domingo, 18 de septiembre de 2011

APRENDIZAJE

Creo que fue en el sexto grado, cuando la idea de ser maestro comenzó a burbujear en mi cerebro. Ya durante el comienzo de la escuela secundaria estaba decidido a pagar el precio por seguir la profesión de la enseñanza. Después de servir en una misión en México y de descubrir que era posible enseñar los principios de mi fe, y mantenerme, hice lo que necesitaba para unirme al Sistema Educativo de la Iglesia. A los veinte años era un artista pronunciando conceptos fundamentales en frente de los estudiantes. A los treinta estaba empezando a comprender que el verdadero poder del salón de clases estaba con el alumno y no con el maestro.

Los instructores pueden pasar horas preparándose, puliendo sus planes de estudio hacia un estado de perfección, pero la recepción de los preceptos depende totalmente de la disponibilidad del alumno. El cuerpo físico de una persona puede estar presente y sentado, pero su mente puede estar en el campo de fútbol, en la fiesta del viernes pasado, preparando la cena o perdido en la niebla de la somnolencia.

Los labios titubean al expresar principios que se entienden a medias.
Las palabras caen en oídos que rara vez las reciben de la misma manera en que fueron enviadas.
Los pensamientos son expresados por medio de declaraciones basadas en la experiencia.
Las mentes entienden de acuerdo a lo que han vivido

Mientras las décadas en el pulpito pasaban, me di cuenta..

Que, el ganar la atención al ser entretenido no era necesariamente la mejor manera de expresar los conceptos.

Que, planes de estudio laboriosamente explicados, carecían de valor cuando se impartían a oyentes reacios.

Que, muchas veces hay poca correlación entre lo que el maestro está presentando y lo que el estudiante está recibiendo.

Que los maestros pueden pensar que están a cargo del rumbo que debe tomarse durante un período de clase, pero resultan ser poco más que los creadores de mapas, y cada alumno determinará el camino que está tomando.

Durante mi vida me he encontrado con estudiantes de hace anos y les he oído repetir algo que yo ensene. En muchas ocasiones ni siquiera recuerdo que hubiese dicho tal cosa.

Las palabras salen de los labios de los profetas, los príncipes y los mendigos
Las palabras son escritas por el clérigo, la realeza, y el secretario
Las palabras son proclamadas por el tutor, el coloso y el entrenador
Sin embargo, solamente es el oyente quién determina lo que se aprende

Hace algunos años, el Elder Richard G. Scott, y apóstol en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, me hizo pensar en otra relación profesor / alumno. Él estaba a punto de dar una conferencia sobre ideas que nunca se habían oído o que estaban en el olvido, pero lo que todavía conservo de su consejo es que debíamos dejar que sus palabras fueran un estímulo que abriría las ventanas de los cielos y permitirá que el Espíritu Santo dirija las verdaderas lecciones que necesitamos aprender ese día.

Desde ese día en la sala de conferencias del Hotel Oro y Verde de Quito, Ecuador, me he pasado muchas horas meditando sobre mi receptividad, mientras el Maestro ha tratado de enseñarme las Verdades Eternas de la perfección absoluta de Su Omnipotente Plan de Aprendizaje.

Después de cumplir mi meta de leer las escrituras en la mañana, salí de mi cuarto antes que la inspiración adicional se recibiera?

Después de suplicar por guía, estaba tan preocupado con los afanes del día para escuchar las instrucciones de su voz apacible y callada?

Cuando estaba en discusiones con colegas de confianza hice una pausa para recibir orientación de Él, en cuyo consejo debo confiar más?

Ansiosamente deseaba dormir al final de un largo día y por lo tanto no oí Su respuesta a mis peticiones al lado de la cama?

Me pregunto cuántos de los mensajes del Maestro han sido mal interpretadas por mí, porque yo quería escuchar lo que yo quería oír y no la instrucción que Él estaba tratando de enviar.

El amorosamente envía palabras de pura simplicidad
Sin embargo, oigo tonos sordos y mezclados
Con paciencia El me lleva por caminos de brillante rectitud
Sin embargo, camino por senderos nublados y torcidos

Ya sea en el salón de clases o en corredores Eternos, sobre mis hombros solo descansa la responsabilidad de ser el alumno ferviente y atento!

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