domingo, 15 de diciembre de 2013

EL AUTODOMINIO

Durante las últimas semanas he estado leyendo los libros históricos del Antiguo Testamento de Samuel, Reyes y Crónicas. Uno de los temas constantes que ocurren mientras el Señor se esfuerza por mantener la posteridad de David en el trono, es lo que parece ser una abrumadora necesidad de los sucesores por engrandecerse a ellos mismos destruyendo todos los rastros de sus predecesores.

Israel no es el único practicando esto. Vemos a incumbentes faraones quitando los nombres de los padres y las madres de todos los monumentos y obeliscos del reino. Los babilonios fueron especialmente hábiles en el arte de borrar la oposición, destruyendo a las naciones conquistadas tan extensamente, que estaban seguros de que el enemigo no volvería a ser capaz de levantarse de entre los escombros para amenazar.

Hoy en día la tendencia de pensar que uno puede llegar a ser grande socavando y destruyendo la oposición parece estar aumentando de manera amenazante en todos los niveles de la sociedad y sobre todas las naciones del mundo. Los niños intimidan a otros niños en zonas de juegos y en las computadoras. Las pandillas merodean las calles buscando eliminar a cualquiera que se atreva a invadir su territorio vistiendo de otro color. Las profesiones se basan no en la capacidad, sino en el derribar a aquellos que presiden. Los líderes pasan sus días esforzándose por socavar la posición de los opositores en lugar de proponer principios que beneficiarán y fortalecerán.

No importa cuánto tiempo ha estado sucediendo, ni qué tan amplia ha sido la proliferación de la práctica de superarse al derrumbar a otros, deberíamos haber aprendido hace mucho tiempo, que esta práctica siempre terminará con la autodestrucción del destructor .

Tan antigua como la práctica del punitivo auto- eliminación, siempre ha existido una filosofía en contra de esta plaga causada por la humanidad. En su forma más simple se expresa como el desarrollo del autodominio. Aunque se ha enseñado por mucho tiempo y reconocido como un elemento esencial en la culturización de la sociedad, sigue siendo hoy en día una de las características más difíciles de vencer.

Hay un tipo especial de autodominio que nos permite tener confianza interna, de tal modo que no tenemos necesidad de construir nuestras mansiones sobre una base formada por las cenizas de un predecesor destruido.

En los reinos del mundo, vemos que la inseguridad es la base que hace que uno crea que gana fuerza al debilitar a los demás. Sin embargo, en el Reino de Dios no van a ser los aguafiestas los que triunfarán, sino los que añaden iluminación al mundo al resplandecer su poca luz en otros, llamando la atención hacia el brillo que emana de otro, y tanto como les sea posible, permitiendo que la luz de Cristo brille a través de ellos para traer más luz a un mundo obscurecido por la inseguridad que viene del desear auto-engrandecerse.

A veces parece difícil recordar, que nuestra pequeña luz sólo tendrá importancia cuando se une con otros para poner un brillo duradero a un mundo que está "caminando en la oscuridad al mediodía." ¿No podemos aprender la sencilla verdad de que nunca aumentara la iluminación si continuamente estamos extinguiendo la vela de nuestro prójimo? En un mundo donde las mayordomías y las responsabilidades continuamente se desplazan y cambian de una persona a otra mientras las generaciones se conglomeran rápidamente una sobre otra , debería ser evidente que el avanzar se puede lograr mejor al añadir sobre lo que fue construida antes, en lugar de derribar y empezar de nuevo. ¿No podemos ver que las generaciones se elevan más alto al construir sobre cimientos en vez que escombros?

Josué, quien una vez pisoteo heno para convertirlo en paja para hacer ladrillos para el Faraón de Egipto, se convirtió en un poderoso guerrero, líder de Israel. Al llegar al trono como sucesor de Moisés, Josué aconsejó a sus oficiales: "Acordaos de las palabras que Moisés, siervo de Jehová, os mandó... “Josué no sentía ninguna necesidad de tratar de glorificarse a sí mismo reduciendo la gloria de Moisés. Curiosamente, los hombres de Israel respondieron a Josué: " De la manera que obedecimos a Moisés en todas las cosas, así te obedeceremos a ti. " Al parecer, lo que podría parecer irónico a los aguafiestas que tratan de dirigir hoy, le trajo aceptación más plena y pronta a Josué al honrar a su venerado antecesor.

Parece que el correcto autodominio nos dota de la capacidad, cuando se nos confía con algún tipo de liderazgo, de tomar el tiempo necesario para conseguir la "sensación" del nuevo puesto y permitir que otros tengan la "sensación" de su nuevo guía, sin tener que arrastrar el nombre y la reputación de los anteriores propietarios del puesto, enlodándolos o destruyéndolos por completo.

Hace algunos años recibí el consejo de un pastor respetado quien me había llamado a una nueva mayordomía. Me recordó que no había sido llamado a comenzar una revolución o a corregir todos los errores de los que habían tenido previamente este puesto, pero que había sido llamado a ser receptivo a los susurros que aumentarían todo lo que había pasado antes.

Duro aunque podría ser, al encontrarnos siendo desplazados con las arenas del tiempo, creo que nuestras antorchas se quemarían más intensamente si ponemos sobre nosotros la confianza de un justo autodominio. Espero que podamos tener nuestra visión un poco aclarada por los destellos del auto- dominio, y por lo tanto vernos a nosotros mismos como nos ven los demás, a veces ver con más claridad como realmente somos, y vislumbrar el potencial de lo que podemos llegar a ser sin tener que aplicar las herramientas de los aguafiestas de la destrucción.

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