domingo, 22 de julio de 2018

BENDICIONES

Incluso antes de sentarme a escribir mi pensamiento basado en los primeros capítulos de Segundo Nefi y desde que recordé que estos capítulos contenían las bendiciones finales que Lehi dio a su posteridad antes de su fallecimiento, mi mente inmediatamente se llenó con las palabras de Presidente Nelson de la Conferencia General de abril.

No hace mucho, asistí a una reunión sacramental en la que se había de dar nombre y una bendición de padre a una bebé recién nacida. El joven padre sostuvo a su preciada bebé en brazos, le dio un nombre y luego ofreció una hermosa oración; pero no le dio una bendición a la niña. Esa dulce bebé recibió un nombre, ¡pero ninguna bendición! Aquel querido élder no conocía la diferencia entre una oración y una bendición del sacerdocio; con su autoridad y poder del sacerdocio, podría haber bendecido a la bebé, pero no lo hizo; y yo pensé: “¡Qué oportunidad perdida!”

Permítanme citar otros ejemplos. Sabemos de hermanos que apartan a hermanas como líderes y maestras de la Primaria, de las Mujeres Jóvenes o de la Sociedad de Socorro, pero no las bendicen con el poder para cumplir con sus llamamientos; solo imparten amonestaciones e instrucciones. Vemos que algún padre digno no da bendiciones del sacerdocio a su esposa ni a sus hijos cuando es exactamente lo que ellos necesitan. El poder del sacerdocio ha sido restaurado en esta tierra; no obstante, hay demasiados hermanos y hermanas que atraviesan terribles pruebas en la vida sin recibir jamás una verdadera bendición del sacerdocio. ¡Qué tragedia! Esa es una tragedia que podemos eliminar.

Hermanos, poseemos el santo sacerdocio de Dios. Tenemos Su autoridad para bendecir a Su pueblo. Tan solo piensen en la extraordinaria promesa que nos ha dado el Señor cuando dijo: “… a quien bendigas yo bendeciré”. Tenemos el privilegio de actuar en nombre de Jesucristo para bendecir a los hijos de Dios, de acuerdo con Su voluntad con respecto a ellos. Presidentes de estaca y obispos, por favor, asegúrense de que todos los miembros de los cuórums bajo su mayordomía entiendan cómo dar una bendición del sacerdocio, incluyendo la dignidad personal y la preparación espiritual que se requieren para invocar el poder de Dios plenamente.
(Conferencia General del Sacerdocio – 31 de marzo de 2018)

Esta amonestación profética fue seguida rápidamente por una avalancha de preceptos sobre las bendiciones que yo había enseñado o había enseñado durante mi vida.

Las bendiciones del Sacerdocio, aunque no son una ordenanza necesaria para la salvación, deben ser pronunciadas, como las palabras son susurradas en nuestras mentes por el poder del Espíritu Santo.

Podemos sentarnos y aconsejar de acuerdo con la sabiduría y el entendimiento que hemos acumulado a través de nuestras vidas, pero cuando ponemos nuestras manos en otra debemos pronunciar la sabiduría y la comprensión de nuestro Padre Celestial, que sólo puede suceder si somos guiados por el Espíritu Santo.

Al hacer deberes del Sacerdocio tales como bendición, confirmando, ordenando o apartando, hay palabras de la Ordenanza que son necesarias, pero la entrega de una bendición sólo debe ser dada cuando uno es guiado por el Espíritu.

Aunque sólo las bendiciones de un Patriarca ordenado son registradas y guardadas en las anulaciones de la iglesia, también se nos da a entender que no sólo es permisible, sino que es una buena práctica registrar y retener las bendiciones dadas y recibidas en un Libro Personal de Recuerdos.

Aunque no se hacen en nombre del Sacerdocio, las bendiciones de las madres a sus hijos son de igual importancia y deben ser registradas y recordadas.


Elementos de la bendición de Lehi a sus hijos:

Durante sus bendiciones a su posteridad, Lehi identifica varias veces que la fuente de sus palabras eran del Espíritu.

Las palabras de Lehi contienen profecías de las consecuencias que vendrán sobre su posteridad debido a sus elecciones.

En sus bendiciones revela a sus hijos un reconocimiento de sus atributos y una conciencia de la fidelidad de su discipulado.

Las bendiciones de Lehi dan entendimiento entre la importancia relativa de las leyes y los preceptos de los hombres en relación a las leyes y preceptos de Dios.

Él utiliza la oportunidad de reforzar el Plan del Padre Celestial y la importancia de su hijo Jesús el Cristo en el cumplimiento de ese Plan.

Él recuerda a sus hijos que Jesús el Cristo es su Redentor, lleno de gracia – verdad y amor, la intercesión entre el Padre Celestial y sus hijos.
Lehi expone sobre importantes doctrinas necesarias para ganar la salvación.

Instruye a su posteridad sobre la importancia de convertirse en emisarios de la publicación de la palabra buena entre los hijos de los hombres.

Él promete a sus hijos que no serán destruidos por completo aunque sufran muchas aflicciones.

Les informa de la importancia de los nombres que llevan e incluye la comprensión de las personas fieles que han compartido su nombre.

Él bendice o revela a ellos talentos y habilidades peculiares que deben usar en la obra del Señor.

Él enseña que las bendiciones del Señor no son sólo algo que ocurrirá después de la mortalidad, sino también durante la mortalidad.

Antes de terminar este pensamiento, quiero señalar que no tendríamos este ejemplo para señalar si las palabras de Lehi no habían sido escritas y preservadas.

Sería contrario al Consejo que recibimos al dar bendiciones si tuviéramos que usar la bendición de Lehi como una plantilla para las bendiciones que podríamos ser llamados a dar. Por lo tanto, doy un último recordatorio de que las palabras que pronunciamos en bendiciones deben ser dadas como son movidas por el Espíritu Santo.

Como escribí esa última frase me recordó que muchas veces la inspiración que tenía acerca de los principios que se enseñan en una lección llegó antes de que la clase se unió y no durante el tiempo real que estaba con los estudiantes. Sospecho que lo mismo bien puede ser verdad de bendiciones, podemos ser iluminados con las palabras que el Padre celestial nos haría pronunciar, antes de la bendición, así como durante.

Debo confesar que no he sido tan fiel como probablemente debería haber sido sobre el uso del privilegio de dar bendiciones, pero estoy agradecida por las experiencias que tuve cuando supe que había sido movido por los susurros del Espíritu Santo mientras mis manos estaban sobre la cabeza de un hijo o hija de Dios.


PENSAMIENTOS PARA UN DIA DE REPOSO – WILLIAM L. RILEY

EDITADO POR – KATHLEEN W. RILEY

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