domingo, 21 de abril de 2019

LA MAYOR PROMESA DE TODOS

Aparte de la pelea anual con fiebre del heno, la primavera siempre ha sido mi temporada favorita del año. Como he contemplado las razones por las que disfruto tanto esta época del año, junto con otras, la palabra "promesa" parece dominar mis pensamientos.

Habiendo seguido el béisbol profesional a lo largo de mi vida (en realidad sólo después de que los Dodgers se mudaron a los Ángeles en 1958) me he acostumbrado a las noticias que fluyen de los campamentos de entrenamiento de primavera llenos de promesas.

Los brazos muertos desde el final de la última temporada se han renovado y muestran promesa.

El recién negociado para los jugadores y los próximos fenómenos muestran promesa.

Las palabras del nuevo Gerente están llenas de promesas.


Navegando por las calles de los suburbios o un paseo casual en el campo uno es recibido con vistas de la promesa en cada lado.

Brotes de árboles con la promesa de la fruta por venir.

Las semillas germinan con la promesa de múltiples rendimientos.

Los animales traen a sus crías y nos recuerdan las promesas que vienen con otra nueva generación.


En algún lugar entre los 22 de marzo y los 25 de abril hay un día apartado para recordarnos la mayor de todas las promesas.

Una promesa que no se verá frustrada por la realidad de una pelota curva de grandes ligas.

Una promesa que no será destruida por una helada tardía.

Una promesa que tiene implicaciones trascendentales y eternas.


Celebramos esta promesa en un día llamado Pascua o Pascha (griego, latín) que se refiere a la resurrección de Jesús el Cristo. Sin embargo, la verdadera promesa del día viene debido a la Expiación de Jesús el Cristo.

Debido a la Expiación de Jesús el Cristo, el precio de los pecados abandonados ha sido pagado.

Debido a la Expiación de Jesús el Cristo, se nos promete la reconciliación con nuestros Padres Eternos.

Debido a la Expiación de Jesús el Cristo, la promesa de vivir eternamente se da a todos los hijos de nuestro Padre Celestial.


Como con la mayoría de los símbolos religiosos que continúan siendo seguidos en días de celebración, los que acompañan las festividades que rodean Pascua, han desaparecido también hace mucho tiempo o han sido cambiados para que no tengan ninguna conexión con su significado original.

El huevo ha sido hervido y teñido y se ha hecho completamente desprovisto en cualquier forma de recordarnos que al igual que un polluelo emerge de su cáscara estéril, es un recordatorio de la promesa del Salvador saliendo de una tumba rocosa.

Se dice que el Lirio Blanco de Pascua simboliza la pureza, la honestidad y la inmortalidad, y se creía que originalmente brotó de las lágrimas de Eva cuando ella y Adán abandonaron el Jardín y se convierten en un recordatorio de las promesas del evangelio del Señor.

En algunas culturas, el surgimiento de la mariposa de su capullo en la primavera es un recordatorio de que el cuerpo del Salvador se puso en la tumba y que salió gloriosamente resucitado y nos asegura la promesa dada a cada uno de nosotros de la vida después de la muerte.


Hay una abundancia de otros símbolos tales como corderos, palmas y cenizas que han perdido además gran parte de su significación espiritual como celebración se ha convertido en más de nuestras celebraciones del día de fiesta que el recuerdo reverencial. Por lo tanto, como un chequeo de realidad para cada uno de nosotros en este clima más sagrado de los días ofrezco lo siguiente que podría ser digno de meditar.

El Salvador nos ha enseñado acerca de la importancia de vivir en obediencia a sus leyes y mandamientos y a las promesas de recibir gozo, paz y consuelo consecuentes.

Los milagros realizados por el Salvador deben sostener con ellos la promesa de que la adversidad y la aflicción son, pero por un momento.

La promesa del perdón incondicional, a través del amor y de la misericordia del Salvador, a los que se arrepienten, debe despertar la eternidad en cada una de nuestras almas al leer y ver en nuestra mente las escenas del Jardín de Getsemaní y la Cruz del Gólgota.

Al conjurar una visión de la tumba vacía, recordamos la promesa de la vida venidera, porque el Salvador hizo realidad el nacimiento a la vida eterna.


Es mi oración que la novedad de la primavera y recordando esta primera Pascua llenará nuestros pensamientos con visiones que nos ayudarán a recordar siempre la mayor de todas las promesas hechas a cada uno de nosotros por nuestro amoroso Padre celestial y cumplidas por su hijo amado.

¡Todos vamos a salir de la tumba!


PENSAMIENTOS PARA UN DÍA DE REPOSO – WILLIAM L. RILEY

EDITADO POR – KATHLEEN W. RILEY

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