domingo, 15 de junio de 2014

¿DÓNDE ESTÁS?

POCO DESPUÉS de haber participado del fruto prohibido, Adán y Eva oyeron la voz del Señor, y siguiendo el consejo de Satanás, se escondieron y se cubrieron con hojas de higuera.

Aunque estoy bien seguro de que la omnisciencia del Señor incluía el conocimiento de los acontecimientos ocurridos en el jardín, aun así el Señor dijo: Adán, ¿dónde estás? La pregunta pareciera referirse a la locación física de nuestros primeros padres, pero considerando que Adán y Eva habían sido puestos a prueba en su obediencia y habían elegido seguir el consejo del Adversario en vez que el de Su Creador, me parece más bien que el Señor les estaba pidiendo que consideraran su situación espiritual.

Teniendo nuestros modernos GPS, el Google maps y otras aplicaciones que parecieran ser capaces de registrar cada paso que damos, existen situaciones en las que sería muy peligroso y destructivo evitar deliberadamente el conocer cuál es nuestra localización física exacta; pero aún con todas las herramientas a nuestra disposición toda esta información es inútil si no es contrastada con un hito familiar previamente conocido, tal como nuestro hogar o nuestra ciudad.

De igual manera, para saber dónde estamos espiritualmente es necesario comparar nuestra condición actual con una condición previa y también con el estado en el que quisiéramos estar.

Lamentablemente existen muchas personas que están confundidas debido a las artimañas de Satanás y han escogido creer que la razón por la que están en esta esfera mortal es conseguir tanto placer, riqueza, poder o fama como puedan. Debido a ese estado de confusión no sólo les es difícil descubrir dónde se encuentran, sino también dónde deben estar.

Satanás procura desviar sus corazones de la verdad, de manera que sean cegados y no comprendan las cosas que están preparadas para ellos. (Doctrina y Convenios 78:10)

Mas he aquí, de cierto os digo que hay entre vosotros muchos [que] han cometido un pecado muy grave, pues andan en tinieblas al mediodía… Si no guardáis mis mandamientos, el amor del Padre no permanecerá con vosotros; por tanto, andaréis en tinieblas. (Doctrina y Convenios 95:5, 6, 12)

Sin embargo, el Señor le reveló a Moisés el propósito que tiene nuestra existencia y, por tanto, la implicación es que lo mejor para nosotros es alcanzar la medida de nuestra creación. Y así como dejará de existir una tierra con sus cielos, así aparecerá otra; y no tienen fin mis obras, ni tampoco mis palabras. Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre. (Moisés 1:38, 39)

Así como sucede con nuestra ubicación física, únicamente seremos capaces de juzgar nuestra condición espiritual si constantemente revisamos dónde estamos en relación a dónde estuvimos y dónde deseamos estar.

Existe un fuerte fundamento de las escrituras que nos dice que, gracias al proceso del nacimiento mortal, nuestro cuerpo espiritual se une con el cuerpo mortal, el cual tiene precedencia y domina a nuestro cuerpo espiritual, por lo que durante ésta etapa de nuestra existencia nuestras elecciones tienden predominantemente a que hagamos todo lo posible por obtener comodidad y evitar el dolor. Parece que naturalmente tenemos la inclinación de sucumbir al deseo de acumular lo material del mundo. Estamos como motivados a dominar todo lo que nos rodea, y nuestros propios deseos tienen preferencia frente a los de cualquier otro.

Satanás, algunas veces encubierto y otras descaradamente, hará todo lo que esté a su alcance para convencernos de que el único motivo y propósito de nuestra existencia es satisfacer nuestros propios deseos. Él va de aquí a allá sobre la tierra esforzándose con todas sus fuerzas para alejarnos de la luz la cual, al comprenderla, nos muestra el verdadero propósito de nuestro estado probatorio. Mas no [la] reciben, porque no perciben la luz, y apartan de mí su corazón a causa de los preceptos de los hombres.
(Doctrina y Convenios 45:29)

Si permitimos que la obra y la obra de Dios influyan en todo lo que hacemos no nos demoraremos en salir de este estado egoísta, sino que comenzaremos a comprender que la realización personal de nuestro progreso real y eterno dependen de que nos convirtamos en gente mucho más que buena y honorable. Si continuamos siguiendo el plan de nuestro Padre Celestial nos daremos cuenta que tenemos que esforzarnos con el mismo ahínco para llegar a ser como el Padre y el Hijo.

Nuestro escape de las sutilezas de Satanás y de los preceptos de los hombres dependerá en gran manera de nuestra disposición a ser iluminados y edificados por la cantidad de luz (verdad y conocimiento de Dios) que estemos dispuestos a recibir, y de cuánta tiniebla desechemos. Y lo que no edifica no es de Dios, y es tinieblas. Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto. (Doctrina y Convenios 50:23, 24)

¡Qué gran clave nos ha dado el Señor para ayudarnos a saber si en realidad estamos cumpliendo con nuestro propósito aquí en la tierra: Lo que no edifica! Si la elección que hacemos no nos hace mejores y más honorables de lo que hemos sido y no puede ser una base sobre la cual podamos edificar los atributos y las características de la Deidad, entonces necesitamos reconsiderar el curso que están tomando nuestros pensamientos y nuestras acciones.

¡Qué gran promesa es la que el Señor nos da! Él no restringirá la cantidad de luz que podamos recibir, si tan sólo caminamos en Su luz.

Y si vuestra mira está puesta únicamente en mi gloria, vuestro cuerpo entero será lleno de luz y no habrá tinieblas en vosotros; y el cuerpo lleno de luz comprende todas las cosas. Por tanto, santificaos para que vuestras mentes se enfoquen únicamente en Dios. (Doctrina y Convenios 88: 67, 68)

¡Qué maravilloso es el plan que nos ha dado nuestro Padre Celestial, que incluye éste grandioso desafío, el cual indudablemente podremos cumplir a cabalidad mucho después de que hayamos dejado atrás lo mortal!

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