domingo, 19 de enero de 2014

EL PLAN DE FELICIDAD DEL SENOR

Periódicamente durante nuestras vidas somos testigos o leemos sobre una persona única de entre todos los seres humanos que debido a su dedicación a una causa, y sin apartarse de ella, logra cambiar la vida de multitudes.

Siddhartha Gautama, nacido en la opulencia y bajo buenas circunstancias, un día descubrió la pobreza, y con el único deseo de encontrar el verdadero significado de la vida pasó catorce años de hambruna y devastación antes de comenzar a enseñar el camino que hoy siguen entre 250 y 500 millones de personas, quienes lo veneran con el nombre de Buda.

Otro quedó huérfano a muy temprana edad y fue criado por su abuelo, quien tenía inclinación a la meditación y contemplación, con el tiempo Mahoma fundó una religión que hoy tiene 1,750’000,000 de adherentes. Aunque el Islam reconoce a Noé, Abrahám, Moisés y Jesús como profetas de Dios, venera a Mahoma como el más grande profeta que haya vivido. Mahoma sintió que su misión era moldear una sociedad perversa y materialista y convertirla en una comunidad más humana y diversa. El instrumento que utilizaría para cumplir con su objetivo era la revelación final y absoluta registrada en el Corán.

Aunque la gran población del judaísmo reclama hoy escasamente dos décimos del porcentaje de la población mundial, debido en parte a los muchos intentos por exterminar a sus seguidores, la mayor parte de las principales religiones del mundo se fundan en los escritos de un niño que fue arrebatado de entre los juncos y fue criado como príncipe de Egipto, convirtiéndose en Moisés, el legislador. Las leyes y enseñanzas escritas de Moisés se han convertido en la razón detrás del cómo las culturas pueden coexistir y de cómo la humanidad puede evitar destruirse a sí misma.

El meditar en las vidas de tales hombres a menudo nos conduce a la pregunta: ‘¿Por qué él?’ ¿Será siempre la respuesta aquella que el seguidor cree a pie juntillas de que éste personaje fue escogido divinamente? ¿Habrán venido todos ellos a esta tierra gracias a una preordinación de la Divinidad? Si todos afirman haber venido de una fuente común, ¿por qué, entonces, seguimos divididos? Cuando la mayor parte de sus escritos y enseñanzas son comunes, ¿por qué persistimos en buscar las diferencias?

Universalmente estos padres fundadores rechazaron aceptar las desigualdades y los abusos de una sociedad que seguía las tradiciones establecidas o se conformaban con las estructuras de poder existentes. Sin importar ser etiquetados como fanáticos, peculiares y rebeldes, continuaron intrépidamente hacia adelante buscando una respuesta justa, y una vez que la encontraron, dedicaron sus vidas en un esfuerzo por corregir lo que ellos vieron como algo incorrecto en su mundo.

De alguna forma, José Smith Jr. (mientras acompañaba a su familia en su periplo hacia el oeste de los Estados Unidos de América, mientras dicho país contaba con menos de treinta años de existencia como nación) mientras estaba aún en sus años de adolescencia, se preguntó cómo era que muchas religiones que afirmaban tener a Jesucristo como su Salvador se enfrentaban en constantes disputas para probar que sólo ellas estaban en lo correcto. Su meditación se intensificó luego que se dio cuenta que todas las diferencias que presentaban unas contra otras se basaban en pasajes de la Biblia. Esto no parecía concordar con el dicho: “una fe”. El camino de revelación que siguió le hizo conocer a mensajeros celestiales y un libro que salió del polvo, y pudo comprender el plan de felicidad del Padre Celestial. Aquellos que lo aclaman como profeta, y en varios grados se esfuerzan por adherirse a los principios de las doctrinas y las enseñanzas de este plan, en menos de dos siglos ya suman los 15’000,000.

Al meditar en el mundo en el que vivo dos milenios después del nacimiento mortal del Hijo de Dios, a menudo he considerado el hecho de encontrar una causa digna a la cual pueda dar mi esfuerzo. Muchas veces mis pensamientos se concentran en cierto mito perpetuado y en la verdad que contiene, la cual está tan escondida que pocos son los que la hallan.

Joshua Bar Joseph nació humildemente en la pobreza y pasó sus pocos más de treinta y tres años en una nación pequeña que se encontraba bajo el control de una dictadura extranjera, y sufrió y murió crucificado en medio de criminales, pero sus enseñanzas y su divinidad son reconocidas hoy por un tercio de la población mundial como la vía por la que debemos andar en esta vida, y el camino que conduce a la salvación. Fue llamado Jesús el Cristo, Salvador y Rey. Pasó tres años delineando la vida que los hijos de Dios deberían vivir. Casi sin fallar, cada vez que las palabras salían de su boca inmediatamente los contenciosos comenzaban a esparcir dudas y odio, creando el mito de cuan imposible es para cualquiera de nosotros poder vivir una vida semejante.

Si yo tuviera un sueño que me gustaría que se cumpliera, una montaña que me gustaría escalar, una misión que me gustaría lograr sería el de poder, con toda mi fuerza de voluntad, tocar una trompeta que pudiera escucharse en cada rincón del mundo, con el fin de exponer este mito y declarar la verdad de que vivir el evangelio brinda gozo y felicidad a nuestras vidas.

Aunque pequeña, a mi manera puedo afirmar que el cuidar a otros con amor, el vencer la adversidad, el disciplinar los deseos y lograr el autodominio hacen que el alma se llene de gozo.

Aquellas almas que afirman sus pies en el camino divino, descubren que no es rocoso y que el campo no es espinoso, sino que cada vuelta que se da en el viaje nos da visión para vencer los desafíos y hace que nuestra felicidad crezca.

Cada realidad adversa, cuando se enfrenta con espíritu emprendedor, nos brinda una nueva comprensión del glorioso Plan de Felicidad.

Si se pudiera cumplir el deseo de mi corazón, desearía que los antiguos mitos de los contenciosos quedasen enterrados y que la verdad florezca.

De una manera u otra Gautama, Mahoma, Moisés, Lehi, José Smith, Jr. y todos aquellos que han recibido revelación de Dios han llegado a conocer y han enseñado que el propósito de la existencia del hombre es tener gozo, y el verdadero gozo viene solo a aquellos que plantan firmemente los pies en el camino que el Salvador marcó claramente, y que hacen de Sus principios eternos una lumbrera diaria.

De igual forma, si dividir es morir, si contender es detener, si odiar es obstaculizar, creo que todo esto cesará solo si todos decidimos vivir según el Plan de Felicidad del Señor.

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