domingo, 21 de agosto de 2011

ARBUSTOS – CAPULLOS – FLORES

José Fulano había pasado15 ciclos de humedad y de sequía anuales. Esta noche se sentó al lado de su cama tratando de recordar el primer dia en que su mama lo llevo a la pequeña huerta detrás de la humilde casa que José, sus tres hermanos y sus tres hermanas compartían con su padre, su madre, y su abuela. Pacientemente su madre le había mostrado como saber la diferencia entre una planta que crecía y la mala hierba. Su corazón se llenó de gozo el dia que ella le dio unas semillas preciosas y lo envió a ponerlas en el fresco suelo cultivado.

Después de 10 ciclos de estaciones húmedas y secas, José fue alejado de los sentimientos de seguridad que había ganado cuando trabajaba en la pequeña huerta de verduras detrás de la casa, y siguió a su padre y a sus dos hermanos mayores para trabajar con las plantas de café en las colinas que rodeaban su pequeña casa y el pequeño jardín.

José ahora ocupaba su tiempo en el largo y necesario proceso requerido para mover las pequeñas plantas de café que habían crecido en el cantero, trasladándolas cuidadosamente a bolsas con cubierta de poliéster y replantándolas en el área mas sombreada de su tierra, y entonces después de seis meses, se llevaban a la plantación de café donde, si sobrevivían, se quedarían ahí hasta el momento de ir a la parte de la plantación donde finalmente, después de tres o cuatro años, comienzan a florecer y a producir granos.

Le emociono a José el pensar que esas pequeñas plantas que había cuidadosamente regado cuando fue llevado a la plantación por primera vez por su padre, estaban ahora produciendo abundamiento los granos que, cuando se secaban, proveían todas las cosas maravillosas de vida para su familia.

Durante muchos años él había visto a su padre, y después a sus hermanos mayores, llevar los tres burritos por el camino lejos de la plantación a comerciar en el pueblo del valle que quedaba más abajo. Hoy su padre les dijo que en la manana seria José el que llevaría los tres burritos llenos de carga al pueblo.

Él se despertó aún más temprano en esa manana especial, con las instrucciones de su padre girando sin cesar en su cabeza. Sintió como si hubiera bajado por el camino muchas veces, encontró el comprador de granos y fue al mercado con sus certificados para canjear por cosas esenciales para su familia. En realidad esta sería la primera vez que sus huellas serian halladas en el camino ondulante y angosto que llevaba al pueblo contiguo.

Mientras José giraba por una pequeña curva en el camino, vio un arbusto que parecía estar lleno de bayas rojas que ojeaban a través de su cubierta verde aterciopelada. La papa y sopa de maíz del desayuno hacía tiempo que habían desaparecido, y rápidamente lleno su bolsa con las bayas cosechadas. No había ido muy lejos cuando saco una baya de su bolsa y, tirando hacia atrás la cubierta verde aterciopelada, mordió la baya. Un sabor amargo lleno su boca, y sintió que inclusive y a pesar de su color rojo esta baya aún no estaba madura. El sacar baya tras de baya de su bolsa, repitiendo el pelar y el mordaz solo le trajo repetidas mordidas amargas.

Desalentado, José vacío el resto de las bayas de su bolsa al lado del camino, y mirando sus brazos rasguñados que inclusive sangraban en algunas partes, que habían sido rasguñados e inclusive sangraban en algunas partes, se preguntó el porqué de la existencia de tal planta. Era doloroso recojer y produzca solo fruto amargo.

Dos dias más tarde, después de seguir fielmente las instrucciones de su padre y de poner sobre los burritos los artículos que el había intercambiado, José regreso al pequeño camino que le llevaba a su humilde casa y a las alegrías que el compartía con su maravillosa familia. Cuando paso por el cruel arbusto de fruto amargo en la pequeña curva, José nuevamente se preguntó sobre el propósito de la existencia de tal planta.

Al final de la siguiente temporada, José fue nuevamente instruido por su padre sobre el inminente viaje comercial. Los granos estaban secos, las bolsas estaban llenas y puestas sobre los pequeños burros, y José nuevamente movió sus pies lentamente a lo largo del camino ondulante hacia el pequeño pueblo abajo en el valle. Cuando José giro la pequeña curva y vio el cruel arbusto con sus amargas bayas, sintió como si sus brazos nuevamente experimentaran las punzadas de dolor del año anterior.

Al seguir José las instrucciones de su padre perfectamente, tuvo un viaje exitoso y dos dias después se halló subiendo el sendero que le llevaba a su humilde casa y a las alegrías que compartía con su maravillosa familia. Al acercarse a la pequeña curva una vista maravillosa lleno sus ojos. La cruel planta estaba ahora vestida con una túnica roja. José detuvo los burritos e hizo una pausa para inhalar las maravillosas aromas que parecían flotar de la túnica roja de las bellas rosas. El hormigueo doloroso de sus brazos fue reemplazado por hormigueos de gozo por las bellezas de las creaciones de Dios.

Esa noche cuando la familia se sentó afuera de su humilde casa para intercambiar los gozos que habían sentido y experimentado ese dia, José conto su experiencia con el cruel arbusto durante sus viajes de negocios en los últimos dos años.

Después de escuchar con gran interés, su padre le pregunto a José si podía decir algunas pocas cosas acerca de su historia. José estuvo ansioso por escuchar los comentarios de su padre, y toda la familia se juntó un poquito más. En otras ocasiones su padre había querido añadir algunos comentarios, y la familia sabía que sus palabras estarían llenas de gran sabiduría.

El empezó recordándole a José sobre los dias que paso al lado de su madre cuidando el pequeño jardín detrás de su pequeña casa. Le pregunto qué habría pasado si hubiese arrancado una planta mientras desyerbaba. José respondió que la planta nunca produciría la plenitud para la cual fue creada.

El padre de José entonces le recordó el largo proceso de preparación de una planta de café antes que estuviera finalmente lista a florecer y a producir los granos. Le pregunto a José lo que hubiera pasado si ellos no hubieran puesto las pequeñas y tiernas plantas en el *cantero, o si no las hubieran llevado directamente a la parte de la plantación donde estaban las plantas maduras, o si ellos sin cuidado las hubieran puesto en la bolsa de poliéster para las plantas, o si no hubieran cosechado, o si hubieran perdido la paciencia con el secado de los granos.

Por último, le pregunto a José, que hubiera pasado si hubiera arrancado los capullos del arbusto de rosas ese año, así como había hecho el año anterior.

La respuesta de José fue siempre la misma: Las plantas en el pequeño jardín no hubieran producido los dulces alimentos para poner en nuestras mesas. Nunca hubiéramos conseguido las cosas maravillosas que trajeron gozo a nuestra familia si no hubiéramos seguido, paciente y cuidadosamente, los pasos hasta que las plantas de café están las suficientemente maduras para empezar a florecer y a producir granos. Si nuevamente hubiera arrancado los capullos antes que florecieran nunca hubiera contemplado la hermosa y dulce aroma de la túnica roja.

El padre de José entonces se dirigió a toda la familia: recuerden, recuerden mis hijos que hay etapas esenciales e importantes que todos los hijos de Nuestro Padre Celestial deben pasar. Si impacientemente tratamos de apresurar ese proceso o tratamos de experimentar el fruto antes que madure, o de arrancar los capullos antes que florezcan, no seremos capaces de experimentar los propósitos completos a los que fuimos enviados a lo largo del sendero de la mortalidad. Tendremos hambre en nuestras almas en vez de estar llenos. Perderemos experiencias que hubiesen contribuido a nuestro crecimiento. Sin duda perderemos muchos de las bellas y maravillosas vistas que han sido creadas para traernos gozo en la mortalidad.

El sol bajo se puso en el horizonte y la familia se retiró a sus hamacas y esteras. José no recordó cuando finalmente dejo de mirar la brillante noche. Se despertaba y se dormía con pensamientos de paciencia, amor, evadiendo experiencias dolorosas innecesarias y tratando de no acelerar el proceso para el cual él fue enviado a cumplir como preparación para regresar, como un trabajo bien hecho, a ese Padre en el Cielo quien lo había plantado en un buen suelo y le había dado instrucciones claras de como el podría regresar maduro y fructífero.

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