domingo, 19 de abril de 2015

ETERNA GRACIA Y GRATITUD SEMPITERNA 2

Los fundamentos de la doctrina de la gracia son bastante fáciles de identificar:

Creencia en la existencia de la Deidad

Deidad habitó como hombre en la tierra

Jesús el Cristo es esa deidad


A través de medios divinos, poder y misericordia generosa, Jesús el Cristo puede causar los hombres superar sus naturalezas y transformarse.
Todo el mundo debe encontrar su jardín donde se pueden cometer para permitir que esta transformación se produzca.

Y ahora aconteció que cuando el rey Benjamín tenía así hablado a su pueblo, indago entre ellos, deseando saber si creían las palabras que les había hablado. Y todos clamaron a una vos, Sí, creemos todas las palabras que nos has hablado; y además, sabemos de su certeza y verdad por motivo del Espíritu del Señor Omnipotente, el cual ha efectuado un potente cambio en nuestros corazones, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente. (Mosíah 5: 1, 2)

La pregunta que se parece al súber sobre del horizonte inmediato es, ¿cómo encontrar ese jardín y cómo sé si he sido cambiado por la gracia de Jesús el Cristo?

He venido a creer, que no hay un solo jardín, pero como mansiones, uno se ha sido preparado para cada uno de nosotros. Si entonces es, sería absurdo gastar un montón de tiempo hablando de sus vecinos jardín cuando no traerá satisfacción a nadie más que ellos.

Sin embargo, existen algunos indicios de que el Señor nos ha dado acerca de lo que será nuestra vida una vez que nos hemos disfrutado de nuestro jardín.

Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi padre, y permanezco en su amor. Estas cosas me han hablado, que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo. (John 15:10, 11)

Una regla general parece ser que si mi alegría no es completa y no soporto en el amor de Cristo por el don de su gracia había llenado mi ser, entonces tal vez todavía no he pagado el precio para encontrar mi jardín.

Como el Salvador continuó hablando a sus discípulos se hace evidente que una vez habiendo sido tocado por esta gracia, debería, o mejor dicho, entonces seré comprometido a ayudar a otros encontrar amor y alegría al descubrir sus jardines.

Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado. (John 15:12)

Parece que uno de los signos que la gracia de Cristo nos ha llenado de alegría y el amor es la demostración de nuestra gratitud por medio de invitar a otros a experimentar la misma alegría y amor.

Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual; para que andéis digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los Santos en luz; en la cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al Reino de su amado hijo. (Colosenses 1:9-13)

Cuando examinamos los jardines de las vidas de hombres como San Agustín y Paul, encontramos algunas correlaciones interesantes en sus vidas que manifiestan la profundidad y la sinceridad del cambio que ha forjado la gracia del hijo de Dios sobre ellos.

Se convierten en compromiso de una vida que continuamente demostrara su gratitud al señor.

Van más allá de un compromiso verbal emocional de sus creencias, con vidas de obras y acciones que mejoraran las condiciones físicas y espirituales de aquellos que se encuentran.

Se someten a su propia voluntad a la voluntad de El cuya gracia les llena de alegría y amor.

Abandonan la propensión que tenemos para llevar el tanteador y comparar cruces.

Voluntariamente llevan la carga de estar obsesionado con este desafío magnífico.


No puede haber palabras más importantes que el profeta Nefi escribió en sus últimos años: Porque nosotros trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a nuestros hijos, así como a nuestros hermanos, a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios; porque sabemos que es por gracia que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos. (2 Nefi 25:23)

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