domingo, 25 de diciembre de 2011

UN TESTIMONIO DE JESUS EL CHRISTO

Cinco siglos antes del nacimiento del Bendito Bebe Jesús, el cual conmemoramos en este día, Platón, el filósofo antiguo, enseñó que todo cambio implica que un cuerpo en reposo sea puesto en movimiento y que debe involucrar un mecanismo que produzca ese cambio; tiene que haber un mecanismo principal para este cambio. El considero que este primer cambio debe haber sido consumado por el alma que él consideraba ser Dios. Dos mil años después del nacimiento del Bendito Bebe Jesús, los científicos creen que si pueden encontrar la fuente última de la existencia pueden resolver el misterio de la existencia de todas las cosas. Este estudio denominado por algunos "la teoría de cuerdas" y su trabajo, es un intento por encontrar la forma más baja de la existencia. Una rama de la ciencia siente que al chocar protones a casi la velocidad de la luz, podrían ser capaces de ver lo que ellos llaman la Partícula de Dios o el fundamento de todo lo que existe.

Mientras encuentro estos enfoques en la búsqueda de lo que está detrás de toda la existencia interesante, creo que la mayor parte del tiempo Dios se convierte en una realidad en la vida de las personas de una manera muy diferente. A falta de una mejor manera de expresarlo, he llegado a llamar este método de una creencia en la Deidad "la Ley de los Testigos."

En los párrafos siguientes, me referiré a algunas de las facetas de esta ley que creo que influyen en la conversión y el fortalecimiento de los testimonios de todos los que proclaman la fe en Jesús el Cristo como el Salvador y Redentor de la humanidad.

Hay quienes vivieron en esos maravillosos meridianos días cuyos corazones ardían dentro por las cosas que vieron y oyeron, y cuyo testimonio fue registrado en la antigüedad y reservado para que todos la lean:

María y José, fueron informados por el ángel Gabriel que Emmanuel nacería de María.

Elizabeth, que tenía el embrión de Juan saltando en su vientre como un testigo de la majestuosidad del niño que María daría a luz.

Simeón, que finalmente pudo morir en paz porque había visto a Cristo el Señor.

Siguiendo la dirección angélica los pastores fueron testigos al verlo envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Los hombres sabios de Oriente que descifraron las señales antiguas y llegaron a Jerusalén para proclamar el nacimiento de un recién nacido Rey.

A menudo he reflexionado sobre otros que vivieron en esos maravillosos días meridianos que también confirmaron el testimonio y cuyas historias se han perdido en el polvo del tiempo y que nunca se tomaron el tiempo para grabarlas:

¿Qué hay de los que viajaban en la caravanas de Galilea a Belén, no se agito su alma en presencia de ella, quien fue escogida sobre todas las mujeres?

¿Qué de aquellos que se agolparon en la posada que alojaba el lugar del nacimiento del Salvador de la humanidad, no sintieron el poder que ese día vino a la tierra?

¿Qué vieron los que la familia conocía y entre quienes vivieron en Egipto y de qué maravillas podrían dar testimonio?

¿Cuáles serían los cuentos de los de Nazaret, que lo vieron jugando en las polvorientas calles y llevando agua y leña para su Santa Madre?

¿Cuáles fueron las palabras de aquellos que fueron alimentados a las orillas de Galilea mientras testificaban a sus familiares y amigos sobre los peces y los panes?

Y que de las multitudes que nunca vivieron en aquellos tiempos maravillosos, cuyos testimonios, incluso cuando se grabaron, rara vez serán leídos por las generaciones venideras:

Cuyos corazones se agitan cuando los himnos anunciando Su venida son cantados por coros de iglesias, salones y casas?

Cuyas cabezas se inclinan mientras silenciosas y audibles oraciones de acción de gracias se ofrecen por el amor abundante que vino a la tierra cuando el Hijo de Dios nació?

Aquellos que débiles destellos del antes y el entonces pasan por sus mentes como un recuerdo de que Lo conocieron en otra esfera?

Que encontraron un mayor significado en todo el brillo y la ostentación de las fiestas, y que cada vitrina iluminada y cada tarjeta navideña les ayuda a encontrar una manera para que Su luz toque sus almas?

Que se reúnen y saludan a sus compañeros de esta morada temporal, de tal manera que Su luz da testimonio de que saben que el Bendito Bebé Jesús es el Salvador del mundo?

Todas estas cosas tocan nuestro espíritu y se manifiestan asi mismas en una reacción física innegable, de tal manera que ninguno de nosotros puede dudar que nuestros corazones hayan tenido ese ardiente Santo Testimonio en nuestras almas.

¿No hemos sido dejados con una comisión sagrada de añadir nuestro testimonio a los de los milenios, "que también sabemos que el Santísimo Bebé Jesús es el Cristo prometido?"

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