanto a la falacia de ser el propietario de propiedades y cosas no hubieran sido destruidas por aquellos que vinieron, conquistaron y posteriormente reemplazaron estos sistemas de mayor valor.

Las palabras de los profetas también nos dicen que cualquiera que sea la cantidad de riqueza de Su mundo que hemos puesto bajo nuestra mayordomía durante nuestra vida, siempre debemos recordar que esas riquezas no se nos dieron para poder vivir en lujo, sino que nos dieron para que aprendiéramos a ser siervos justos que son conscientes de los hambrientos , desnudos y enfermos y lo que podemos hacer para aligerar sus cargas.

Antes de terminar el pensamiento de hoy, sería bueno recordar el consejo de Mosíah que se encuentra en (Mosíah 4:27).

Y mirad que se hagan todas estas cosas con prudencia y orden; porque no se exige que un hombre corra más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten. Y además, conviene que sea diligente, para que así gane el galardón; por tanto, todas las cosas deben hacerse en orden.

Los primeros conversos en la Dispensación de Jesucristo que se aisló y trajo todo lo que tenían a sus comunidades cristianas, sin haber proporcionado medios para la continuación del sustento, pronto se vieron abrumados por las condiciones de la pobreza universal.

Los primeros conversos en la Dispensación de la Cumplimiento de los Tiempos cuando se les dieron los principios del Orden Unido fracasaron miserablemente, porque como el profeta José Smith Jr. enseñó que eran como niños que trataban de usar herramientas sin haber aprendido primero.

Estoy agradecido por la manera en que el Señor ha instruido y brindado la oportunidad a los que se les ha dado, por medio de los diezmos y las ofrendas, una manera de proveer a los necesitados.

(Continuar)


PENSAMIENTOS PARA UN DIA DE REPOSO – WILLIAM L. RILEY

EDITADO POR – KATHLEEN W. RILEY

❣️PENSAR + PLANEAR + PREPARAR + HACER ➡️ AMABILIDAD + BONDAD + CUIDAR + GENEROSIDAD ➡️ ABRAZOS + PAZ + GOZO + AMOR ➡️ INTEGRIDAD + FE + ESPERANZA + CARIDAD❣️ = 💞LA VIDA BUENA💞

No hay comentarios:

Publicar un comentario