domingo, 8 de diciembre de 2013

SEÑOR, CREO – AYUDA MI INCREDULIDAD (conclusión)


Como dijo Tevia (Tobías), que se sentía como un Violinista en el Tejado: “por otra parte…”

¿A veces siento crecer la culpa en mi seno:

Al meditar si tengo el derecho de tener paz mientras que veo a otros en un constante torbellino?

Al contemplar mi gozosa vida y luego ver el sufrimiento de otros?

Al ver como mi corazón se llena de amor mientras que los de otros prueban la amargura del odio?

Por otra parte:

Si la paz fuera quitada de mi vida ¿aliviaría eso el tormento de otra?

Si el gozo que siento en mi vida se detuviera ¿detendría eso el sufrimiento de otro?

Si el amor me fuera arrancado del corazón ¿se borraría la amargura en el corazón de otra persona?

Como con todas nuestras luchas, a medida que pasamos por las pruebas de esta única experiencia mortal que tendremos, probablemente las soluciones no vendrán a causa de que un rey de improviso comience a caminar en las rectas vías en las que anduvo el Rey David. El mundo no se convertirá en Camelot simplemente si escondemos la cabeza en la arena. Los corazones no se vuelven puros simplemente porque Seres Eternos les hayan enseñado Verdades Eternas.

Edward Everett Hale escribió: “Soy solo uno. No puedo hacerlo todo, pero algo puedo hacer. Y no dejaré que lo que no pueda hacer interfiera con lo que sí puedo”.

Una de las admoniciones finales que dio el Salvador a Sus Apóstoles fue que apacentaran a sus corderos.

Isaías habló sobre convertirnos en publicadores de la paz en el Monte de Sión (El antiguo nombre de Jerusalén)

Lehi proclamó que el propósito de la existencia huamna es tener gozo.

Juan el amado habló del poder del amor que hecha fuera todo temor y tormento, y que lo convierte a uno en valiente hasta alcanzar la perfección.

Tal vez no sea capaz de alimentar a las noventa y nueve, pero puedo nutrir a la que he encontrado hambrienta
Tal vez no sea capaz de pararme y gritar desde el Monte Sión, pero puedo publicar la paz cada día en todo lo que digo y hago.

Tal vez no pueda traer gozo al mundo, pero puedo llenar de gozo a aquellos con quienes me encuentro y a quienes saludo cada día.

Tal vez no sea capaz de manifestar amor a todos los hijos del Padre Celestial, pero puedo amar a mi vecino.

Apacentar, publicar, y amar son todas palabras de acción, palabras de dar que solo tienen significado cuando se comparte, se habla, y son esparcidas; y cuando no se esconden o se guardan para uno mismo.

¿A menudo se pasa por alto el hilo de oro y el forro de plata a causa de la abundancia del rollo de tela gris en donde están, o el horizonte presenta una cortina de nubes que oculta de nuestra vista el haz de luz al ser incesantemente bombardeados por las noticias de nuestros días?

Tal vez necesitamos comenzar a publicar, a apacentar y a amar más notoriamente para combatir el constante estruendo de desesperación que viene de los medios de comunicación.

Tal vez necesitamos dejar de ser cristianos en el closet y amar con más coraje, publicar la paz más osadamente y apacentar a una más accesible audiencia.

Tal vez necesitamos entender mejor que no es solo tener el privilegio de disfrutar de los pacíficos frutos del evangelio de Jesucristo, sino que también es una obligación sagrada el que gozosamente apacentemos, amemos y prediquemos con alegría las buenas nuevas a otros.

Tal vez es tiempo para que aquellos que hallan la verdad en las enseñanzas de Cristo paren de disfrutar de la comodidad que trae el evangelio y se aventuren de su tranquilidad saliendo a buscar un cordero a quien apacentar, una montaña desde donde publicar la paz, llevar gozo al aliviar las cargas de otros o encontrar un niño que desea ser amado.

Hoy puede ser el día, cuando está soplando todo viento de doctrina, en el que aquellos que alguna vez han sido tocados de alguna manera por la mano del Maestro extiendan sus manos y alcancen a quienes están caminando en tinieblas a la luz del día, aquellos que buscan la verdad pero que no saben dónde hallarla. Apacentándolos, publicándoles la paz y amándolos de acuerdo a sus capacidades, haciendo algo por ellos debido a que ellos pueden hacer mucho.

Esta noche puede ser la noche en la que deje de tocar la trompeta de la catástrofe para aquellos que participan en tal tensión. Aunque sus números puedan ser legiones y sus fuerzas abunden, yo resuelvo sacar mi pequeña vela de debajo del almud y con su cálida llama de amor empezaré a apacentar a un cordero publicando la paz a mi vecino.

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