domingo, 5 de enero de 2014

LOS LABERINTOS DE LA VIDA

Es curioso que cosas muy extrañas y diversas se graben en las mentes. Recientemente, por alguna razón, me quedé pensando en algo que ocurrió hace varias décadas. Recuerdo estar observando a un pequeño niño tratando de resolver su primer laberinto.

Me di cuenta que ponía su lápiz de cera en el inicio, hasta tener un camino de azul oscuro que terminaba una y otra vez en tramos ciegos, hasta que por fin encontró la salida; pero sus esfuerzos por encontrarla habían dejado la hoja como si desde el principio él hubiera intentado colorearla completamente. Cuando llegó su hermano mayor a la habitación, éste comenzó a revelarle los secretos que sus tres años adicionales y un hermano aún mayor le habían enseñado en cuanto a resolver laberintos.


Nunca uses lápices de cera o lapiceros cuando resuelvas laberintos, sino un lápiz con un buen borrador.

Antes de trazar cualquier línea en el laberinto observa el final y usando sólo tus ojos traza tu camino hacia el inicio.

Después, desde el inicio vuelve a trazar el camino hacia la salida usando únicamente tus ojos.

Ahora pon el lápiz al principio y dibuja con un trazo ligero el camino hacia la salida.

Y para que otros piensen que eres realmente brillante ya estás listo para dibujar de un solo trazo el camino desde el inicio al final con cualquier marcador permanente que desees.

Sospecho que nuestras vidas serían completamente diferentes si usáramos la misma fórmula cuando nos enfrentamos al hecho de tomar decisiones. Si nos esforzáramos solo un poco para poder tener un atisbo de la salida hacia la cual nos dirigimos al estar en el inicio de los diversos caminos de nuestras vidas, estoy seguro que seríamos capaces de elegir más sabiamente qué camino seguir.

¿Tomarían el mismo camino aquellos envueltos con sustancias que alteran la mente y destruyen vidas si antes del primer sorbo, tomar la primera pastilla o darle la primera aspirada a esa línea se tomaran el tiempo de ver todos los callejones sin salida, todo el tiempo que se pierde y todo el desorden sin sentido que existiría en su vidas a los que los llevaría ese camino que intentan seguir?

¿Cuántas decisiones en las prácticas educativas serían diferentes si realmente evaluáramos las garabateadas líneas del laberinto que trazamos en nuestras vidas al evadirnos la escuela, pasar el tiempo mirando el reloj, ignorando las tareas y abandonando la escuela? Ya será muy tarde cuando descubramos las limitaciones que hayamos puesto a nuestro progreso y al de nuestras familias.

¿Cuán a menudo cambiaríamos y ajustaríamos el rumbo de las decisiones que hacemos con respecto a cómo usamos nuestros pocos años de mortalidad y los recursos que tenemos a nuestro alcance si evaluáramos los caminos que nos llevarían a evitar hacer esfuerzos vanos en la búsqueda inútil de la olla de oro al final del arcoíris para así poder agregar unos años a nuestra productividad, si tan solo ponemos nuestras casas en orden?

Sin duda, si tuviéramos una mejor vista de a dónde nos conducen ciertas decisiones y los escollos o plataformas en los que se convierten los divergentes caminos que se presentan ante nosotros, esto tendría un efecto dramático en la determinación de nuestro actual curso de acción.

En muchos libros de laberintos el final está marcado con un tesoro que se busca descubrir, de igual forma, el tener la imagen mental del premio que obtendríamos al final del camino de nuestras decisiones sería una gran influencia en cuanto a qué decisiones tomar, o aún, en si deberíamos tomar dichas decisiones.

La persona que cree que el matrimonio es una costumbre anticuada o que ningún matrimonio puede sobrevivir los giros y vueltas que da esta sociedad moderna y que está condenado a recluirse en los aposentos del divorcio seleccionará compañías de una forma muy diferente a la que cree en la eternidad del convenio matrimonial.

Aquel que cree que las personas son como ruedas de un auto que se pueden descartar cuando el tiempo ha desgastado sus aristas y atenuado los surcos tratará a su cónyuge de una forma muy diferente que aquel que ve en el paso del tiempo compartido una razón adicional para amar y apreciar a quien tiene al lado.

Aquel que ve la tumba como el final de toda su existencia tomará diferentes decisiones que aquel que cree que la muerte terrenal solo es el nacimiento a una vida eterna.

A medida que observaba a mi pequeño neófito en laberintos durante las semanas y los meses siguientes después haber sido iluminado por su hermano, lo veía más osado al tomar el lápiz de cera y con poco o ningún planeamiento disfrutaba la aventura de prueba y error con los laberintos. Una observación casual de vez en cuando al niño que se transformaba en hombre me reveló su continuo gozo por los laberintos y con el tiempo pude ver que con lapicero en mano podía fácilmente resolver de inicio a fin el laberinto de manera correcta sin tomar ningún desvío y solo haciendo unas breves pausas para visualizar el camino, pero sin disfrutarlo.

Existen algunos laberintos en la vida en donde el final es menos importante que los diversos caminos que tomamos al pasar por canales desconocidos que nos conducen a ignotas recompensas, y luego de haber llegado, nos damos cuenta que la meta realmente era aprender a lo largo del camino.

Algunas veces encontramos el camino al pasar por un túnel oscuro y luego nos damos cuenta que la fuerza que obtuvimos al ir por allí era más importante que simplemente obviar el túnel.

Algunas otras veces mientras intentamos cruzar con mucho cuidado por los riscos de un lado de la montaña somos capaces de disfrutar de paisajes nunca vistos y de tener experiencias edificantes que nos hubiéramos perdido si hubiésemos permanecido en los caminos bastante transitados del valle que yace abajo.

Algunas veces al continuar por el largo camino, perdiéndonos en callejones y calles de un solo sentido, somos capaces entonces de multiplicar nuestra habilidad para tomar decisiones, lo cual será de gran ayuda al encontrarnos con obstáculos similares en el futuro.

Uno de los gozos que he visto en la vida de este niño que se convirtió en hombre fue el de poder crear laberintos por sí mismo. Estos laberintos eran obras de arte desafiantes que brindaron alegría a generaciones posteriores, quienes se percataron que la dificultad de estos laberintos radicaba en el secreto de empezar por el inicio o por el final.

De manera que, cuando un pajarito te susurre al oído un secreto, no te apresures en aplicar tu nueva fórmula a cada situación, o cuando te conviertas en ese pajarito portador del secreto, no empieces a gorjearlo a todo aquel que se te cruce en el camino.

Porque, al final, todo el trabajo que nos tomemos resolviendo los laberintos de nuestras vidas de principio a fin puede ser lo mejor del camino.

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