domingo, 1 de junio de 2014

DOBLADO Y ROTO

Las veces que voy al garaje son pocas las oportunidades en las que me fijo en ella, pero de vez en cuando mi vista se percata de la boquilla que sobresale por una esquina rota del estuche de trompeta que está encima de un armario, el cual es parte de un viejo sueño que una vez tuve.

La razón por la que la boquilla está puesta en la trompeta es que se quedó pegada. Nunca habría imaginado que llegaría el día en el que las trompetas tendrían las boquillas soldadas permanentemente, por lo que entonces el viejo instrumento de mis fantasías juveniles estaría de moda. Además de la boquilla fusionada, esta trompeta tiene las válvulas inmovilizadas en una posición tal que no permite el paso del aire, y la campana del cuerno está muy doblada. Esto último es un recuerdo de la niñez de mi hijo mayor. Me gustaría agregar que la llave está bien, pero no sirve de nada porque las válvulas no dejan pasar el aire.

No sé si pueda ocurrir, pero me he preguntado si un artesano tendría la habilidad de reparar y poner a punto esta brillante pieza de mi juventud. Estoy seguro de que existen personas que han llegado a tal grado de habilidad que podrían volver a la vida mi trompeta y restaurarle sus funciones haciéndola capaz de emitir una vez más sus dulces tonos.

Hay momentos durante esta fase “dorada” de la vida en la que estoy cuando simpatizo con aquella doblada e inmovilizada trompeta. Hay días en los que me pregunto si partes de mi volverán a funcionar de la manera en la que estaban diseñadas para hacerlo, días en los que extiendo mi fe para creer que de alguna manera esta carne corruptible se volverá incorruptible (1 Corintios 15:50-57)

Como Pablo enseñó a los santos de Corinto, así como podría suceder una restauración milagrosa de mi trompeta, el milagro de mi restauración física personal sólo se puede lograr en y por medio del milagro de la Expiación que realizó nuestro Señor y Maestro, Jesús el Cristo.

Así como existe una parte visible de mi ser, existe otra parte aún más grande, la cual rara vez ven aquellos con los que me tropiezo diariamente. Espero que esta parte de mí, a diferencia de la parte en la que hay articulaciones inmóviles y músculos atrofiados, si se pudiese ver, sea mucho más gloriosa y brillante que aquellos días en los que estaba envuelta con una estructura más esbelta.

Estoy bien al tanto de la enseñanza cristiana sobre el principio del arrepentimiento, cuya base es pasar a través de etapas de penitencia, y necesariamente yo he tenido que seguir esos pasos frecuentemente en mi vida. De igual manera estoy agradecido por el Salvador y su disposición para reconocer mis pequeños pasos de arrepentimiento y también por Su sacrificio en el Jardín de Getsemaní y en la colina del Calvario. También estoy muy agradecido por mi fragmentado entendimiento de las enseñanzas judías, las cuales nos dicen que debemos pasar nuestra vida en una constante preparación para volver una vez más a la presencia de Dios. Esto es igual a la comparación entre la enseñanza del Antiguo Testamento que dice “no hagas a otros” versus la enseñanza del Nuevo Testamento de “haz a otros”, sólo para darnos cuenta que el orden positivo y negativo ha sido trastocado.

Puesto de una manera simple y concisa: podemos pasar nuestras vidas luchando por conquistar nuestra naturaleza caída, o podemos pasar nuestra existencia llenándonos con lo positivo y con los atributos del amor.

Una de las películas románticas favoritas de todos los tiempos es “Deja que el tiempo vuelva”. Un joven escritor llamado Richard Collier (interpretado por Christopher Reeve), viaja en el tiempo y se enamora de una hermosa joven (interpretada por Jane Seymour) por lo que escoge sacrificar todo para volver a ella.

En el drama real de nuestra propia vida, si he comenzado por lo menos a vislumbrar como el Maestro Artesano nos libera, nos endereza y nos hace brillar, entonces con todo lo que tiene que ver nuestra tarea es con abandonar nuestros aspectos negativos y vestirnos de atributos positivos, para que de esa manera estemos preparados para volver a vivir con nuestro Padre Celestial, que nos envió a este estado preparatorio.

Si cierro mis ojos puedo oír claramente como esta hermosa joven le pide a Richard que vuelva a ella. De igual forma, hay momentos en los que cierro mis ojos y oigo a mi Padre Celestial decir “vuelve a mí”.

Sospecho que he pasado demasiados días tratando de borrar todas las consecuencias de las elecciones negativas que me pusieron en situaciones difíciles de las que tuve que sacarme a mí mismo. También sospecho que al limpiar la suciedad de esos deslices me hará más limpio y me harán un poco más presentable ante mi Padre Celestial. Sin embargo, no creo que simplemente por esto haya logrado el lustre necesario para habitar bajo su Gloria una vez más.

Puesto que el verdadero significado de la palabra Sacrificio es hacer santo, deseo haber podido pasar menos días de mi vida tropezándome y estrellándome contra percances y subsecuentemente arreglar lo dañado, y haber tenido más tiempo concentrándome en idear las formas en las que puedo alcanzar ser más santo con el fin de ser lo suficientemente digno para volver a vivir con Dios.

Una de las cosas más hermosas del sendero del penitente con la que siempre me encuentro en el veloz sendero que resulta de aplicar el principio de hacer de mi vida un sacrificio en preparación para volver al Padre Celestial no sólo sin mancha, sino santo, es llegar a entender que todo lo que hacemos en esta vida, ya sea quitarnos lo negativo o ponernos lo positivo, estará a nuestro favor ante nuestro amoroso Padre Celestial; pues su único deseo es que seamos capaces de volver.

Y una de las bendiciones anticipadas que he recibido con agradecimiento es que a medida que mi preparación para volver a Él se ha vuelto un proceso mayor de sacrificio (hacer santo), el velo del olvido se ha convertido cada vez más en una cortina abierta que me permite recordar.

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