domingo, 26 de mayo de 2013

QUE PODAMOS SIEMPRE APRENDER

Cuando iba al templo de Newport Beach éste sábado por la mañana estuve escuchando un álbum de recuerdos producido por el Reader’s Digest. En ese momento estaba sonando la canción escrita por Pete Seeger a principios de los 60’ e interpretada por el Kingston Trio. Hubo otros antiguos éxitos que sonaron hasta que terminé de conducir, pero mis pensamientos se aferraron a ésta dramática canción popular:

¿En dónde están todas las flores? Ya ha pasado mucho tiempo. ¿En dónde están todas las flores? Desde hace mucho tiempo atrás. ¿En dónde están todas las flores? Las jovencitas las recogieron todas. ¿Cuándo aprenderán? ¿Cuándo aprenderán?

¿En dónde están todas las jóvenes? Ya ha pasado mucho tiempo. ¿En dónde están todas las jóvenes? Desde hace mucho tiempo atrás. ¿En dónde están todas las jóvenes? Todas están uniformadas. ¿Cuándo aprenderán? ¿Cuándo aprenderán?

¿En dónde están todos los jóvenes? Ya ha pasado mucho tiempo. ¿En dónde están todos los jóvenes? Desde hace mucho tiempo atrás. ¿En dónde están todos los jóvenes? Todos son soldados. ¿Cuándo aprenderán? ¿Cuándo aprenderán?

¿En dónde están todos los soldados? Ya ha pasado mucho tiempo. ¿En dónde están todos los soldados? Desde hace mucho tiempo atrás. ¿En dónde están todos los soldados? Todos están en nichos. ¿Cuándo aprenderán? ¿Cuándo aprenderán?

¿En dónde están todos los nichos? Ya ha pasado mucho tiempo. ¿En dónde están todos los nichos? Desde hace mucho tiempo atrás. ¿En dónde están todos los nichos? Todos están cubiertos de flores. ¿Cuándo aprenderán? ¿Cuándo aprenderán?

¿En dónde están todas las flores? Uuuh uuuh. ¿En dónde están todas las flores? Desde hace mucho tiempo atrás. ¿En dónde están todas las flores? Las jovencitas las recogieron todas. ¿Cuándo aprenderán? ¿Cuándo aprenderán?


Cuando llegué a las puertas del templo ya había inventariado las naciones de la tierra y muchas de ellas habían tenido el mundo de rojo. Me impactó la realidad de saber que durante mi vida las tragedias de la guerra y los conflictos se habían derramado sobre todos los hijos del Padre Celestial. Nade había escapado de la tragedia de ver la brutal muerte de seres queridos o de sus compatriotas.

Hice en mi mente una lista de todas las causas de ésta tragedia que habían sufrido los habitantes del mundo a través de las eras: Deseo de poder, ansias de riqueza, odio, prejuicios, tergiversación de los propósitos religiosos, la errónea percepción de la propia importancia, etc.

No existía duda que habíamos sido atrapados por el círculo vicioso de la recolección de flores. En mi mente estaba clara la verdad de que “no habíamos aprendido”. También me doy cuenta que el mandamiento del Señor dado por medio del Profeta José Smith a la Iglesia de renunciar a la guerra y proclamar la paz no había sido cumplido. (Doctrina y Convenios 98:16, 17 y Doctrina y Convenios 105:38-40)

A medida que me preparaba para cumplir con mis responsabilidades de sellador me di cuenta también de que necesitaba cambiar el estado de mi mente si quería disfrutar de las percepciones espirituales que a menudo acompañan a estas ordenanzas, así que decidí concentrarme en las personas que participaban en las ordenanzas y en aquellas por las que se hacían las mismas.

Pronto me di cuenta que los corazones de los vivos se habían vuelto a aquellas personas fallecidas y que estaban esperando que se realizaran las ordenanzas a su favor, pero también percibí los sentimientos de los corazones presentes en esa sala, que sus corazones se habían vuelto a ellos, entre los unos a los otros.

Inmediatamente mi mente comenzó a tomar nota de las naciones que se encontraban representadas en la obra que se estaba llevando a cabo en ese momento en aquel maravilloso edificio. Mi mente voló a lo largo de los continentes, tanto Norte como Sudamérica, Europa, África, Australia, y las islas del mar. Todos estábamos unidos y éramos un solo corazón, haciendo nuestra parte por nuestros hermanos y hermanas quienes procedían también de lugares cercanos y lejanos.

Al hacer un inventario de los hermosos rostros e imaginando las caras de aquellos por quienes se hacía la obra, se formó en mi alma una nueva lista con las razones por las que estábamos unidos en un solo corazón: el amor por nuestros hermanos y hermanas, la ausencia de prejuicios, ceguera ante el color de la piel, sin contenciones políticas, sin fijarnos en el status social, etc.

En una corta hora los corazones de cientos de los hijos e hijas de nuestros Padres Celestiales se habían unido de una manera eternamente significativa.

Al pensar que el tamaño de mi muestra era demasiado pequeña como para ser estadísticamente relevante, rápidamente vino a mi mente que este par de cortas horas de mi vida se replicaba entre 8 a 14 horas al día, cinco días a la semana, 48 semanas al año en 145 templos esparcidos por todo el mundo. La multiplicidad de estos números me hizo darme cuenta que estas reuniones en los templos no pueden ser consideradas insignificantes de ninguna manera.

El concepto de proclamar la paz tomó entonces un significado nuevo y más amplio, y me percaté que en verdad estábamos esforzándonos por cumplir con el mandato de unir a los hijos de Dios que el Señor había puesto sobre nosotros en preparación en estos Últimos Días.

¡Qué podamos siempre aprender! ¡Qué podamos siempre aprender!

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