domingo, 19 de diciembre de 2010

NACIDO EN EL DIA DE NAVIDAD

El Memo-cito yacía quieto en su cama del cuarto C108 en el Hospital para Niños. En sus 11 años de vida, esta era la cuarta Navidad que el Memo-cito pasaría en la cama de un hospital


Guillermo era realmente su nombre, pero él no se dio cuenta de esto hasta que empezó a escribir su nombre durante su primer grado en la clase de la Señora Brown. Todos siempre lo habían llamado Memo-cito – pero usualmente se decía como si fuera una sola palabra, Mecito. Ese día el recordaba cuando regresaba a su casa de la escuela y después de responder las preguntas de su madre sobre lo que había aprendido ese día, recordaba preguntándole si su nombre era realmente Guillermo. Ella le había dicho que Guillermo era el nombre que le habían puesto cuando él nació durante aquel día más maravilloso de Navidad. También le dijo nuevamente, como siempre le había dicho, que él era el mejor regalo de Navidad que ella hubiera recibido. Su madre le dijo que sería mejor si él ponía su nombre Guillermo en sus papeles de la escuela.


La primera vez que el paso la Navidad en el hospital, fue el día en que nació y realmente no recordaba mucho de su cumpleaños número cero. Su madre siempre le dijo cuan grandioso era celebrar su cumpleaños junto al de Jesús. Una de sus fotos favoritas del álbum de fotos era la de su mama vestida como María alzándolo en el pesebre que su padre había construido en el patio de la iglesia. Él tenía un ano y no era realmente un bebe como Jesús, pero aún era una foto preferida y su mama le dijo que era su favorita entre la de todos sus cumpleaños. Mientras el miraba a su madre sentada cerca de su cama, el sintió como si nuevamente estuviera abrazado en los brazos de ella, así como en la foto.


El no recordaba mucho de la Navidad que paso en el hospital cuando tenía cuatro años. Una cosa que si recordó fue que su padre había llevado un árbol de Navidad a su cuarto. El árbol era pequeño y él estaba tan contento cuando su padre puso todas las pequeñas decoraciones en el árbol. Al lado del árbol su madre había puesto un pequeño pesebre con animalitos y personas en miniatura alzando y mirando al bebe Jesús. Ese fue el ano en que su padre había empezado a contarle a la familia la historia de los pastores quienes habían escuchado a los ángeles cantar y como ellos habían dejado las ovejas en la colina y se fueron a ver al bebe Jesús. El padre siempre había terminado la historia diciendo que todos necesitábamos estar listos y dejar cualquier cosa que estuviéramos haciendo e ir a Jesús cuando los ángeles cantaran en nuestros corazones. Después de esa Navidad, aunque siempre tuvieron un gran árbol de Navidad en la sala de la casa, el pequeño árbol fue puesto en la mitad de la mesa del comedor con el pequeño pesebre al lado.

Mecito le encantaba estar en casa para Navidad y durante su cumpleaños, pero por alguna razón, mientras estaba en su cama, el recordaba las Navidades que paso en el hospital con su familia alrededor de su cama como algo muy especial y muy claro en su mente.

En su cumpleaños número siete Mecito se encontró nuevamente en una cama de hospital rodeado por su familia. El padre había traído el árbol pequeño con los pequeños ornamentos y había puesto el pesebre en miniatura. Como siempre mientras Mecito miraba a la pequeña María alzando al bebe Jesús, él podía sentir la tibieza de los amorosos brazos de su mama alrededor de él, aunque ella estaba leyendo la Biblia en la silla más cercana a su cama. Ese fue el ano en que su hermana mayor (el nunca entendió porque no la llamaban Katia-la grande, pero siempre se le decía Katia – pero si no llegaba después que su madre la había llamado varias veces entonces le decían Kathleen) conto la historia de los reyes magos. Katia había leído la historia el año anterior, pero este ano ella conto la historia y a Mecito le gustó mucho más cuando ella lo conto. La estrella parecía siempre más brillante, el viaje mucho más largo, Herodes más cruel y los regalos más maravillosos cuando Katia ponía su especialidad a la historia. Mecito realmente le gustaba cuando ella terminaba la historia diciendo que los regalos que los reyes magos habían traído eran dignos de un rey. Mecito siempre trataba de no llorar cuando veía las lágrimas rodar de las mejillas de Katia mientras ella terminaba la historia diciendo que esperaba que su vida fuera un digno regalo para su Rey.

Ahora en su cumpleaños número 11 Mecito se encontraba nuevamente en un cuarto de hospital con su familia alrededor de su cama. Este ano el rostro de su madre parecía brillar como la estrella en la historia de Katia. Este ano el no tendría que imaginarse que estaba siendo abrazado por la tibieza de los brazos de su madre, porque, lo que parecía suceder cada uno cuantos minutos, ella venia al lado de su cama para darle un amoroso abrazo.


Mientras su padre estaba parado al aldo del árbol de miniatura con los pequeños ornamentos rodeados por el pequeño pesebre con los animalitos, pastores, reyes magos, José, María y él bebe Jesús, el conto la historia de los pastores cuidando sus ovejas en la noche, Mecito pensó que era un ángel el que había hablado cuando su padre dijo esas bella palabras, " necesitamos estar listos a dejar lo que estemos haciendo e ir a Jesús"


Este ano Katia hablo sobre la brillante estrella e iba a empezar a hablar acerca del largo viaje de los reyes magos cuando las lágrimas empezaron a rodar de sus mejillas. Cuando ella estaba a punto de llegar a la parte de esperar que su vida fuera un digno regalo para un rey ella muy difícilmente pudo decir las palabras entre los suspiros profundos que ella tomaba. Mecito supo que tragar fuerte no le ayudaría a no dejar que las lágrimas rodaran de sus propias mejillas, pero por alguna razón realmente no importaba.

Mientras la familia terminaba el ultimo verso de Noche de luz, Noche de paz, Mecito nuevamente nació en el Día de Navidad y débilmente escucho estas dulces palabras, "Mecito gracias por tu vida que es en realidad un regalo digno para un Rey"

Escrituras: Juan 18:37, Job 14:14, 3 Nefi 1:13, Juan 11:17, 3 Nefi 27:13, Romanos 14:9, 1 Tesalonicenses 5:10

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