domingo, 24 de agosto de 2014

AVES DEL CIELO

Hace mucho tiempo Charles Karault tenía un programa de televisión llamado 'En el camino' el cual muchos de nosotros los veteranos disfrutábamos. Recuerdo un episodio que me catapultó hacía algunos momentos de reflexión llenos de alegría. En este viaje por carretera en particular, Karault estaba visitando una halconería. Después de mostrarnos todas las técnicas de alimentación, de entrenamiento y de cría que estaban involucradas con estas maravillosas aves, le pregunté al halconero por qué trabajaba con halcones en vez de con algún otro tipo de ave. El halconero respondió sin vacilar, 'las aves aletean, los halcones vuelan! '

Al meditar en sus palabras llegué a la conclusión de que también puede haber un tercer tipo de aves. Desde entonces he añadido una cuarta y quinta categoría. Mi lista de aves incluye ahora las que se elevan, las que migran, aquellas que vuelan, las que aletean y las que escarban. A medida que mis pensamientos seguían divagando, me preguntaba si también podríamos poner a la mayoría de la gente en una o más de estas categorías. Sospecho que ninguno de nosotros encaja perfectamente en cualquiera de esas categorías y sospecho, además, que hay momentos en nuestras vidas cuando pasamos el tiempo elevándonos y otros cuando escarbamos. Probablemente nos deslizamos bastante de un tipo de ave a otra.

Las que escarban:

Son esas aves aferradas a la tierra que llevan títulos tan ilustres como pollo, pavo y avestruz. Puede que haya habido un momento en que aleteaban, pero debido a la gula o el tener sus alas cortadas, se han acostumbrado y están contentas pasando sus días escarbando, y luego, cuando no están escarbando, duermen. Pasan sus días con sus picos en el barro trabajando fuertemente para poner algo en sus estómagos. Viven de lo que descubren al escarbar, y se vuelven desechables cuando ya no producen o han maximizado su volumen. Pueden estar vestidas con gran gala y ser llamadas pavo real, pero cuando todo está dicho y hecho son escarbadoras con una vida muy limitada y una visión muy estrecha.

Las que aletean:

Son esos pájaros que de hecho tienen la ventaja de poder disfrutar de los grandes panoramas, pero que están muy ocupadas por llegar a donde quieren, que pasan poco tiempo disfrutando el viaje. Una vez que llegan a su destino previsto, respiran rápidamente y luego se van a algún otro lugar donde necesiten estar. Siempre están yendo pero no viviendo. Sus posibilidades parecen ilimitadas, pero se equivocan al confundir los fines y los medios de los propósitos de la vida. El rey de todas las que aletean, al final, se parece mucho a las que escarban. El precipitado colibrí está en constante movimiento, pero solo alcanza a comer lo suficiente para tener la fuerza de aletear.

Las que vuelan:

Son esas aves que se han desarrollado hasta tal grado que han llegado a entender que además de contar con un medio para obtener el sustento, la belleza del vuelo es también parte de la existencia. Hay momentos en que la experiencia del momento debería disfrutarse, y los esfuerzos para lograr el sustento deberían posponerse y retrasarse. Ellas entienden que el ayer y el mañana tienen, y traerán, sus propias recompensas, pero hoy, este campo, su vista, es suyo para explorar, observar y contemplar.

Migratorias:

Son esas aves que cambian con el clima, dispuestas a viajar miles de kilómetros para evitar la incomodidad de sentir demasiado calor o demasiado frío. Son bien conocidas en ambos extremos de sus viajes, pero nunca están completamente involucrados en cualquiera de estas tierras. Ellas disfrutan donde están hasta que las cosas se ponen difíciles, y luego se van a buscar un lugar más cómodo.

Las que se eleven:

Son esas aves que han ganado la capacidad de expandir su visión más allá de los horizontes que otras aves ni siquiera sueñan. Ellas entienden que el sustento es un medio para un fin, y no el fin mismo. Comen lo que pueden para elevarse y se elevan para poder sostener la vida. Se han convertido en todo lo que las demás quieren ser, y desean que todos las demás puedan ser como ellas. Están limitadas por el deber y el honor, pero nunca se sienten menos debido a la lealtad a su familia.

Estas clasificaciones de las aves se convierten especialmente importante al contemplar cómo se relacionan con las cinco grandes áreas de las relaciones humanas que tenemos que ejercitar durante el corto lapso mortal que se nos da.

1. Mi relación con la madre tierra y mi entorno físico.
2. Mi relación conmigo mismo, creciendo hasta apreciar y saber quién soy.
3. Mi relación en mi comunidad y el cómo trato a aquellos que comparten mi pequeño espacio.
4. Mi aporte a las relaciones humanas que a menudo requiere sacrificar la comodidad personal.
5. Mi relación con los Cielos y los que moran allí.

Un escarbador utilizará la plenitud de la tierra, nunca la reemplazará, nunca la replantará. Están siempre utilizándola hasta que la vida queda sobre un camino de desolación como recordatorio de un lujurioso escarbar.

El que aletea está siempre mirando hacía el mañana, pocas veces deteniendo el tiempo lo suficiente para darse cuenta de la bondad del momento. Se preguntan acerca de lo bueno que mañana será... Dónde estarán mañana... Qué estarán haciendo mañana. Se maravillan de lo lejos que el mañana siempre parece. Tristemente, el mañana nunca llega y el hoy nunca se disfrutó.

El que vuela llega a saber que hay más vida que el sustento, pero nunca es capaz de ver más allá de los límites de su entorno. Se vuelven territoriales y prejuiciosos, y encuentran fastidiosas todas las cosas que sean diferentes a ellos, de las que desconfían y usan ​​sólo para su propio bien. Viven una vida que constantemente se estrecha y se aprieta en lugar de expandirse.

Los que migran están para siempre en un estado de auto-satisfacción, pero después de tanto ir de aquí para allá, se encuentran con que han contribuido muy poco al bienestar de sus semejantes, que, después de todo, estaban allí sólo para ser disfrutado y luego ser olvidados rápidamente cuando están fuera de vista.

El que flota ve la totalidad de la tierra como una creación del Creador, y ve a todos los que la habitan como semejantes que tratan de entender el propósito de ser uno de los que han sido creados. Ellos se preocupan por la tierra como un mayordomo de confianza, siempre dejando el suelo más productivo y fértil que cuando llegaron. Ellos entienden que hoy es un regalo dado para que puedan conocerse mejor a sí mismos, y llegar a entender su lugar en la vida con mayor claridad a partir de una visión eterna. Ellos ven sus relaciones con los hermanos y hermanas universales como una responsabilidad sagrada, y el constante ayudar a su prójimo se convierte en todo lo que pueden llegar a ser. Sus palabras son sinceras al interactuar con sus compañeros y su Padre Celestial.

Podemos encontrar agotador y difícil el tratar de convencer a un escarbador que efectivamente existe una manera de encontrar una mayor alegría y ver mejores panoramas de la vida. Podemos encontrar barreras lanzadas como aletas, bien atrincheradas al justificar y defender su modo de vida, desviando nuestros intentos. Sólo podemos agarrar una zanahoria de posibilidades para los aviadores y los migrantes quienes pueden resistir cada uno de nuestros esfuerzos. Después de todo, como Juan Salvador Gaviota, el poder del cambio está estrictamente reservado al individuo, ya sea que decidan descubrir y crecer, o seguir contentos escarbando.

La belleza del plan de nuestro Padre Celestial no se encuentra en el número de personas que aceptan y se maravillan con la pintura que les presentamos, sino se encuentra en el tiempo que usamos pintando el cuadro, y la razón que teníamos para hacerlo.

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