domingo, 13 de julio de 2014

NUEVAS IDEAS part 2


… como estaba diciendo

Otras personas podrán rechazar tener nuevas ideas porque tienen el complejo de "Soy... (o estoy, o tengo)". Fácilmente podemos rellenar las palabras que faltan:

¡Soy demasiado viejo para aprender!

¡Tengo demasiada experiencia!

¡Tengo inteligencia intuitiva!

¡Soy más instruido que los demás!

¡"La escuela de la calle" es el único aprendizaje que importa en la vida!

¡No soy capaz!


Estas frases resuenan como si los que las dicen fueran "viejos sabuesos", hombres de mucha experiencia, prodigiosos videntes, socios fundadores de Mensa Internacional y de la empresa Continental de El Padrino, y creen, por consiguiente, que no tienen por qué tener nuevas ideas.

Puesto que el viaje a casa era largo me puse a pensar en aquellos otros que parecen tan abrumados por el sentido de inferioridad que están convencidos de que no son dignos de tener nuevas ideas o agregar nuevas experiencias a su vida.

Tengo que confesar que cuando fui joven disfrutaba mucho cantar en esos grupos grandes de personas comúnmente llamados coros. Una noche estaba en uno de esos grupos en el Hollywood Bowl, la ocasión: una celebración de juventud de nuestra iglesia, y yo realmente estaba disfrutando la experiencia, cuando durante el ensayo un joven que evidentemente había sido castigado y estaba delante mío, dio la vuelta y dijo "me gustaría que cantes más despacio; estás tan desafinado que no puedo cantar bien". Recuerdo que desde ese momento sólo hice fono mímica durante todo el concierto, y que luego, cuando tuve un papel medianamente importante en un musical llamado "Valle Prometido", también hice fono mímica en todas las partes grupales. Una de las muestras verdaderas del amor que Kathleen tiene por mí es que ella disfruta que yo me siente a su lado mientras cantamos los himnos en la congregación.

Sé que me he negado a mí mismo muchas experiencias maravillosas por el sentimiento de inferioridad que me embarga cuando canto y sospecho que hay muchos que se han perdido incontables oportunidades para expandir sus ideas y experiencias al permitir que otros pusieran alguna traba interior o exterior en sus vidas.

Me puse a pensar también en cuanto a aquellos que tienen puesta permanentemente una careta de presunción con la cual creen identificar su lugar en la sociedad, el cual se vería afectado si se la sacaran. Se petrifican y se estacan debido al temor de ser considerados inferiores o por tener que aprender de alguien que ellos consideran inferiores.

A mi me parece que cualquier cosa que ofrezca un razón o justifique la reprensión de tener nuevas ideas tendrá el mismo resultado.

¡El agobio que causa el crecimiento!

¡La pérdida de aquella alegría que viene con el descubrir!

¡Nunca llegar a estar siquiera cerca de convertirse en todo lo que podrían llegar a ser!


Existe otra razón personal que puede ser única o que otros pueden haber hallado como un obstáculo muy pesado que impide que tengamos nuevas ideas.

Yo crecí más bien en un ambiente cerrado como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en las ciudades de Utah e Idaho. Aún hasta los 10 años no podía identificar dentro del círculo que frecuentaba a alguien que no fuese miembro de la Iglesia.

Inclusive luego de mudarnos a California, aunque estuve en un vecindario variopinto en cuanto a religiones y asistía a los colegios públicos, mis pensamientos, ideas, principios, modelos de vida e influencias provenían principalmente de las relaciones que tenía entre mi familia y los miembros de la Iglesia.

Después de la secundaria tuve un pequeño desempeño en el Campamento de la Reserva Activa del Ejército en Fort Ord, en dónde conocí parte del mundo exterior gracias a mis compañeros, mis instructores y a John Steinbeck, cuyos libros leí con dedicación durante los tres últimos meses de mi servicio activo.

Al regresar a casa luego de mi breve exposición a las influencias externas, recibí un llamado a servir como misionero den la Misión México Norte de la Iglesia. Los siguientes 2 ½ años la pasé no sólo reencontrándome con los pensamientos, las ideas, los principios, los modelos de vida y las influencias de mi familia y de la Iglesia, sino que cada día lo dedicaba a tratar de convencer a otros de la veracidad de esas ideas.

Al terminar la misión volví a la universidad, me casé con Kathleen, empezamos nuestra familia y nos embarcamos en nuestras propias experiencias hogareñas, basados en las enseñanzas del evangelio restaurado de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Durante los primeros cuatro años luego de volver de mi misión en México enseñé Seminario Matutino para el Sistema Educativo de la Iglesia. Luego de unos cuantos años en la secundara Santa Ana y Fullerton, y de trabajar con madera, alambre y metal, me contrataron como maestro de tiempo completo en el Sistema Educativo de la Iglesia.

Al comenzar mi carrera como maestro, puesto a que aún no había graduado de la universidad, me inscribí en cursos nocturnos y de verano a fin de lograr mi título de la Universidad Brigham Young, a fin de calificar como empleado de programa educativo de la Iglesia. Me encontraba embarcado de tal manera con mi educación y mi carrera, y siendo que la Iglesia pagaba mis gastos educativos, luego de graduarme inmediatamente comencé a dedicarme a mi Maestría.

Continuará...

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