domingo, 23 de junio de 2013

BUENOS PADRES

Nefi, el hijo de Lehi y Saríah, comienza escribiendo El Libro de Mormón con éstas palabras: “Yo, Nefi, nací de buenos padres”.

No estoy seguro de cuándo fui consciente de la bendición de “[haber nacido] de buenos padres”, pero de cierto que cuando entré en la etapa de abuelo, y ahora que estoy convirtiéndome en bisabuelo en mi estado terrenal, siento que aún me falta mucho, y creo que comprendo mucho más sobre este tema que cuando era un muchacho joven en el hogar de mis “buenos padres”.

Al hacer un recuento de las décadas pasadas a través del milagroso proceso de la memoria, llego rápidamente a una serie de comparaciones:

Egoísmo versus altruismo,

Finalización versus estar incompleto,

Dedicación versus dejadez,

Cuidado versus despreocupación,

Inclusión versus exclusión,

Amor versus indiferencia,

Gentileza versus rudeza,

Albedrío versus injusto dominio.

Todos estos contrastes y muchos más inundan la mente al repasar las experiencias de los niños que fueron criados por “buenos padres” versus aquellos que solo estuvieron relacionados negativamente o ni siquiera tuvieron relación con los adultos que los trajeron biológicamente al mundo.

La persona que se ha convertido en padre por azar y actúa despreocupadamente en su mayordomía debería comenzar a considerar las palabras del Salvador que se encuentran registradas en Mateo: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiese en lo profundo del mar.” (Mateo 18:6)

Benjamín, el rey/profeta que ministró a su familia y a su nación como un ‘buen padre’ incluyó las siguientes responsabilidades como parte de la mayordomía de la paternidad: (Mosíah 4:14, 15)

No permitir que los niños anden hambrientos o desnudos,

No permitir que quebranten las leyes,

No permitir que contiendan unos contra otros,

Enseñarles a andar por las vías de la verdad y la seriedad,

Enseñarles a amarse mutuamente,

Enseñarles a servirse el uno al otro.

El meditar en las experiencias gozosas o tristes de nuestro pasado y escudriñar las escrituras, aunque puedan ser ejercicios beneficiosos, usualmente traen como resultado una solución limitada a los problemas. Únicamente el pagar el precio necesario para purgar el comportamiento negativo de nuestras relaciones padre/hijo, y el reforzar el modelo de ‘buena paternidad’ puede traer soluciones concretas a nuestras malas actitudes en ella.

Si logramos que el convertirse en “buenos padres” sea una prioridad en nuestra mayordomía dada desde los cielos, con seguridad hará que las futuras generaciones hablen bien de nosotros, pero lo más importante será que las lecciones enseñadas por medio del ejemplo y la sabiduría propuesta harán mucho más bien y contribuirán en el hecho de preparar a nuestra posteridad para que puedan vivir en la tan profetizada sociedad de Sión.

Una de las cosas que vemos en común en los “buenos padres” es un compromiso continuo a la mayordomía que eligieron. Una vez que están comprometidos con la majestuosidad del camino elegido y de la responsabilidad comisionada que ha recaído como consecuencia sobre ellos, todo los pasos subsecuentes parecen ser una serie de aprendizaje y aplicación de los infinitos atributos que los ayudarán en la mayordomía sobre sus hijos en la medida en la que estén practicando el ser “buenos padres”.

Es por eso que, al continuar leyendo el registro de Nefi, encontramos que aún cuando Lehi se preparaba para seguir el camino de toda la tierra, teniendo sobre sí adicionalmente el papel de abuelo y bisabuelo en su mayordomía de ‘buen padre’, y luego de haber pasado su vida luchando para hacer que sus hijos lleguen a comprender a Dios y Su Plan de Salvación, él llama a su posteridad a su lado con el fin de poderles impartir una última bendición y dar unas palabras de guía adicional para todos ellos. (2 Nefi 1-4)

Con justicia, Lehi declara al final de sus días esas palabras que todos deseamos ser dignos de repetir cuando lleguemos al fin de nuestra mayordomía mortal, al habernos esforzado por seguir el modelo de ‘buen padre’: “Y no tengo ninguna otra intención sino el eterno bienestar de [las] almas [de mis hijos].” (2 Nefi 2:30)

Solo toma un pequeño momento el darnos cuenta que al reflexionar sobre el ejemplo de Lehi y Saríah y también por medio de las observaciones hechas mientras andamos con cuidado en la mortalidad que:

En verdad, ser un ‘buen padre’ involucra cuidar de las necesidades físicas presentes y futuras de esos preciosos seres que se nos han concedido como un don, y que están a nuestro cargo.

Pero el ‘buen padre’ también debe ver más allá de las necesidades temporales de sus hijos y debe procurar el Eterno bienestar de sus almas Inmortales.

Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guarda la ciudad, en vano vela la guardia.

Por demás es que os levantéis de madrugada y vayáis tarde a reposar, que comáis pan de dolores, porque a su amado dará Dios el sueño.

He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.

Como saetas en manos del valiente, así son los hijos tenidos en la juventud.

Bienaventurado el hombre que ha llenado su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hable con los enemigos en la puerta.
(Salmo 127)

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