domingo, 6 de febrero de 2011

UN CORAZON A LA VEZ

La semana pasada Kathleen y yo mirábamos, con distintos grados de interés, un documental en el History Channel. Habían seis 'expertos' en el programa que se titulaba "Los Profetas de la Fatalidad". Escuchamos a cada uno de estos hombres mientras trataban de convencerse uno a otro si el mundo que ahora conocemos llegaría a un final dramático porque hemos fallado al resolver los problemas del agua, la economía, las bombas atómicas, la inteligencia artificial, la energía, el crecimiento de la población o una combinación de todos los anteriores.


En 1962 Harry Emerson Fosdick escribió estas palabras en el Reader's Digest. "Jamás en la historia ha enfrentado la humanidad un peligro tan monstruoso....No parece probable que el mundo pueda evitar un holocausto nuclear si pasan otros quince años sin acuerdos sobre el control de las armas". Desde esa vez se han escrito volúmenes condenando la carrera desenfrenada hacia la auto-destrucción. Sin embargo, 50 años más tarde, aún estamos aquí hablando de cómo nos arrojamos a nosotros mismos a uno o varios abismos del fin del mundo.


Curiosamente, durante este misma mitad de siglo, hay más gente que vive más tiempo, mas países se están alejando de la categoría de país tercermundista hacia una categoría más alta de progreso, y la población aumenta en el planeta más rápido que las fuerzas unidas destructivas de los gobiernos puedan exterminar.


Si regresamos la historia unos dos mil años a los dias del ministerio terrenal del Salvador en las tierras de Palestina, y examinamos el ámbito cultural en el que El nació, encontramos que su madre patria estaba sujeta a un poder extranjero y muchos de Sus compañeros habían escogido alinearse con grupos rebeldes. Estoy seguro que los Fanáticos censuraron Su aparente indiferencia a los problemas políticos, climáticos y sociales que Su país estaba sufriendo en un estado virtual de esclavitud. Estoy seguro que se preguntaron porque El no hizo o no se tomó el tiempo para solicitar, o marchar, o de alguna manera añadir Su brazo junto con aquellos quienes se resistían a las injusticias Romanas.


El reconocer Su aparente indiferencia por estar de otra manera preocupado por las cosas de mayor valor, de lo que estoy seguro, pareció ser una insuficiente explicación cuando llego a los oídos de Sus vecinos, quienes estaban sufriendo bajo la mano dura de la persecución y la tiranía. Para ellos Su popularidad aparentemente le dio todas las oportunidades para dar un paso adelante y convertirse en la fuerza que traería alivio. Después de todo, no había El mismo declarado ser el Salvador profetizado de los descendientes de Judá? La gente se unió a Él por Sus extraordinarios poderes y la fortaleza de Sus palabras. El dócilmente rechazo sus ofertas y un reinado terrenal y calladamente se fue al monte a orar.


Mientras reflexionamos el ejemplo que el Salvador nos mostró durante Su misión terrenal, no nos tenemos que preguntar si Él hubiera estado bien complacido con ese discípulo quien dedica su vida a vestir al desnudo, alimentar al hambriento o dar de beber al sediento. De igual manera no necesitamos dudar del gusto que Le daría ver aquellos que pasan su vida tratando de aumentar las libertades de sus semejantes. El discipulado no parece tanto una cuestión de propósito, pero más bien una cuestión de método. Es interesante notar que en cuanto más el público le suplicaba que se envolviera públicamente, lo más que Él se retiraba hacia un grupito íntimo de discípulos a pronunciar Sus enseñanzas o la interpretación de ellas. Nuestro Señor parecía entender muy bien que las promesas emocionales hechas entre las multitudes tienen muy rara vez duración o longevidad. Él supo muy bien que el cambio de la humanidad se debe hacer convirtiendo un corazón a la vez. Él sabía que una repentina transformación de sociedades enteras es una tarea imposible, pero la conversión de la voluntad de un hombre a la verdad es posible y probable.


Solo podemos sonar con lo que podría suceder si cada padre que realmente crea en la comisión de ser Publicadores de Paz y la universalidad del principio de amar a nuestro prójimo, sinceramente utilizara los mismos esfuerzos devotos demostrando y ensenando amorosos conceptos a los hijos que ahora se la pasan murmurando sobre la incompetencia y la ineficacia de las instituciones y las administraciones que parecen no estar haciendo nada por traer la paz entre los vecinos y mucho menos entre las naciones.


Imagínese el progreso que se podría hacer para superar las prácticas que empobrecen, si los funcionarios gubernamentales estuvieran realmente convertidos a los principios de igualdad, justicia y misericordia, y sus acciones reflejaran estas nobles normas en lugar de las agendas de la conveniencia política, la lealtad regional o afiliación política. Todos hemos sido testigos del poco progreso que se alcanza cuando se gastan más esfuerzos en alinear las estrellas para la próxima elección en vez de la resolución a los problemas críticos. Uno solo se puede imaginar el creciente efecto si cada funcionario electo trajera alivio a por lo menos un ciudadano necesitado cada semana.


Por lo tanto el Maestro nuevamente ha dado la lección magistral. Qué pasa si llegamos a entender que la entidad más poderosa sobre la tierra no es la bomba? El orador más persuasivo no es el campeón del debate. Cuando entenderemos que los cambios duraderos de pensamientos y voluntades se llevan a cabo silenciosamente, un corazón a la vez, por el discípulo dedicado quien humildemente declara el grado de verdad como se entiende actualmente?

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