domingo, 17 de noviembre de 2013

PRIMOS

Miller Soliai nació en Samoa y fue criado en Oakland, California, y para aquellos que tuvimos el placer de conocerlo él era nuestro agradable primo.

Debo tomar un poco de tiempo para poder explicar al mundo como era posible que un puñado de personas del Instituto de Religión de Reno, Nevada, podría considerar primo a alguien que nació en un lugar tan lejano y que provenía de una cultura tan diferente a la de la población estudiantil de esa área.

Era imposible estar unos pocos minutos con Miller sin verse envuelto por su entusiasmo por la vida, corresponder a su contagiosa sonrisa y reír de su libre e hilarante forma de ver la vida.

Un día, sin darnos cuenta cómo, nos encontramos en medio de una conversación, planeando un viaje a Hawái debido a que Miller había sugerido que esa sería una de las cosas más increíbles de nuestras vidas. Terminamos con una mezcla interesante de estudiantes del instituto y de adultos locales, junto con una pareja y su familia, planeando la boda de dicha pareja al pie de la piscina del Lani Loa Lodge cerca del Centro Cultural Polinesio en Laie, Oahu, en dónde Miller había hecho los arreglos para que nos quedásemos. De hecho, terminamos inclusive revisando los detalles del viaje con la ayuda de un buen amigo, Roger Ballingham, quien tenía una agencia de viajes.

En fin, puesto que el hotel rodeaba el campus de los que ahora se conoce como BYU Hawái, comimos en la cafetería del campus y disfrutamos algunas de las cosas que la institución ofrecía. Como nota aparte debo agregar que fue en este viaje que me enamoré del helado de nueces de macadamiza. Bueno, volviendo al punto principal de esta historia, un día, cuando Miller nos mostraba los alrededores del campus, quiso que viéramos las dramáticas esculturas de personas y lugares de Samoa que su hermano menor había creado. A medida que caminábamos nos topábamos con personas que eran samoanas, y las cuales nos eran presentadas por Miller diciendo: “este es mi primo…”

Luego de que nos hubiera presentado alrededor de 30 primos en corto tiempo me puse a cuestionar la autenticidad de aquella relación de primos. Miller amablemente me explicó que puesto que Samoa era una pequeña comunidad de islas, todo el mundo estaba emparentado de una u otra manera, y en vez de trazar una línea exacta de parentesco, era más fácil referirse los unos a los otros como primos y primas o como hermano y hermana.

Al crecer nuestra hermandad con el tiempo le pregunté a Miller si me podría considerar como un primo adoptado. Estuvo complacido, y desde ese tiempo en adelante siempre me presentaba como su hermano o como su primo.

Una de las grandes bendiciones de esta relación con Miller fue que nos permitió a mi y a mi esposa hacer muchos más viajes a esas hermosas islas de Hawái, siendo el último de ellos el que hicimos con nuestros hijos y amigos para celebrar nuestros 50 años de matrimonio. Fue un viaje muy especial ya que pudimos visitar cuatro de las islas siendo escoltados por algunos “primos” hawaianos: los Kanekoa.

Ahora, estoy seguro que se estarán preguntando cual podría ser el punto de este recuerdo personal. Bien, ya que están curiosos, me topé con esto de la relación de “primos” un día mientras realizaba sellamientos durante varias horas en el templo de Newport Beach, y me di cuenta que vivimos como si fuera en una pequeña isla en la que con poco esfuerzo uno puede hallar cosas en común y en la que estamos relacionados.

En las sesiones:

Había un hermano de Bountiful, Utah, con el quien en pocos minutos me encontré conectado por medio de lazos ancestrales comunes.

Había una hermana que era nieta de la familia en la que mi esposa se hospedaba cuando nos casamos.

Había una hermana que era la esposa de uno de los misioneros que sirvió con nosotros en Colombia.

Había un hermano al que yo conocí de adolescente cuando iba a la secundaria en Garden Grove, California.

En el grupo habían personas que comparten antepasados comunes con aquellos por quienes realizaban las ordenanzas.

Habían obreros del templo que estaban emparentados.

Habían personas cuyas vidas habían sido influencias por haber participado de los Seminarios e Institutos del Sistema Educativo de la Iglesia.

En fin, como Miller nos recordó, en esta pequeña isla no se tiene que andar muy lejos para poder establecer una relación común.

Estoy seguro que tu vida y mi vida estarían más llenas de bondad, felicidad y entusiasmo si solo recordamos que realmente no somos extraños en este hermoso planeta azul, sino primos.

¡Hola primo(a)!

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