domingo, 4 de noviembre de 2012

MASCARAS

Como dicen, me gustaría tener un centavo -que sea un dólar por lo de la inflación cada vez que escucho a alguien (insertar la palabra apropiada- esposo, esposa, amigo, colega, candidato o la palabra de su elección) decir: " Si lo/la conocieras como lo/la conozco yo". Esta lluvia de comentarios que tratan de decirme de lo que he visto en la persona a la cual se le hizo el comentario, me hace dudar si esa persona es diferente a la persona a la que evidentemente todavía no he conocido.

Afortunadamente Halloween llegó a tiempo para dar una posible solución a mi dilema. Parece ser que aunque todos aceptamos usar máscaras para disfrazar quien en realidad somos y por lo tanto tener licencia para asumir las características de las máscaras, esto se entiende durante esta época fantasmal. Sin embargo, la mayoría de nosotros parece tener máscaras y características que inconscientemente y automáticamente usamos dependiendo del grupo y/o la ocasión con la que estemos envueltos.

Para la mayoría de nosotros el entrenamiento constante de cambiar máscaras o cambiar nuestras personalidades y comportamientos empezó muy temprano y continua a lo largo de nuestras vidas.

Después de haber encontrado consuelo con nuestro digito favorito, aprendimos tempranamente que habría momentos en que al hacer esta actividad sería mal vista cuando gente fuera de nuestra familia inmediata estuviera presente.

Cuando vamos al supermercado sabemos que las largas islas no son pistas de carrera aunque nos encontramos fuera de la casa.

Entrar a la escuela fue un cambio real de máscara. En este lugar uno no podía levantarse ni moverse aunque la dureza de la silla se volvía inaguantable. Se nos requería que hiciéramos exactamente lo que la maestra instruía. Aquellas cosas pequeñas que causaban sonrisas y risotadas en nuestros hogares se volvieron razones para ser llevados a la oficina del director de la escuela.

Durante la adolescencia las máscaras debían ser cambiadas rápidamente si nos encontrábamos con amigos y las volvíamos a cambiar de regreso a casa. Cruelmente tambien descubrimos que algunas máscaras requerían ser cambiadas dependiendo con los amigos que andábamos.

Mientras los cambios de madurez continuaban supimos que las máscaras debían ser cambiadas si estábamos en la iglesia, en un baile, si estuvimos envueltos en actividades deportivas, hablando en público o compartiendo un secreto.

El requisito constante de cambiar máscaras parece no tener fin y nos deja con una pequeña duda porque la mayoría de nosotros sino todos, ocasionalmente resbala y hace algo realmente estúpido en lugar equivocado y en el momento equivocado.
El apóstol Santiago era evidentemente consciente de esta tendencia que compartimos de actuar en diferentes partes, en diferentes lugares y sus escritos parecen indicar que el no pensaba que ésta fuese una característica positiva. Santiago manifestó su prejuicio contra el uso de máscara en las siguientes palabras:

Porque el que duda es semejante a la ola del mar, que es movida por el viento y echada de una parte a otra. (Santiago 1:6)

El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos. (Santiago 1:8)

Sospecho que el mayor peligro que viene de tener un armario lleno de máscaras las cuales cambiamos frecuentemente como tomar un vaso de agua durante el dia, es que siempre existe el peligro de que en algún momento podríamos perder la visión de lo que realmente somos.

Jack Rushton, un hombre maravilloso a quien yo espero siempre me considere su amigo, dice; uno de los mayores regalos que ha recibido fue cuando el Señor le permitió ver, y yo por lo tanto asumo saber, quien realmente es el.

De alguna manera en el magnifico milagro de pasar a través de su infinita expiación el Señor Jesucristo llegó a conocernos más allá de la confusión derivada por el cambio de máscaras y nos permitió conocernos a nosotros mismos.

El Señor dijo una vez a Thomas B. Marsh, yo conozco tu corazón y he escuchado tus oraciones. El Señor incluyó en esta revelación algunos detalles que posiblemente hizo inútil varias de las máscaras en el armario de Thomas o por lo menos el uso de ellas se convirtió en algo tonto.

Lo más interesante para mi fue el consejo que le dio a Thomas después de que Él le revela su amplio conocimiento de que Él sabía quién era. No seas parcial para con ellos, amándolos más que a muchos otros, antes sea tu amor por ellos como por ti mismo; y abunde tu amor por todos los hombres y por todos los que aman mi nombre. (Doctrina y Convenios 112:11)

Mi reflexión sobre las máscaras en mi armario y el consejo del Señor a Thomas, me llevó a creer que el Señor podría estar diciendo-si alguna vez aprendes a amar de verdad a todos vuestros hermanos y hermanas el descartar las máscaras sería el siguiente paso. Es posible que se caigan sin haber tomado otra acción.

Oro y añoro por el dia en que el Señor pueda darme una idea de quien realmente soy. Mientras este entendimiento se desarrolla lentamente, oro para tener la sabiduría de actuar de acuerdo a la revelación y avanzar eliminando esas máscaras las cuales causan tanta confusión mientras me relaciono con los distintos grupos de mi mundo.

Hasta que tenga esta perspectiva eterna espero ser capaz de eliminar algunas de mis mascaras, tratando de que mi amor abunde para todos los hombres.

Qué mundo maravilloso y honesto sería si las máscaras fueran usadas solo durante la temporada de Halloween.

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