domingo, 14 de septiembre de 2014

LA MONTANA DE SENOR

El otro día estuve mentalmente repasando los 50 años y pico qué había pasado enseñando en el sistema educativo de la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días. Mientras viajaba místicamente por la mayor parte de esa época de mi vida, mucho de esos años se encontraban ocultos en una densa niebla, pero otros momentos destellaban con claridad en mi mente.

En 1965 hubo un joven llamado John quien después de la escuela fue al centro de Estaca Kearns en donde el hermano Darrell Parks y yo enseñábamos a los de noveno grado de la escuela secundaria Kearns. Estábamos estudiando el Libro de Mormón y la lección de ese día era sobre 4 Nefi y algunas de las revelaciones de los últimos días las cuales hablaban en cuanto a una sociedad de Sión edificada sobre el fundamento de la Ley Celestial.

Evidentemente desde que dimos esa clase, John había pasado algún tiempo pensando en los beneficios y en la belleza de poder ser capaces de vivir en tal comunidad. La pregunta que me hizo fue: “¿Por qué simplemente no puede un grupo de gente reunirse e ir a las montañas y ahí aislarse de toda la corrupción del mundo y convertirse en una sociedad de Sión?”.

Puedo decirles que él estaba realmente ansioso en cuanto al tema, por lo que pasamos la siguiente maravillosa hora juntos explorando los por qué y los por qué no de su pregunta. Las palabras exactas que intercambiamos están en aquella niebla de la cual hablé al principio, pero habiendo repasado una y otra vez el tema de la sociedad de Sión durante estos 50 años mi esperanza es que podamos grabar los siguientes conceptos:

Hay videntes que han registrado lo que han podido ver del Hogar Celestial de nuestro Padre Celestial y por lo tanto pueden expresar lo que contemplaron sus ojos espirituales. Estoy seguro que no importa cuán exhaustivamente pongamos a trabajar nuestra mente telestial, nunca tendremos la capacidad total de poder vislumbrar cuán maravillosa fueron sus visiones. Sabemos que los seres que son elegibles para residir allí han logrado, por medio de su propio esfuerzo y determinación y mediante la gran ayuda de la gracia de Dios, perfeccionar los atributos y las características de la deidad. Ya que todos los mortales sin excepción no pueden alcanzar por sí mismos tal estándar, sin importar cuánto tiempo estemos separados del mundo en las montañas que queramos, bajo las presentes circunstancias, nunca podremos convertir esta tierra en un Mundo Celestial.

Leemos en las escrituras que hubo dos oportunidades en las que las naciones se convirtieron en Sión. De una se habla en la Perla de Gran Precio. Evidentemente, el profeta Enoc, luego de trabajar con un grupo de personas por siglos, y luego que el Señor los había separado de todo contacto y distracción externos, fue capaz de levantar un pueblo que eran uno en corazón y en voluntad. Sus corazones ya no tenían más disposición a hacer el mal, sino lo bueno continuamente. Eran mentes en las que todo pensamiento era recto, bocas en donde las palabras eran puras y acciones que eran edificantes. Entonces en 4 Nefi, el Libro de Mormón habla de otro grupo al cual después de habérsele enseñado y haber sido convertidos por el Señor Jesucristo resucitado, se convirtieron en una Nación de Sión. El grupo que encabezaba Enoc tuvo que ser llevado de la tierra a fin de ser preservados en su rectitud; el grupo del Libro de Mormón sólo fue capaz de continuar como una Nación de Sión sólo hasta la tercera generación. Puesto que ninguno de nosotros, aunque sea el más recto, es capaz actualmente de continuar su labor apoyando a otros mortales por siglos y puesto que ninguno de nosotros tiene el poder de convertirse a sí mismo o a otros en seres celestiales como lo hace el Salvador, podemos concluir que por ahora convertirnos en una Nación de Sión está un poco fuera de nuestro alcance. Evidentemente no existen montañas lo suficientemente altas en esta tierra a la cual los mortales puedan subir y escapar de otros y de ellos mismos con el fin de mantener los estándares necesario para perpetuar una Nación de Sión.

Conjuntamente con mucha de sus revelaciones, José Smith diseñó los planos de la ciudad y los estatutos del gobierno de una Ciudad de Sión. El error fatal que pareció mostrar su cabeza serpenteante poco después de que el primer azadón hubiese entrado en la tierra fértil de ese nuevo lugar, fue que la gente que emigró a ese sitio creía que la tierra los convertiría en Sión y así se convertirían en una Ciudad de Sión. Puesto que ellos seguían siendo incapaces de alcanzar la perfección a la cual se refirió el Señor el sermón del monte y puesto que sus corazones todavía estaban lejos de él, estos intentos estaban condenados al fracaso, aún antes de que sus bienes hubiesen sido empacados en sus vagones. Así que John, parece ser que el corazón que llevamos a las montañas es el mismo corazón con el cual otros tendrán que lidiar en ese nuevo hogar desolado.

A medida que continuamos acortando nuestras esperanzas de Sión, echemos un pequeño vistazo a lo que los profetas de los últimos días nos dicen en cuanto a una meta que es alcanzable y concebible: un Hogar de Sión. Esta idea impactó fuerte en John, puesto que una de las razones en las que él había meditado mientras pensaba en la posibilidad de un escape a las montañas era que no podía imaginarse que tal logro se pudiera alcanzar dentro de las paredes de su propio hogar sin estar alejado del mundo. Porque, en vez de codearse con hogares de Sión, él sentía que estaba rodeado por gente que vivía en casas ocupadas por personas que interactúan de manera muy disfuncional. Hogares en los cuales las personas eran rápidas en señalar a otros echándoles la culpa de sus propias debilidades, y que eran extremadamente lentos en asumir su responsabilidad por aquellas palabras y acciones que destruían la armonía. Casas en donde las necesidades personales sobrepasaban en mucho las necesidades de aquellos que compartían la casa con ellos. Aun en los pequeños grupos él pudo ser testigo que existía un vacío entre lo que delicadamente enseñaban en clases y las personas las cuales estaban muy lejos de ser: personas de un solo corazón y de una sola voluntad. Lo que él creía sinceramente era que tal vez al escapar a las montañas él tendría la oportunidad de establecer un Hogar de. Tristemente se quedó solo con la opción de buscar ángeles entre aquellos mortales.

Un principio del que hablamos en ese día brilla a través de la niebla y está claro en mi mente. Recuerdo haber sentido la sensación que se manifiesta cuando una verdad forma parte de ti y a la cual me aferro hasta este día. Nadie tiene el poder de evitar que realice un esfuerzo constante para avanzar siquiera centímetro a centímetro en mi búsqueda por lograr las perfecciones, los atributos y las características de la divinidad, y espero que, con la ayuda de un amoroso Padre celestial, esos centímetros se conviertan algún día en metros. Por lo que, la única montaña a la cual debo escapar es la Montaña del Señor, y es la única a la cual debo escalar, pues es el único camino que me lleva a estar más cerca de ser una Persona de Sión.

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