domingo, 12 de octubre de 2014

UN NINO PEQUENO

Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. (Mateo 18:2-4)

Ya que el Salvador declaró que es así, debe ser que la humildad que vemos en los niños es una cualidad que debemos esforzarnos por emular. Muchos han asociado esta cualidad con nuestra capacidad de estar dispuesto a aprender. De la misma manera, no hay duda de que si no estamos dispuestos a aprender estaremos lejos de vivir las enseñanzas del Señor.

Durante mi estadía mortal, otros puntos de vista han llegado a mi conciencia del cómo la vida de los niños pueden iluminar el camino en el que debemos viajar si queremos acercarnos a emular la vida de 'El Niño'. ¿No sería interesante si un día nos damos cuenta de que fue efectivamente Jesús el Cristo quien nos amonestaba a ser así? Después de todo, ¿acaso no tuvo que El humillarse hasta lo más hondo para aprender todo lo que Su Padre le había enviado a aprender?

Antes de irme demasiado lejos de mi pensamiento original, permítanme regresar a los niños pequeños en general, y a las cualidades adicionales que deberíamos estar viendo en sus ejemplos y cómo deberíamos adquirirlas.

Creo que fue justo después de que nuestra familia había regresado de visitar a unos parientes a quien no habíamos visto desde hacía varios años. Durante nuestras visitas a su hogar, su hija menor, justo después de celebrar su segundo cumpleaños, con frecuencia se sentaba en mi rodilla. Aunque el vocabulario que utilizábamos era elemental, nuestras conversaciones eran muy agradables y mi ser se llenó de calidez y ternura. Mientras estábamos en la puerta diciendo adiós, sentí sus pequeños brazos rodeando mi pierna en un tierno abrazo. Su padre quien estaba allí cerca, la tomó en sus brazos y mientras acariciaba su cara, decía, "Realmente voy a tener que observarte; realmente te encariñas de la gente muy rápidamente”.

Todos entendemos la preocupación que hay detrás de los comentarios de este cariñoso padre por la seguridad de su hija, pero ¿no es también un comentario muy triste en nuestra sociedad que, para que nuestros hijos puedan sobrevivir debemos enseñarles a sustituir su propensión natural a confiar por la desconfianza, su tendencia natural de ser amigables por la cautela, y la de tratar a los vecinos como extraños? ¿No sería maravilloso si los roles de los padres y de los hijos se invirtieran y los adultos aprendieran a confiar más, a ser más amables y a tratar a los extraños como vecinos, de la manera como ellos ven a sus hijos hacerlo tan naturalmente?

Otro evento tuvo lugar en un campo de golf pequeño en un pueblecito en las montañas. En ese momento la comunidad era apoyada por los jubilados que se habían mudado allí para encontrar paz en su fase final de la vida. Mientras con el pasar del tiempo regresaba anualmente, llego a ser cada vez más evidente de que mucha gente ha venido a encontrar la paz en ese refugio en la montaña que ya no se hallaba.

De todos modos, otra vez estoy divagando. Hubo un año, antes de la funesta migración, cuando estaba haciendo esta peregrinación con mis compañeros, en que nos preguntamos en voz alta que hacía esta excursión anual tan especial. Las siguientes diferencias de nuestros paseos diarios fueron observadas. La gente no tenía miedo de los extraños. Había una ausencia aceptable de competitividad. Había una sensación evidente de que las relaciones armoniosas eran más importantes que el juntar una gran pila de bienes materiales. Parecía como si todos los que conocíamos en la comunidad habían regresado a su estado primaveral de la infancia, y cuando los saludamos nos hacían sentir rodeados de la misma ternura amorosa que había disfrutado con mi pequeña sobrina de dos años. Habían completado el círculo y habían desechado las inhibiciones telestiales que tantas veces se adquirían como un escudo contra los miedos desconocidos.

El último discernimiento de cómo los niños o 'El Niño' pueden ser nuestros maestros llegó cuando yo estaba viendo por primera vez la película ET con mis hijos. Mientras observábamos a Elliot y a ET crecer desde ser unos extraños asustados a tener una admiración mutua, y a obtener un espíritu de unión que mostraría su cumplimiento cuando Elliot trata de ayudar a ET a regresar a su casa, vino a mi mente el pensamiento, 'eran sólo así con todos nosotros. "Mientras observamos a la gente del mundo que no se habían encariñado con ET reaccionar al descubrimiento de un ser extraño, nos dimos cuenta de que la 'triste' norma era actuar hacia los demás con sospecha, manipulación y codicia. El científico sensible lo dijo mejor, mientras se inclinaba cerca de la joven terrícola que sufría mientras su amigo extraterrestre perecía, 'Me alegro de que lo encontraste primero.' El resto de su pensamiento se entendió sin palabras: "en vez de los adultos maduros de la sociedad. '

Creo que todos deberíamos estar prestando atención a los niños pequeños y al 'Niño', y a todos los que los emulan, para que así podamos aprender esas lecciones que son de mayor importancia en la vida.

Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos y orase; pero los discípulos los reprendieron. Y Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí y no les impidáis hacerlo, porque de los tales es el reino de los cielos. (Mateo 19:13-14)

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