domingo, 1 de diciembre de 2013

SENOR, CREO - AYUDA MI INCREDULIDAD (primera parte)

Tuve un colega en Reno, Nevada, quien un día llegó al trabajo y anunció que él ya no vería ni oiría las noticias nunca más. Estaba cansado de saber de todo el caos que habían creado todos los habitantes del mundo y las noticias no hacían que tuviera un buen día. Al mirar las noticias se quedaba con sentimientos de depresión y con su esperanza hecha pedazos.

En varias oportunidades a través de los años Kathleen y yo tuvimos esas conversaciones sobre “el caótico mundo”. En algunas oportunidades era ella la que contaba con palabras de reafirmación y buen ánimo, indicándome los puntos brillantes en medio del cuadro desalentador. Probablemente es algo bueno que uno de nosotros siempre encontrase la necesidad de derramar luz en medio de las tinieblas, porque de otra manera estaríamos sumidos en un abismo.

Hemos usado el argumento que tal vez no son todas las personas del mundo las que están en caos, sino solo sus líderes (que por cierto, es un argumento muy antiguo que encontramos una y otra vez en los libros de Samuel, Reyes y Crónicas en el Antiguo Testamento). “Y el rey ________ (llene el espacio) pecó y no anduvo en los caminos de Rey David, he hizo pecar a Israel”. Las tristes experiencias que se hallan en las escrituras nos enseñan que el culpar a los líderes es un argumento válido y que trae tanto bien en la solución de los problemas del mundo como el acusar al Diablo de nuestras propias imprudencias.

Cualquier argumento que señala a los líderes como la raíz de nuestros problemas se desbarata con el contra-argumento que también nos proporcionan las noticias nocturnas. Un asesinato, un par de violaciones, una destrucción vandálica o grafitis amenazadores rápidamente nos ayudan a darnos cuenta que hay individuos entre las masas que agregan su parte de oscuridad a la nube de tinieblas que parece engrosarse cada día que pasa.

Frecuentemente nuestras conversaciones llegaban a la conclusión temporal con el argumento final reservado: “Estoy feliz que al menos podemos hallar paz aquí dentro, y que podemos hacer de nuestro hogar un bastión de paz gracias a la fortaleza que surge de nuestra creencia en el Salvador”.

La conversación pudo haber concluido, pero a menudo la agitación de mi mente no halla reposo.

Si la creencia en el Salvador es realmente la respuesta:

¿Por qué hallamos parejas que claman ser creyentes que deciden que la única solución a su discordancia es terminar con sus votos de matrimonio?

¿Por qué hallamos hermanos que afirman que las escrituras son el fundamento de sus creencias y que hoy ya no se hablan más a causa de una ofensa que ocurrió hace mucho tiempo?

¿Por qué hallamos puñados de personas que se paran en las esquinas de las capillas y quienes, excitados, destruyen la reputación de alguien que asiste con ellos?

¿Por qué leemos las palabras de feligreses, escondidos tras el velo de los medios sociales, lanzando odio sobre otros a causa de su lugar de nacimiento, su partido político, la pigmentación de su piel o su condición social?

Eso nos lleva a concluir que una o todas las siguientes posibilidades pueden ser ciertas:

El Mensajero (el Salvador) no debe haber sido quien afirmaba ser.

O

El mensaje que proclamó no debe ser cierto, o no puede aplicarse a situaciones reales de la vida.

O

Encontramos el mensaje inconveniente, impopular o va contra la manera en la que escogemos vivir nuestras vidas.

Ya sea que veamos las noticias o vayamos por nuestro camino diario, rápidamente nos damos cuenta que:

No tenemos que hacer una búsqueda exhaustiva para descubrir que alrededor de nosotros existen quienes han escogido abandonar las enseñanzas del Salvador debido a que ellos han aceptado una o todas las posibilidades antes mencionadas como una realidad para ellos mismos.

Si examinamos honestamente los días que hemos dejado atrás, o nos ponemos a pensar en los días aún por venir, probablemente nos daremos cuenta que se revelan momentos en los que nosotros también tenemos un decaimiento en nuestra fe o que nuestro comportamiento traiciona nuestras proclamaciones de creencia.

Sospecho que todos hemos tenido momentos en los que las emociones que tuvimos durante algunas horas de nuestros días no han sido el cumplimiento de las promesas que el Señor ha hecho a aquellos que siguen el Plan de Felicidad.

Como dijo Tevia (Tobías), que se sentía como un Violinista en el Tejado: “por otra parte…”

(Continuará…)

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