domingo, 16 de febrero de 2014

EL RENACIMIENTO DEL PERDÓN

Soy un ferviente creyente de la necesidad que tenemos todos aquellos que viajamos en el veloz tren de la vida de aminorar la marcha y algunas veces detenernos con el fin de activar el proceso de rejuvenecimiento y de re-creación en nuestras vidas. Necesitamos darnos un tiempo para permitirnos estimular nuestros sentidos con los maravillosos aromas de la naturaleza, dejar que la belleza que nos rodea llene nuestros lentes naturales, tomar el tiempo para palpar las diferentes texturas que nos ofrece y probar holgadamente el seductor buffet que se halla alrededor de nosotros.

Sin embargo, una de las mejores maneras de poder tomar un descanso de los rigores de nuestra existencia proviene de uno de los sentidos al que tenemos más difícil acceso, y el cual, es triste decir, rara vez activamos.

Hace mucho tiempo, en los desiertos del norte de la península del Sinaí, el Señor le dio a Israel una fórmula, la cual le permitiría a toda la nación pasar por el proceso de renovación, de rejuvenecimiento y de regeneración al volver a nacer. El Señor, en Su infinita sabiduría, prescribió en la ley de Moisés un sistema de años sabáticos durante los cuales se celebraba un cúmulo de actos de perdón, los mismos que ocupaban el lugar preponderante.

Al igual que en muchas áreas del desarrollo humano, otra vez vemos que la Ley del Señor dada a Moisés cumplía bien su papel de ayo. ¿Acaso no ha escrito el Señor en las pizarras de nuestro aprendizaje el mismo maravilloso principio, el cual si lo aplicamos tanto como individuos y como nación, producirá el mismo efecto rejuvenecedor en nosotros así como lo hizo en el antiguo Israel?

El principio del perdón implica una lavada completa de la pizarra de nuestro corazón, en vez de solo una pasada de trapo, la que eliminará cualquier otra prioridad que puede haberse escrito en él, sanando así las más profundas heridas, y trayendo la anhelada reconciliación con nuestro hermano.

Nunca se quiso que el principio del perdón sea un principio basado en la condescendencia hacia otros.

Correctamente aplicado en nuestras vidas, el principio del perdón se convierte en un acto liberador y purificador, el cual no sólo permite al que perdona ser más sensitivo a los maravillosos aromas que nos encierran, ver una mayor luz a través de sus lentes, tocar todas las cosas creadas con una mayor delicadeza y usar el gusto con mayor satisfacción, sino que también libera el alma y abre su alma a una gama de posibilidades estimulantes de crecimiento.

Cuando perdono verdaderamente a mi prójimo y quito la carga de responsabilidad de los hechos pasados del libro de cuentas de otra persona, entonces el peso que está sobre mis hombres disminuye dramáticamente.

Cuando perdono a otro, Yo, al mismo tiempo, quito de mi propia vida las horas, y algunas veces los años, de preocupación innecesaria en cuanto a alguna parte de mi vida que me estaba siendo contraproducente.

Habré encontrado y habré quitado una carga igual o mayor de mi propia vida, lo que me dará más horas y años para usar en el logro de metas más útiles.

A medida que empiece a borrar las cicatrices y las heridas de la desconfianza y el odio hacia otros, estaré siendo sanado y comenzaré a sentirme curado por dentro y por fuera.

Al despojarme de la falsa armadura usada en batallas imaginarias e innecesarias, estaré sin cargas, más preparado y completamente apto para participar en las escaramuzas diarias de la vida.

Será una experiencia iluminadora ver incrementarse la velocidad del crecimiento de mi carácter.

Estaré mayor ceñido con la armadura de la autoconfianza y el autodominio.

Estaré más fortalecido y seré más capaz de repeler los azotes que encuentre en futuros insultos.

Se le hará más difícil a las ofensas futuras penetrar mi reforzada cota de malla.

Otro maravilloso milagro que acompaña al renacimiento que viene con el perdón es que a medida que me vuelvo menos susceptible a los aguijones y a las burlas de mis compañeros de viaje, estaré más abierto a reconocer la fortaleza de otros. Me daré cuenta que el mundo y la vida que vivo son un lugar y una experiencia más positive.

A lo largo de mis años la experiencia me ha enseñado que aquellos que no reconocen los beneficios de aplicar los principios del perdón en su vida son los mismos que nunca han perdonado o que nunca perdonarán.

Estoy completamente convencido que una vez que alguien ha experimentado la maravillosa y refrescante novedad de vida que viene de la experiencia de perdonar y ha reconocido donde se basa esa nueva regeneración formulada, esa persona se convierte en alguien que siempre perdonará, de manera que el gozo que acompaña la experiencia será constante y se irá incrementando cada vez más.

¡Que podamos todos se más inclinados a amarnos lo suficiente como para que podamos darnos a nosotros el don de perdonar a otros, y de esa manera convertirnos en observantes de la ley sabática del Señor!

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