domingo, 31 de marzo de 2013

POR ESTAS COSAS Y MAS ESTOY AGRADECIDO (8)


MILES DE AÑOS LLENOS DE VISIONES Y SONIDOS GOZOSOS

Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios (Antiguo Testamento – Job 38:7)

Eternidades pasadas, cuando se establecían los fundamentos de esta tierra y luego que el gran Jehová había vencido el falso plan del adversario en defensa del Plan Eterno del Padre, Él se ofreció a sí mismo como sacrificio infinito y eterno para la salvación de todos nosotros. Espontáneamente estallamos en un canto de agradecimiento y cantamos de gozo.

Y Adán bendijo a Dios en ese día y fue lleno, y empezó a profetizar concerniente a todas las familias de la tierra, diciendo: Bendito sea el nombre de Dios, pues a causa de mi transgresión se han abierto mis ojos, y tendré gozo en esta vida, y en la carne de nuevo veré a Dios. Y Eva, su esposa, oyó todas estas cosas y se regocijó, diciendo: De no haber sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni hubiéramos conocido jamás el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los que son obedientes. (Perla de Gran Precio – Moisés 5:10, 11)

Cuando el velo de inocencia cayó de los ojos de nuestros primeros padres, ellos comenzaron a entender y enseñar los orígenes del Plan Eterno, brindando una comprensión elemental a su posteridad, y nosotros miramos desde el Cielo, sintiendo que nuestros corazones se ensanchaban y nuestros ojos se llenaban de lágrimas.

…(Y ellos) vendrán con canciones de gozo sempiterno. Y dijo el Señor a Enoc: Mira; y mirando, vio que el Hijo del Hombre era levantado sobre la cruz, a la manera de los hombres; y oyó una fuerte voz; y fueron cubiertos los cielos; y todas las creaciones de Dios lloraron; y la tierra gimió; y se hicieron pedazos los peñascos; y se levantaron los santos y fueron coronados a la diestra del Hijo del Hombre con coronas de gloria. (La Perla de Gran Precio – Moisés 7: 53, 55, 56)

Enoc, el nieto de Noé, nos manifiesta lo que vio, haciendo que tengamos una mezcla de sentimientos a medida que logramos una mayor compresión de las alturas de gozo y de las profundidades de la desesperación que acompañarían el sacrificio del Redentor.

Y aconteció que Abram miró y vio los días del Hijo del Hombre, y se alegró, y su alma halló reposo y creyó a Jehová, y Jehová se lo contó por justicia. (Versión Inspirada de las Santas Escrituras – Génesis 15:12)

Aquel que iba a convertirse en padre de naciones, cuya posteridad sería tan numerosa como las estrellas del firmamento, vio el ministerio terrenal del Salvador, y a través de su posteridad comenzó a extenderse la fe entre los pueblos de la tierra. Nosotros, que observábamos desde la perspectiva celestial, con seguridad comenzamos a cantar al ver que las buenas nuevas bendecían a los hijos de nuestro Padre Celestial durante su probación mortal.

Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación; éste es mi Dios, y a él alabaré; Dios de mi padre, y a él ensalzaré. (Antiguo Testamento – Éxodo 15:2)

Los hijos de Israel aumentaron su comprensión de que la libertad que el Señor les había otorgado por medio de Su siervo Moisés no solo los iba a liberar físicamente de las ataduras de Faraón, sino que las leyes básicas grabadas sobre tablas de piedra colocaban el fundamento que finalmente los llevaría a las leyes de salvación que se escribiría en sus corazones. Nosotros observamos desde lo alto, y nos regocijamos.

Y el ángel me dijo: ¡He aquí, el Cordero de Dios, sí, el Hijo del Padre Eterno! ¿Comprendes el significado del árbol que tu padre vio? Y le contesté, diciendo: Sí, es el amor de Dios que se derrama ampliamente en el corazón de los hijos de los hombres; por lo tanto, es más deseable que todas las cosas. Y él me habló, diciendo: Sí, y el de mayor gozo para el alma. Y cuando hubo pronunciado estas palabras, me dijo: ¡Mira! Y miré, y vi al Hijo de Dios que iba entre los hijos de los hombres; y vi a muchos que caían a sus pies y lo adoraban. (Libro de Mormón – 1 Nefi 11:21-24)

A medida que el ángel del Señor interpretaba el sueño de Lehi a Nefi, nosotros mirábamos desde nuestro lugar celestial y nos alegramos al ver que la gran expansión de los mares era incapaz de evitar que el conocimiento del Plan Eterno llegara al corazón y a las mentes de quienes pasaban por las pruebas de la mortalidad.

Y había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que serán para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! (Nuevo Testamento – Lucas 2:8, 10, 11, 13, 14)

¡Qué gozo colmó nuestros corazones cuando nos unimos con las huestes celestiales y elevamos canciones de alabanza a nuestro Señor, ante los pastores, en aquella colina, tan cercana al humilde lugar en donde el Salvador de la humanidad había sido colocado, envuelto en pañales! Ahora sabíamos que quedaban pocos días para que los lazos de la muerte, aquella muerte que había sido introducida al mundo por la transgresión de Adán, fueran quebrados, para que, según el Eterno Plan, todos volviésemos a vivir otra vez.

Jesús de Nazaret, varón aprobado por Dios entre vosotros con maravillas, y prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como también vosotros sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y presciencia de Dios, prendisteis y matasteis por manos de los inicuos, crucificándole; a quien Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, (está) exaltado a la diestra de Dios… (Nuevo Testamento – Hechos 2:22, 23, 24, 32, 33)

Cuando comenzó a expandirse el testimonio de aquellos que habían visto con ojos velados anteriormente, cantamos con fervoroso júbilo exclamando al unísono: “Consumado es”. El gran acto de amor redentor había sido realizado y la fiel esperanza de los siglos daba ahora su fruto. A partir de ese momento todas las generaciones podían probar de su dulzura, sentir ese amor y gritar de gozo como lo hicimos una vez, y como lo haremos por siempre.

Y dominado de esta manera por el Espíritu, fue arrebatado en una visión, en la que vio abrirse los cielos, y creyó ver a Dios sentado en su trono, rodeado de innumerables concursos de ángeles, en actitud de estar cantando y adorando a su Dios. (Libro de Mormón – 1 Nefi 1:8)

Lehi nos vio allí, en ese momento, y demostró que aunque habíamos descendido de nuestro hogar celestial podemos otra vez sentir el arrollador gozo que hace que nosotros, aquí y ahora, estallemos con cantos, alabando a nuestro Salvador por Su infinito acto de Redención, el cual nos abrió las puertas y nos dio la capacidad de cantar eternamente en cuanto a Él, de Su sacrificio expiatorio, y de la resurrección universal que sanaría y haría completas nuestras almas.

CONTINUARÁ

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