domingo, 29 de enero de 2012

COMPANEROS DEL CORAZON

Recibí este cuento en un correo electrónico de mi sobrino Bruce Barrett justo antes de que empezara a escribir mis pensamientos para esta semana y, por lo tanto, no tengo ni idea de a quién acreditar como el creador. Sin embargo, la historia encaja muy bien con lo que estaba pensando hoy en día, sólo tenía que incluirla en los pensamientos para esta semana.

Un viejo vaquero estaba montado en su fiel caballo seguido de su fiel perro a lo largo de una carretera desconocida. El hombre estaba disfrutando de los paisajes nuevos, cuando de pronto recordó haber muerto, y se dio cuenta de que el perro al lado de él había muerto hacía años, al igual que su caballo.

Confundido, se preguntó qué estaba pasando, y a donde los llevaba el camino.

Después de un rato, llegaron a un muro alto de piedra blanca que parecía de mármol. En la parte superior de una colina, en la parte mas alta habia una letra "H" que brillaba a la luz del sol.

De pie ante ésta, vio una magnífica puerta en el arco que parecía una madreperla, y la calle que los llevaba hasta la puerta parecía de oro.

Cabalgó hacia la puerta, y mientras se acercaba, vio aun lado a un hombre en un escritorio. Reseco y cansado por el viaje, le gritó: "Disculpe, ¿dónde estamos?"

"Esto es el cielo señor, respondió el hombre.

"¡Wow! ¿Tiene por si acaso un poco de agua? -preguntó el hombre.

"Por supuesto, señor, venga acá, y hare traer un poco de agua helada".

Mientras la puerta se abría, el vaquero le preguntó: '¿Puedo traer a mis compañeros, también?

"Lo siento, señor, pero no aceptamos mascotas.

El vaquero pensó por un momento, luego se volvió hacia la carretera y continuó cabalgando, y su perro trotando a su lado.

Después de otro largo viaje, en la cima de otra colina, llegó a un camino de tierra que les llevaba a la puerta de un rancho que parecía como si nunca hubiera sido cerrada. Cuando se acercó a la puerta, vio a un hombre dentro, apoyado en un árbol y leyendo un libro.

"Disculpe", le gritó al hombre. "¿Tiene algo de agua? '

"Claro, hay una bomba justo ahí. Sírvase usted mismo. "

"¿Y que de mis amigos aquí? el viajero señalo al perro y a su caballo.

¡Por supuesto! Se ven sedientos, también, dijo el hombre.

El trío pasó por la puerta, y, efectivamente, había una antigua bomba de mano con baldes al lado. El viajero lleno una taza y los baldes con agua fresca y maravillosa y tomó un largo trago, al igual que su caballo y el perro.

Cuando estuvieron llenos, el regresó donde el hombre quien aun estaba de pie junto al árbol. "¿Cual es el nombre de este lugar?" preguntó el viajero.

"Esto es el Cielo", contestó.

"Eso es confuso", dijo el viajero. "El hombre en el camino, dijo que era el cielo también."

"Ah, quieres decir el lugar con la ostentosa calle de oro y falsas puertas de perlas? Ese es el infierno.

"No se enoja cuando utilizan su nombre así?"

"No, en lo absoluto, en realidad, estamos felices de que ellos chequean a la gente que dejaría atrás a sus mejores amigos."

Cuando empezaba mi educación formal (ya que no tuve la oportunidad de asistir al jardín de infantes, tiene que haber sido durante mi primer o segundo año de primaria en la escuela elementaría Roy) tuve la última mascota real con la que alguna vez forme un vinculo de amor.

Vivíamos en un pequeño pedazo de tierra que le permitió a mi padre disfrutar de un gran jardín. Era tan grande que compró un caballo para que le ayudara a arar y a preparar el terreno para la siembra. Teníamos gallinas que paseaban a su antojo y, ocasionalmente, desaparecían en el camino que estaba frente a nuestra propiedad en Roy. Teníamos un perro perdiguero de raza irlandesa el cual era mi compañero personal. Éramos compañeros constantes a medida que nos aventurábamos por el jardín y al rededor del pasto, jugando al vaquero y su fiel compañero.

Un día fuimos desde el camino en Roy hasta la estación de Bamberger (un pequeño tren regional que viajaba entre Salt Lake City y Ogden, Utah, cuando vivíamos en Roy en la década de 1940) y mi compañero maravilloso nos siguió hasta la estación. Quería enviarlo de vuelta a casa, pero mi madre y mi hermana insistieron en que no teníamos tiempo para esperar el próximo Bamberger. Le dije a mi compañero que volviera a casa y camino en esa dirección. Cuando volvimos esa noche no estaba por ningún lado. Unos pocos días después, un buen vecino nos dijo que había encontrado a mi amigo al lado del camino y le había llevado a su casa para enterrarlo.

Mientras crecía nunca fui capaz de permitirme a mí mismo apegarme a otra mascota. Esto estaba muy bien con mi madre, ya que cuando salimos de Roy siempre vivimos en casas con jardines pequeños y ella no creía que los animales debían ser permitidos en la casa. Además, mis súplicas por otro perro nunca fueron de corazón, ni sinceras.

Al mirar hacia atrás puedo ver que el remplazar mi falta de experiencia personal con los animales con una especie de experiencia vicaria fue mi pérdida, una pérdida que en muchos aspectos siempre lamentare y que nunca podrá ser recuperarada.

Recuerdo unos cuantos peces de colores y quizás una tortuga, pero nunca una mascota que se convirtiera en un amigo y compañero.

CONTINUARÁ

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