domingo, 1 de noviembre de 2009

EL PRIMER Y EL SEGUNDO GRAN MANDAMIENTO

Escuchando el mensaje de Élder Uchtdorf durante la Conferencia General de 2009 sobre el Primer y el Segundo Gran Mandamiento mi mente fue nuevamente estimulada a meditar, como lo ha hacho muchas veces en el pasado, la importancia de aquellas palabras dichas por el Salvador al abogado que había ido a tentarlo, o como diríamos nosotros, a tenderle una trampa.

Mis ideas a menudo han seguido la siguiente línea de razonamiento: "¿Por qué había necesidad de dos mandamientos si al cumplir con el primero con todo nuestro corazón, alma y mente de seguro cumpliríamos todas las leyes y las palabras de los profetas puesto que el que ame a Dios guardará todos los mandamientos?" De inmediato quedé con el problema de por qué un Ser perfecto daría dos mandamientos si sólo se necesitaba uno. Por lo tanto, tuve que concentrarme en meditar sobre la necesidad del Primer y del Segundo Gran Mandamiento.

No me llevó mucha meditación e introspección el darme cuenta que la tarea de Amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y fuerza no era un primer paso sencillo y que en realidad esto era el resultado de muchos intentos, fallas y de unos pocos exitosos mini avances hacia una tarea que probablemente para logarla me tome mucho tiempo, inclusive tiempo más allá del estado probatorio mortal. Estoy lo suficientemente familiarizado con las palabras del Señor y de los profetas para saber que para ser capaces de tener este amor completo y firme por Dios uno tiene que haberse apartado completamente de toda motivación y necesidad egoísta.

Cuando el Salvador dijo que el Segundo Mandamiento era 'semejante' al Primero Él los unió en un ciclo eterno de progreso. Creo que la comprensión de esta unión proviene del hecho de que al decirnos que amemos a nuestro prójimo Él nos está dando una clave para que podamos ser capaces de entender cómo hacerlo, y lo hizo al hacer referencia a la manera en la que nos amamos a nosotros mismos. Estoy seguro que muchos que lo oyeron decir estas palabras recordaron la muy citada enseñanza de Moisés: que para saber cómo amar a otros todo lo que uno tiene que hacer es identificar sus sentimientos y sus emociones personales cuando otros hacen amorosos actos para ellos.

¿No es interesante que el Salvador relacionara el camino al amor completo, total y desinteresado de Dios con el amor al prójimo, el cual siempre esté basado en algún grado de auto satisfacción, auto reconocimiento, o alguna otra manifestación de egoísmo? ¿Podría el Salvador en realidad estar diciéndonos que el camino al desprendimiento es saltar las piedras del egoísmo de nuestro camino? La razón no nos deja encontrar mucho sentido a la proposición. Tal vez una pista a un mayor entendimiento viene del apóstol Juan cuando enseñó que el hombre que dice que ama a Dios pero aborrece a su hermano es mentiroso.

¿Podría ser posible que el Señor nos diera el Segundo Gran Mandamiento como un camino para alcanzar el amor de Dios con todo nuestro corazón, alma y mente? ¿Es posible que al Amar a otros se suponga que debamos aprender a como descartar la necesidad de una demostración recíproca y ser guiados a amar a otros sin la expectativa de algo a cambio que de alguna manera nos llene de auto gratificación?

A medida que medito en estos grandes mandamientos quedo, al menos yo, con la idea de que lograr la habilidad para amar incondicionalmente a Dios con todo mi corazón, alma y mente sin ninguna expectativa egoísta la obtendré únicamente como resultado de aprender tropezando paso a paso a como amar a otros incondicionalmente sin ninguna expectativa egoísta también. Como lo dijo el Salvador, el Segundo Mandamiento en verdad es semejante al Primero de estos Dos Grandes Mandamientos.

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