domingo, 6 de julio de 2014

NUEVAS IDEAS - Premera Parte

Hace algunos años, como introducción a una presentación que se me había pedido dar, le pregunté a la audiencia si habían tenido un idea nueva recientemente. Las expresiones en sus rostros y las vibraciones incómodas que vinieron a mí fueron inesperadas, y de manera extraña muy gratificantes, ya que sabía que estaban a punto de embarcarse en un debate muy animado.

Hubo unos pocos que respondieron con entusiasmo y emoción mientras compartían con alegría la nueva idea sobre la pregunta que se les había hecho recientemente.

Hubo otros que preguntaron que si un nuevo cambio a una vieja idea contaba. Les respondí afirmativamente y voluntariamente compartieron la nueva idea con la que habían sido dotados.

Hubo uno que preguntó que si el haber recibido confirmación de una autoridad sobre una creencia incierta previamente percibida contaba. Le comenté que tal experiencia debería contar doble ya que probablemente provenía de dos fuentes.

Tristemente, la mayoría de los asistentes, o bien no podía recordar un reciente encuentro con una nueva idea, o no estaban dispuestos, o eran demasiado tímidos para contribuir.

Uno de mis mentores favoritos de todos los tiempos, Hugh Nibley, con ese brillo de duendes que tenía en su ojo cuando estaba a punto de decir algo que le había traído alegría, una vez compartió una historia de cómo, después de una conferencia un estudiante se le acercó y con una voz desafiante dijo: "Nunca he escuchado nada sobre la mayoría de las cosas de las que usted estaba hablando esta noche. En lugar de entrar en un debate, el hermano Nibley simplemente dijo:' Espero que no, qué más te gustaría escuchar de las palabrerías de alguien durante dos horas? Yo nunca me siento y escucho a alguien durante dos horas si no voy a recoger alguna nueva información importante. '

Después de mi presentación sobre la importancia de añadir constantemente a nuestro propio abastecimiento de ideas, y habiendo ganado muchas nuevas ideas propias esa noche, fui también recompensado con una cesta llena de nuevos rumbos que tenía que seguir al pensar sobre la importancia de añadir constantemente al banco de datos, conocimiento y entendimiento.

Fue emocionante ver a muchos, que se sonrojaron por la emoción de sus añadidas experiencias, multiplicar su alegría al ansiosamente compartir con los demás.

Uno de los tristes descubrimientos que me lleve esa noche fue que hay muchos entre nosotros que por una razón u otra se han autoimpuesto restricciones sobre sí mismos que dificultan y limitan la incorporación de nuevas ideas en sus vidas.

Mientras manejaba a casa reflexioné sobre las restricciones autoimpuestas que algunos de nosotros ponemos sobre nosotros mismos. Nosotros, por una razón u otra, eliminamos de nuestra vida una de las experiencias más valiosas de la vida y una gran fuente de alegría, "el proceso continuo de aprendizaje".

Se han realizado numerosos estudios que siguen los hábitos de lectura de los graduados del colegio y todos ellos parecen dar lugar a conclusiones similares. Hay alrededor de 1/3 de todos los graduados del colegio que nunca leen un libro después de la graduación. Tengo amigos que consideran el escuchar un discurso como la más alta forma de castigo inusual. Parece que se han enlistado en una sociedad secreta que tiene el lema: "Yo fui a la escuela para prepararme, estoy preparado, fin de la discusión."

A principios de mi carrera como docente tenía asignaciones en algunas comunidades donde aquellos que llegaban a la clase se sentían muy incómodos con cualquier idea que se les compartía y de la que ellos no habían oído hablar desde la infancia, y que no habían sido repetidas en las clases y discursos por décadas. Tener que lidiar con una nueva idea o mirar un principio desde otro punto de vista era un proceso muy desconcertante e incómodo.

Me acuerdo de una breve charla que tuve con mi hijo mayor cuando regresó de la escuela y su primer día en la guardería. Le pregunté lo que había aprendido esa mañana y rápidamente respondió: 'Todo'.

Lamentablemente, algunos de nosotros nos hemos engañado a nosotros mismos pensando que realmente hemos aprendido todo lo importante. Usted recuerda el best seller Todo lo que realmente necesito saber lo aprendí en la guardería (Robert Fulghum). Al parecer, el libro a pesar de nunca haber sido leído por este grupo, se ha convertido en la Biblia, y Fulghum en el profeta de los que ahora rechazan la idea de seguir aprendiendo. Podemos tener la confianza de que al igual que todas las biblias, su biblia adoptada también se sienta en un estante juntando polvo, y las palabras de su profeta nunca se leen.

Incluso sus argumentos para justificarse son anticuados y repetitivos:

¿Cuántas veces ha conjugado una oración desde que se graduó?

¿Cuántas veces has tenido que usar una fórmula geométrica desde que se graduó?

Muy poco he leído en los libros del colegio que se relacionan con la vida real, así que ¿por qué debo llenar mi cabeza con más información que no es esencial?

¿Cuántas conversaciones ha tenido en latín últimamente?

Debido al avance tecnológico de esta congregación, los que no leen pueden ahora añadir los fundamentos matemáticos, la ortografía, la gramática y la escritura en oraciones completas y coherentes a su lista de las razones del porque el tiempo usado en la enseñanza es un desperdicio. Después de todo para que tenemos dedos, calculadoras, computadoras, revisador ortografía y la Wikipedia?

(Continuará...)

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