domingo, 3 de noviembre de 2013

MONTAÑAS RESTAURADORAS

Durante aquella época de la historia en la que nadie le prestaba atención al nacimiento del Salvador de la humanidad en una pequeña gruta en Belén, Nefi y su hermano se encontraban trabajando en un lo que algún día llegarían a ser conocidas como las Américas, esforzándose en preparar a dos naciones divididas de primos para aquel futuro no distante en el que Jesucristo los visitaría luego de su resurrección.

Nefi y su hermano habían permanecido en la tierra del norte durante cinco años predicando, exhortando y haciendo todo lo posible para que sus primos lamanitas viviesen en aquella felicidad que se basa en la rectitud. Finalmente, al haber sido rechazados, llegando al punto en el que sus vidas estaban en peligro y no era posible que permanecieran en esa tierra, los dos solitarios profetas volvieron a sus hogares en la tierra de Zarahemla. Tristemente hallaron que su patria se encontraba en un estado de espantosa iniquidad. Los justos eran condenados por su rectitud, mientras que los culpables escapaban del castigo gracias a sus riquezas y a los altos cargos que tenían en el gobierno. Parecía que todo en la tierra tenía como único fin obtener ganancia y la gloria del mundo con el propósito de continuar en sus adulterios, robos y asesinatos. Su habilidad para escoger entre el bien y el mal fue destruida por su deseo de hacer todas las cosas según sus filosofías, convirtiéndose así en sus propios dioses. Cuando Nefi percibió cuán profundo había caído su pueblo en la iniquidad, se retiró a su jardín y exclamó: “¡Oh, si hubiese vivido en los días en que mi padre Nefi primero salió de la tierra de Jerusalén (casi 600 años antes)…! Entonces su pueblo era fácil de persuadir, firme en guardar los mandamientos de Dios, y tardo en dejarse llevar a la iniquidad… Pero he aquí, es mi comisión que éstos sean mis días.” (El Libro de Mormón, Helamán 7:7-9)

Basta solo con echar una mirada rápida a la historia de los antepasados de este Nefi para ver que aquellos días antiguos eran muy similares a los días que él estaba experimentando. De hecho, desde la perspectiva que uno obtiene por haber pasado mucho tiempo leyendo, estudiando y enseñando sobre las épocas de pesar de la tierra, he hallado que solo en escasos lugares y por breves períodos los habitantes de la tierra han sido lo suficientemente sabios como para vivir según el plan de felicidad del Señor.

Algunas veces es divertido recordar aquellas fantasías de la juventud cuando uno podía descubrir tierras desconocidas, enfrentar tormentas y ganar la mano de una hermosa doncella; pero simplemente una veloz lectura de la vida de cualquier hombre en cualquier época rápidamente nos devuelve a la realidad del estándar de vida en aquellos día antiguos. La fantasía es reemplazada rápidamente por el agradecimiento de vivir en éstos nuestros días.

A diferencia de Nefi, la realidad me ayuda a entender por qué yo no deseo vivir en otra época. La realidad también me ayuda a entender que en cada generación habrá más porcentaje de personas que escogerán el mal antes que el bien. El haber podido conocer al profeta Moisés y poder extraer enseñanzas de sus palabras hubiera sido maravilloso, pero una dieta de maná arenoso y codornices grasosas por cuarenta años habría sido un precio muy alto para mí. O el haber permanecido en las costas del mar de Galilea durante los días de Jesucristo nos habría permitido conocer al Señor de diferentes formas al sentarnos en las pendientes de los montes y oírlo enseñar, pero observar el castigo impuesto sobre el Hijo y ver perder a la Luz del mundo en la tumba de Getsemaní hubiera sido un camino que no hubiera podido caminar. Con júbilo afirmo que “es mi comisión que éstos sean mis días”.

Los peligros del ciclo del Libro de Mormón en donde la prosperidad es rápida y completamente seguida de la iniquidad hacen que también me pregunte: ¿Soy fácil de persuadir, firme en guardar los mandamientos de Dios, y tardo en dejar[m]e llevar a la iniquidad? - o - ¿Estoy deseoso de poder cometer más iniquidad y hacer las cosas de acuerdo a los deseos de mi corazón?

Los cristianos de la antigüedad se refugiaron en las cuevas de las montañas con el fin de escapar de las constantes asechanzas de aquellos que deseaban destruir a los justos. Por miles de años los profetas nos han advertido que el mayor peligro no es perder la mortalidad, sino perder la Vida Eterna. Debemos estar al tanto de aquellos que quieren destruir a los justos. De igual manera debemos estar pendientes de las influencias que nos pueden hacer perder nuestra rectitud.

Debemos procurar ir a aquellas “montañas” en dónde las palabras de los justos se reavivan y la fuerza de esa llama puede crecer hasta convertirse dentro de nosotros en un fuego de esperanza que nos sostenga. Nefi nos ayuda a entender que aquellas montañas restauradoras no se encuentran en lugares donde no podemos habitar o en sitios que sólo están en nuestros sueños, sino que se hallan y se pueden escalar aquí, ahora, en el lugar en donde actualmente residimos.

Como una voz de advertencia para todo pueblo de todo lugar y de todas las épocas Nefi nos exhorta a estar al tanto de las siguientes influencias que acarrearían la destrucción de todos los niveles de la sociedad si cedemos a ellas al vernos tentados a alejarnos del Monte del Señor:

Primero: Ser lentos en hacer lo bueno y prontos para escuchar al adversario.

Segundo: Poner el corazón en las cosas vanas del mundo.

Tercero: Rechazar el pedido del pobre y del necesitado, mientras consumimos nuestras propias vidas en la glotonería.

Cuarto: No desear que el Señor Dios gobierne sobre nosotros y considerar como nada Sus consejos.

De una forma profética Nefi fue especialmente directo al advertir a aquellos que viven una vida de relativa prosperidad. La historia de las generaciones de esta nación enseña con perfecta claridad que uno se vuelve vulnerable al rechazar el Plan de Felicidad, lo cual viene como consecuencia de la euforia de un falso engrandecimiento al haber obtenido las riquezas de la tierra.

Junto con la voz de advertencia de éste Nefi, su antepasado Nefi también identificó aquellas montañas en las que podemos tomar aliento y recargar nuestras fuerzas para poder continuar fielmente nuestro ascenso a la cima:


Primero: Buscar el consejo del Señor.

Segundo: No desear más hacer el mal, sino hacer lo bueno continuamente.

Tercero: Es bueno ser instruido si se hace caso a los consejos del Señor.

Cuarto: Antes de buscar riquezas debemos buscar establecer el reino del Dios.

Quinto: Se deben buscar riquezas únicamente con la intención de hacer el bien.

El fallar en prestar atención a las palabras de los profetas de la antigüedad, cuyos días proféticamente son una sombra de los nuestros, trajo como consecuencia la destrucción de vidas y la pérdida de la felicidad durante muchas generaciones. Afortunadamente podemos aprender de estas lecciones gráficas, volvernos al consejo del Señor y salir airosos de las peligrosas pruebas de nuestros días, en los cuales vivimos en varios grados de prosperidad, al abandonar el deseo de procurar la gloria y los honores del mundo con el fin de seguir cometiendo adulterio, robos y asesinatos que ellos tenían, de lo contrario, nuestra capacidad de escoger entre el bien y el mal sería vencida totalmente por el deseo de hacer todas las cosas según nuestras propias filosofías, convirtiéndonos de esta forma en nuestros propios dioses.

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