domingo, 31 de agosto de 2014

LENGUAJE CORRUPTO

Me tomó mucho tiempo, pero finalmente pude descubrir por qué mi padre se volvía más y más callado a medida que se hacía mayor.

Sé que una pequeña parte de su propensión hacia el silencio se debía a su cada vez disminuida capacidad auditiva, pero creo que la principal razón por la que él no deseaba ya hablar en sus últimos años era porque ya no podía entender el significado de las palabras que había usado durante su vida.

Puesto que él ya no está entre nosotros para poder explicar su tendencia hacia el silencio tendré que usar la experiencia que he acumulado con el fin de poder dar significado a la marcha que él hizo hacia su respetuoso silencio.

Cuando era muy pequeño era muy fácil distinguir entre las buenas y las malas palabras, especialmente cuando estaba en la presencia mi madre. Cuando decía alguna palabra inaceptable lo sabía porque inmediatamente se me amenazaba con lavarme la boca con jabón. El tiempo ha opacado mi memoria, por lo que no recuerdo si esa amenaza se convirtió en realidad o no, pero afortunadamente la amenaza era suficiente para aliviar la tensión que causaba el decir la mala palabra.

Durante la escuela primaria y a lo largo de la mayoría de mis años de adolescencia llegué a entender que habían zonas seguras en las que un muchacho podía decir malas palabras y zonas en las que se tenía que tener mucho cuidado.

1. El área de juegos alejada de los celadores del patio de la escuela era zona segura, en tanto que el salón de clases estaba fuera de discusión en cuanto a lenguaje cuestionable.
2. Las reuniones scout en la iglesia definitivamente no eran zona segura, en tanto que los campamentos scout parecían ser los lugares más seguros para expresarse osadamente y con libertad, incluyendo malas palabras.
3. Hablar en susurros era seguro; vocalizar no.
4. El vestidor de muchachos era seguro, mientras que el aula de música era territorio prohibido para las malas palabras.
5. Los campos y auditorios deportivos eran un refugio para las malas palabras, en tanto que las clases de la Escuela Dominical estaban fuera de esos límites.
6. Siempre era seguro decir malas palabras ante compañeros varones, y era irrespetuoso cuando se unía al grupo una variedad de compañía femenina.
7. Los sargentos podían usar malas palabras, pero los soldados no.

Creo que ya tienen una idea de cómo se definía la libertad de expresión a través de las palabras buenas o malas, el dónde y cuándo podían pronunciarse y delante de quien.

Fui a una misión en el norte de México cuando tenía 19 años y cuando volví pensé que las cosas permanecían más o menos iguales.

Sin embargo, al matricularme en una clase de oratoria de la universidad poco después de volver a casa, me di cuenta que de alguna manera un tipo de celador había infectado mi cuerpo cuando estuve en México. Ya no tenía la necesidad de saber quien estaba o no en el grupo al hablar, ya que las malas palabras no eran más parte de mi vocabulario. Recuerdo que en una clase una joven se refirió a la parte baja de su espalda con una mala palabra de cuatro letras. Hubo un consenso en la clase de que hubiese sido mejor si ella hubiera escogido una palabra menos ofensiva. Una palabra de cuatro letras que con frecuencia debo recordar a mis nietos que no pueden usar en casa de los abuelos.

Cuando nuestros hijos estaban en su adolescencia era una batalla constante para ellos el tener que actualizar a su anticuado padre sobre que nombres de aves de corral o de animal que podría usar de forma educada con el fin de evitar las miradas de soslayo de los oyentes.

Durante el tiempo en el que Kathleen y yo estuvimos en Colombia nuestro lenguaje se expandió a tal extensión que cuando volvimos a los Estados Unidos y nos instalamos al sur de California era una batalla diaria evitar usar palabras como las que ellos usaban para describir el calzado de playa, pero que en nuestro nuevo lugar describían pantalones cortos, además de una completa lista de palabras que pasaron a tener doble significado y que si no habían entrado a la categoría de palabras prohibidas se habían convertido al menos en palabras grises.

Ahora que estoy retirado y que la mayoría de la actualización de mi vocabulario proviene de aparatos cableados o sin cables, me he dado cuenta que parece haber una carrera (diría una carrera de ratas, pero creo que sería políticamente incorrecto) para ver quién puede descubrir otro significado adicional sucio para las palabras que alguna vez fueron usadas con precisión en su significado y que no conllevaban ningún peligro de que le llenaran a uno la boca con espuma de jabón.

En los días de nuestros primeros padres en la Biblia ellos poseían un lenguaje puro y sin mezcla, y enseñaban a sus hijos a leer y a escribir. (La Perla de Gran Precio – Moisés 6:6) Lo que Adán llamó a cada criatura viviente, ése es su nombre. (Antiguo Testamento – Génesis 2:19) Entonces el lenguaje fue confundido y la gente fue esparcida entre las naciones (Antiguo Testamento – Génesis 11:9) Oí un lenguaje que no entendía. (Antiguo Testamento – Salmos 81:5) Su lenguaje se había corrompido. (Libro de Mormón – Omni 1:17) Porque en aquel entonces devolveré yo a los pueblos un lenguaje puro para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común acuerdo. (Antiguo Testamento – Sofonías 3:9)

Sé que mi recopilación de escrituras es sólo una pequeña muestra, pero lamentablemente en la columna de “nada nuevo debajo del sol” vemos que lo que ha ocurrido con nuestro lenguaje no es sino una repetición de lo que ha ocurrido entre las naciones tal y como se encuentra registrado en la historia. Parece que existe una fuerte conexión entre la corrupción del idioma, las mentes y las virtudes, y la caída de las sociedades y de los gobiernos. Si lo que he visto ocurrir durante mi vida es en realidad la corrupción del lenguaje nacional… Afortunadamente, modificaremos nuestro comportamiento destructivo antes de que se necesite intervención divina.

Mientras tanto, al igual que mi padre y su padre antes de él, estaré satisfecho en cerrar la boca y parecer tonto, en vez de abrirla y despejar toda duda.

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